Una imagen llamó la atención la semana pasada, cuando París Saint Germain consiguió una agónica clasificación a las semifinales de la Champions League, en Lisboa. El trepidante (por los últimos minutos de juego) 2-1 del equipo parisino sobre Atalanta hizo que todo el plantel estalle en euforia. Mirando desde las tribunas -por cumplir una sanción- Ángel Di María pegó un brinco de locura, encendido como un volcán ante el triunfo y la forma en que llegó.
Ayer, Di María siguió brincando. Luego de un partido de esos casi perfectos, el rosarino se hizo amo y señor para conducir a PSG a una histórica final de Champions, un lugar donde nunca había estado. Un lugar que soñó por siempre. Y al que llegó mostrando personalidad, eso que siempre se le reclamó.
Di María: un gol y dos asistencias (para que Marquinhos y Juan Bernat conviertan). Di María: el timón de un 3 a 0 inobjetable sobre el sorprendente RB Leizig, el equipo alemán fundado el 19 de mayo de 2009 por la empresa austríaca de bebidas energéticas Red Bull. Di María: el jugador de los contrastes; hoy centro de los elogios, en ocasiones destrozado por las críticas. Di María: el jugador que recibe como sueldo 1,1 millón de euros al mes, que llegó al club de la capital francesa en 2015, jugó más de 200 partidos y levantó 14 títulos locales (cuatro Ligue 1, tres Copas, cuatro Supercopas de Francia y tres Copas de La Liga).
El aporte argentino para el finalista se completa con Mauro Icardi (ayer suplente) y Leandro Paredes (titular). Ambos, en un equipo de figuras, como Neymar (tres millones de euros mensuales); Kylian Mbappé (1,9) y Thiago Silva (1,5). Sueldos astronómicos para el club que fue 5° el año pasado en ingresos (€ 635,9 millones) y que este año sólo tuvo 70 millones para gastar en incorporaciones debido a la pandemia. Ni falta que le hace, con sólo ver que su presupuesto actual es de € 801.450.000.
El equipo francés, comprado en 2011 por el jeque qatarí Nasser Al-Khelaïfi ya está en la final. El domingo, irá por algo que un club francés no logra desde 1993, por intermedio de Olympique de Marsella. Sea Bayern Munich o Olympique de Lyon su rival, PSG entiende que tiene ya en sus manos la oportunidad de romper por fin un mito de equipo sin alma, frío. Al menos, Di María ya le enseñó cómo se enciende el fuego para calentarse.