Un sábado de julio, Oscar Quiroga tomó su cámara y sacó una foto “para que no se oxide” el equipo. Hace más de tres meses que no lo usaba. Todavía sigue sin poder hacerlo. Es fotógrafo de actos escolares y fiestas, actividades paralizadas desde marzo para evitar la propagación del coronavirus. Con 58 años, el hombre le dice a LA GACETA que por primera vez está al borde de la quiebra.
“Una mañana metí la mano en mi bolsillo y no tenía ni para comprarme una tortilla para desayunar”, recuerda con lágrimas en los ojos.
Hace 30 años que saca fotos y nunca había tenido que pensar en buscar otra salida para poder llegar a fin de mes. “Con mis colegas no tenemos ningún ingreso desde hace cinco meses. A algunos los he visto trabajando en carnicerías y en pizzerias”, cuenta.
Gracias a la colaboración de familiares de alumnos del Colegio Santa Rosa, donde Oscar retrata actos e izamientos de bandera, pudo levantar cabeza trabajando como cadete. “Si no fuera por la ayuda que recibí, estaría fundido. Por mi edad tengo muy pocas posibilidades de encontrar trabajo, es difícil. Encima estoy casi a la orilla de ser grupo de riesgo”, repite. Aún haciendo envíos en su moto, llegar a fin de mes sigue siendo una odisea. “Cobrás un pedido y cuando menos te das cuenta ya no tenés un peso”, dice.
El peor momento fue al principio de la cuarentena estricta, que lo encontró viviendo solo, alejado de sus hijos y de sus nietos y sin poder trabajar.
Ahí fue cuando papás y mamás de los alumnos del colegio hicieron una colecta de dinero y mercadería para ayudarlo. “Nunca pensé que iba a llegar a recibir algo sin poder ganármelo. De arriba. Mi idea es trabajar y seguir adelante como siempre, pero con esta pandemia está todo muy mal”, afirma.
Entre tantas pálidas rescata la solidaridad y el amor que recibe de quienes lo conocen por su trabajo. “Los mismos padres se acercan a saludarme o me han llamado por teléfono. No se han olvidado de mí”, afirma. Él tampoco se ha olvidado de ellos: extraña a los alumnos, que han sido los protagonistas de sus fotos durante tantos años.
No es la primera crisis que afronta Oscar, pero sí es la más dura porque quedó imposibilitado de moverse de su departamento. Si se se encontrara con el virus por la calle, el fotógrafo transformado en cadete le diría: “basta, demasiado daño has hecho ya”.