En el Líbano todo es convulsión. La trágica explosión que se produjo el martes en el puerto de la capital, que ya ha dejado al menos 150 víctimas mortales, encendió la furia entre gran parte de la población. Si en un principio la protagonista fue la solidaridad, ahora predomina el caos en las calles de Beirut. Noemí Made lo grafica así: “el primer día fue de desesperación; el segundo, de conmoción; el tercero, de tristeza; y ahora todo es un desastre”.
Ella es tucumana y reside en el país árabe desde hace 23 años, un poco más de la mitad de su vida. En diálogo con este diario, advierte que las divisiones políticas han florecido en medio de la catástrofe. Y admite que siente mucha indignación por ello. “Al principio era reconfortante ver la solidaridad de la gente; todos colaboraban tras la explosión. Hoy (por ayer) los manifestantes han tomado ministerios del Gobierno y han prendido fuego a los pocos edificios que quedaban en pie”, cuenta con la voz afligida.
Ocurre que el Líbano atraviesa una profunda crisis económica, social y política desde fines del año pasado. Con la pandemia, el panorama empeoró y ahora la tragedia despertó una bronca inconmensurable. ¿Por qué? La población supo que en el puerto de Beirut se almacenaron desde 2013 las 2.750 toneladas de nitrato de amonio que ocasionaron la explosión. Es decir, la peligrosa carga ha convivido a la par del centro de Beirut durante más de seis años. Y el Gobierno lo sabía.
“Las manifestaciones violentas se suman al dolor de encontrar minuto a minuto víctimas fatales. Yo, como extranjera, siento rabia porque considero que no es momento de enfrentamientos. Hay grupos radicalizados que se aprovechan de la indignación y todos deberíamos estar unidos”, opina Made. Y aclara: “no es cuestión de defender el Gobierno; obvio que los responsables deben pagar por esto. Pero el dolor es muy grande para peleas internas cuando hay ayuda humanitaria”.
En primera persona
La tucumana atiende el llamado de LA GACETA desde un pueblo ubicado en una montaña a 40 kilómetros de Beirut. Es la aldea originaria de su abuelo, que emigró a la Argentina hace décadas. A pesar de la distancia, allí mismo se sintió un temblor cuando ocurrió la explosión, cuenta Made. Lo supo por sus familiares; ella vivió la tragedia desde mucho más cerca. “Yo vivo en un departamento a 12 kilómetros del puerto. Estaba sentada en el balcón y salí despedida por la onda expansiva. Primero gritamos ‘¡atentado!’; luego ‘¡aviones, aviones!’ Se movía todo. Fue horrible”, rememora aún shockeada.
Su hija trabaja en las inmediaciones del puerto, que quedó destruido. “Se salvó por unas horas. En 2016, ella cantó en el hipódromo por los festejos del Bicentenario. Representó a la comunidad libanesa en Tucumán”, se explaya Made. “Ahora hay militares en la calle. Se supone que el domingo (por hoy) se dará una versión oficial sobre lo ocurrido. Hay muchas hipótesis”, cierra.
Una de las posibilidades es la del ataque terrorista. “Todavía no sabemos si fue eso o un incendio. Nadie, salvo el Gobierno, conocía que había explosivos en el puerto”, se lamenta Elie Yammine. Es libanés, sacerdote y ha residido en Tucumán entre 2013 y 2016. De hecho, aprendió español en estas tierras. “Leía todos los días LA GACETA para aprender mejor el idioma”, recuerda. Su visión sobre la situación libanesa es, a pesar de todo, alentadora. “La solidaridad nos da alivio y esperanza para reconsturir nuestra ciudad”, dice. Ayer, se recuperaba todavía de la explosión. “Vivo a 10 cuadras y estuve herido. Me caí y todo estaba destrozado. En las calles había gritos y sangre. Ya estoy un poco mejor; ahora queda ayudar”, concluye.