El 14 de agosto de 2009 es una fecha que Cardenales toma como propia, pero que en cierta manera, también le pertenece al rugby femenino tucumano en general. Ese día, fue la primera vez que un equipo de la provincia participó en una competencia bajo la forma de club, tomando la posta dejada por las Huarmis (pioneras del rugby femenino tucumano, surgidas en la Facultad de Educación Física en los 90) y dando inicio, sin saberlo, a una segunda etapa: la del renacimiento de la disciplina por estas tierras. Sucede que, tras la desaparición de las Huarmis, en los primeros años de la década del 2000 la llama estuvo casi apagada durante varios años. Hasta principios de 2009, cuando de la mano de Mirta Cabrera y Marta Maldonado el rugby femenino desembarcó en Cardenales. Ya en agosto de ese año, cuando las “purpuradas” participaron del torneo en Chaco estrenando la camiseta del club, la chispa volvió a encenderse, esta vez de forma definitiva y expansiva. Ayer se cumplieron 11 años de ese momento.
“Ese primer viaje fue inolvidable”, describe Rita Cazorla, quien sería capitana durante muchos años. “Aparte concidía con el cumpleaños de ‘Yuyo’ (Silvana Castro, otra de las “purpuradas” que luego fueron Pumas), así que llevábamos de todo: torta, globos, silbatos. Era para festejar el cumple y que íbamos a jugar el torneo. Lo curioso es que nos quedamos dormidas y la torta, que venía atrás, se fue al piso cuando el chofer de la combi agarró un pozo. Quedó desparramada, pero levantamos lo que se pudo y la repartimos igual”, rescata la apertura, una de las que sigue hasta hoy.
A partir de ese segundo big bang ocurrido en 2009, cuatro nuevos clubes nacieron en los siguientes tres años: San Isidro de Lules (2011), Tafí Viejo, Monteros y Aguará Guazú (2012).
David Ruffino, uno de los que posibilitó la llegada del rugby femenino al club de Silvano Bores al 400, cuenta: “en Cardenales compartíamos entrenamiento con cualquier grupito de chicas que tuviera ganas de jugar. Así apareció San Isidro de Lules, de la mano de Nancy Aguirre. Su hija, Luz Juárez, era una tremenda jugadora. Cardenales fue a Lules para animar a las chicas de ahí a que se formen como equipo. Lo mismo se hizo después con Tafí Viejo y Monteros. La idea es que hubiera otros equipos en Tucumán para poder competir, porque hasta entonces, la única forma de jugar era yendo a otras provincias. Fueron muy lindas épocas”.
La Facultad de Educación Física, donde se habían formado las Huarmis mezclando estudiantes de la carrera con chicas “de afuera”, jugó también un papel fundamental para ese primer equipo de Cardenales. “Yo estaba en la cátedra de la Facultad, y uno de los trabajos prácticos obligatorios que incluí consistía en que las estudiantes debían participar de un entrenamiento de rugby. Para eso las llevaba a Cardenales, y varias después se quedaron jugando. Era una forma de alimentar al equipo, y algunas salieron muy buenas, como Isa (Fontanarrosa) y Luciana (Travesi), que después fueron Pumas”, cuenta Ruffino.
Durante estos 11 años el rugby femenino tucumano ha crecido de manera exponencial, con más de una decena de equipos formados y varios más en estado emergente. “Siempre digo que Cardenales marcó tendencia -enfatiza Mirta, la primera Puma tucumana-. El rugby es una gran expresión de la libertad femenina, y me produce una gran satisfacción que siga creciendo”.