Literatura: el terror cobra fuerza en los estantes y en los jurados

Literatura: el terror cobra fuerza en los estantes y en los jurados

El género se ha revigorizado en la escena literaria argentina, con características modernas que lo acercan a la realidad, lejos de zombies y fantasmas.

PREMIADA. Mariana Enríquez, autora de “Nuestra parte de la noche”, fue galardonada con el Celsius. Introduce terror sobrenatural en la dictadura. PREMIADA. Mariana Enríquez, autora de “Nuestra parte de la noche”, fue galardonada con el Celsius. Introduce terror sobrenatural en la dictadura.
27 Julio 2020

Los premios a “Nuestra parte de la noche”, de Mariana Enríquez, y a “La claridad”, de Marcelo Luján, sumados a la reciente decisión del Fondo Nacional de las Artes de incluirlo como uno de los tres únicos géneros que se admitirán en la próxima edición de su certamen de letras, le otorgan al terror una centralidad inesperada, informa Télam. Esto venía tomando cuerpo a partir de tramas contemporáneas que captan la extrañeza de la vida cotidiana, insinúan las ambigüedades de la realidad y humanizan lo monstruoso.

La potencia actual del terror viene de la mano de una renovación que habilita el maridaje con otros géneros como la ciencia ficción o la novela negra, el desplazamiento hacia nuevos escenarios que se apartan de los fantasmas, las casas embrujadas o los pueblos poseídos, y su apertura hacia temáticas que habitualmente capitalizaba el realismo. Por caso, las secuelas de la dictadura o una idea del campo alejada de lo bucólico y ligada en cambio a la explotación y a las plantaciones tóxicas.

La narrativa argentina tiene una discontinua tradición de relatos anclados en un género que siempre fue condenado a un lugar de marginalidad, pese a que lo retomaron episódicamente autores como Antonio Di Benedetto, Abelardo Castillo, Ana María Shúa y Horacio Quiroga, que legó dos exponentes notables como “El almohadón de plumas” -la historia de una mujer que languidece por un pequeño monstruo que habita en su almohada- o “La gallina degollada”, el relato de los hermanos con retraso madurativo que asesinan a la hermana lozana e inteligente.

MARCELO LUJÁN. Su libro “La Claridad” fue premiado en España. MARCELO LUJÁN. Su libro “La Claridad” fue premiado en España.

A diferencia de esos hitos discontinuos, en los últimos tiempos el terror tomó envión en la escena literaria a partir de narradores que, casi en simultáneo, lo alojaron en sus tramas. Desde lo siniestro cuidadosamente administrado en “Distancia de rescate”, de Samanta Schweblin, hasta los abordajes más totalizantes de Diego Muzzio en “Las esferas invisibles”, Luciano Lamberti en “La masacre de Kruguer” o Mariana Enriquez en “Las que cosas que perdimos en el fuego” y “Los peligros de fumar en la cama”.

Esta refundación del terror desde una imaginería más próxima al registro realista que al regodeo sobrenatural suma adeptos entre los lectores y capta el interés de los jurados de premios, que se inclinan por a obras que sobrevuelan este género.

Sin restricciones

“Los recursos del terror clásico son maravillosos para aplicarlos a cualquier historia de ficción. Pero el terror moderno intenta modificarlos y revolverlos. Esto se observa mucho en el audiovisual: desde el punto de vista narrativo, ¿qué diferencia hay entre los zombies de ‘The Walking Dead’ y los de esa serie francesa extraordinaria que es ‘Les Revenants’? Una abismal. No solo por la apariencia física, sino porque a estos últimos se los está humanizando por completo. Son renacidos con problemas humanos. Entonces, son humanos. Por ende, el componente fantástico queda en un segundo plano y la lectura de la historia se instala, increíblemente, en el naturalismo. El muerto que vuelve a la vida y no tiene casa porque sus hijos la vendieron y ya se repartieron la herencia, es un problema del todo humano. Deberíamos empezar a diferenciar estas cuestiones, deberíamos saber leer estos conceptos del antimonstruo o del antifantasma”, señala.

¿El terror es un género que habilita experiencias infrecuentes para los que escriben ficción: que permite tematizar sobre lo inexplicable, incluir un conjunto de inquietudes que el realismo tal vez restringe? “Todo eso. Aunque supongo que en mi caso escribo terror, fantástico o ciencia ficción porque también me da la posibilidad de experimentar algo que sucede solo en el ámbito de lo literario, que es una imitación artificial de lo real. Es una búsqueda casi religiosa” sostiene Lamberti.

“¿Porque veo y leo y escribo terror? En una realidad donde la experiencia se escatima cada vez más, donde vivimos flotando en el líquido amniótico de internet, una experiencia fuerte e intensa, es un bien muy preciado. Además: es divertido”, agrega el autor de “La casa de los eucaliptos” y “La maestra rural”.

El escritor y editor Ricardo Romero indica que el terror, como también el fantástico o la ciencia ficción, antes que nada le interesan “como lector, como espectador”. “Y eso hace que inevitablemente atraviesen de una u otra forma mi escritura. Es una forma de relacionarme con el mundo, de experimentar el mundo”, apunta.

“El elemento fundamental, creo, sigue siendo lo desconocido. Lovecraft, en ese sentido, es completamente contemporáneo: el terror cósmico, inasible, amorfo, que pone en perspectiva nuestra insignificancia. ‘El innombrable’ de Beckett, es una extraordinaria novela, si no de terror, al menos terrorífica. A veces eso desconocido se articula dentro de la temática, del argumento, pero muchas veces está en el clima, en la articulación poética, incluso en la sintaxis”, sostiene Romero.

Amplio y receptivo

Muchos de los autores que transitan hoy el terror lo hacen a través de formatos híbridos que no necesariamente los inscriben de lleno como cultores del terror, pese a que apelan a algunos de sus arquetipos “vampiros, zombis, mutantes o payasos siniestros, y al viejo tópico de que las cosas no son lo que parecen, renovado en historias donde lo inquietante está asociado a la depresión, el maltrato familiar, la violencia de género o el abuso de drogas.

Lamberti advierte que el terror puede irrumpir en textos que a priori no fueron pensados bajo los protocolos de dicho género: “hay ciertos climas de Saer, por ejemplo, que son terroríficos: su descripción de lo rural como de una zona llena de amenazas genera atmósferas muy inquietantes y perturbadoras. El terror, como cualquier género, es amplio, y suele contagiar a escritores que no soñarían con escribir género”, asegura.

“No sé qué elementos convierten a un texto de ficción en un cuento de terror, porque me gusta que eso lo exprese y sienta el lector. Evidentemente, si en la primera página de un cuento confirmamos la presencia de un fantasma, de un zombie, de un vampiro, el relato querrá escorarse hacia el terror. Pero no es excluyente. Y ahí entra en juego la humanización de ese ser, en principio, extraordinario”, explica Luján.

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