Todo está resumido en 143 minutos. De tres cámaras de seguridad de particulares, los investigadores obtuvieron 12 fotogramas que consideran clave. Esos cuadros fueron fundamentales para la pesquisa, ya que habrían ubicado a Jorge Leonardo Herrera en el lugar y en el horario en que fue asesinado el párroco Oscar Juárez.
Las secuencias muestran la llegada del sacerdote a la vivienda de Norma Velárdez, la secretaria de la parroquia. Media hora después, se ve salir a Herrera de la casa ubicada en Hernán Cortés al 3.200, después de que supuestamente cenara con ellos. Luego, según declaró la madre, el joven se marchó con destino a la casa de su novia en Yerba Buena y regresó a su domicilio a la 1. Pero esa versión estaría desvirtuada en las imágenes de las cámaras.
Herrera, después de salir de su casa, sería quien estacionó en Castro Barros 56, en diagonal al templo, a las 22.06. De allí, según los registros fílmicos, cruzó hacia el sector de la parroquia y de ahí se lo pierde de vista. A las 22.41, arribó a la casa parroquial Juárez. El sospechoso se retiró del lugar a las 23.35, casi una hora después de la llegada del sacerdote, con rumbo desconocido.
Otro dato importante: el sospechoso parte del lugar donde había dejado estacionado el vehículo, pero el arribo de Herrera a su casa fue a las 23.51. ¿Qué pasó en esos 15 minutos? Es todo un misterio, pero los investigadores sospechan que podría haber utilizado ese tiempo para eliminar el arma que habría utilizado para apuñalar 15 veces al párroco.
Por ese motivo, la fiscala Adriana Giannoni ordenó un rastrillaje en la zona donde podría haber arrojado el arma blanca. Por el tiempo que tardó, los pesquisas sospechan que podría haberlo arrojado en el canal que recorre el camino del Perú. Ayer el personal de la división Homicidios, al mando de los comisarios Jorge Dib, Diego Bernachi y Juana Estequiño, con colaboración de Bomberos y de la Policía Lacustre, realizaba un rastrillaje por la zona.
La teoría de la fiscala es que Herrera habría ingresado por el costado del templo a la casa para apoderarse de una suma de dinero y, al ser descubierto por Juárez y por temor que lo denunciara, podría haberlo asesinado. Los investigadores tenían las imágenes que, según su criterio, ubicaban al imputado en la escena del crimen. Después encontrarían las prendas que tenía puestas Herrera la noche del homicidio y que estarían manchadas con sangre. Pero el gran interrogante era: ¿qué le podrían haber buscado al sacerdote si todos los allegados sabían que no era una persona adinerada? Las dudas comenzaron a despejarse el martes por la tarde. José Bautista Juárez, hermano de la víctima, se presentó en tribunales y pidió hablar con la fiscala Giannoni. Le entregó un paquete donde había U$S 67.000 (más de $8,3 millones, según la cotización del dólar paralelo) que le había entregado el lunes 13 (un día antes de su muerte) para que se los cuidara. El origen de esa suma de dinero aún no fue esclarecido.
“Lo venimos sosteniendo desde un primer momento. Las imágenes no son una prueba contundente porque no se observa el dominio del vehículo y tampoco se lo puede identificar. Ni hablar de que realmente haya ingresado a la casa parroquial. Eso tendrá que estudiarse, pero esto no resuelve nada”, explicaron Manuel Pedernera y Lucas Ramón, defensores del acusado.