
La Universidad Nacional de Tucumán cumplía su primer cuarto de siglo de vida. Corría julio de 1939 y los actos duraron varios días. Charlas, conferencias y disertaciones se sucedieron ininterrumpidamente. Figuras de la cultura, el arte, la ciencia, la política, la filosofía entre otras ramas del saber se dieron cita en nuestra provincia para honrar a la Casa de Estudios que había fundado Juan B. Terán en 1914.
Una de aquellas fue Bernardo Houssay, el reconocido médico e investigador argentino que por entonces ya era renombrado en los círculos científicos pero al que aún le restaban ocho años para su reconocimiento mundial cuando en 1947 obtuvo el Premio Nobel de Medicina por su investigación sobre el metabolismo de los hidratos de carbono hecho que permitió dar un gran salto en la lucha contra la diabetes.
Volviendo a su visita a Tucumán, la primera conferencia la realizó en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, creada un año antes, y versó sobre “Hipertensión de origen renal”. Su presentación estuvo a cargo del mismísimo rector Julio Prebisch. En aquellos años ya venía precedido de un gran reconocimiento por el trabajo que venía desarrollando en la Universidad de Buenos Aires.
En su agenda, bastante intensa, se dio tiempo para visitar varios institutos y oficinas de investigación de la universidad. Uno fue el Instituto Miguel Lillo donde estuvo acompañado por los profesores Francisco Cignoli y Carlos Cardini. El director de la institución, Rodolfo Schereiter, lo recibió. “Recorrieron todas las dependencias del establecimiento e informándose detenidamente acerca de las diversas colecciones y objetos científicos que se guardan”, señalaba nuestra crónica, que agregaba sobre el visitante, que al abandonar el lugar se “llevaba una inmejorable impresión de todas las colecciones, lamentando sólo que no se dispusiera de una mayor comodidad y amplitud para darles una ubicación que las hiciera más accesibles a la vista de los observadores”.
También visitó la Granja Modelo de la que se mostró “gratamente impresionado por el progreso mecánico de sus instalaciones y la perfección con que se desenvuelve, por lo que ha logrado perfilarse como uno de los primeros de Sud América”.
El científico permaneció durante varios días en nuestra provincia y se despidió de los tucumanos el 14 de julio en el tren Central Argentino. Fue despedido por el rector Prebisch, miembros del consejo superior y profesores de la UNT.
Virla y Houssay
En 1939, el rector Prebisch era acompañado en el Consejo Superior por los ingenieros Juan Tinivella, Arturo Guzmán y Adolfo Ibáñez, los doctores Roberto Berho, Rodolfo Pepe, Eugenio Puciarelli y Eduardo Sabaté, además de Alfredo Coviello y Elio Rodríguez Marquina. Los delegados estudiantiles eran Eugenio Virla y Hernando Klelmans. Nos detenemos en Virla, quien luego se convertiría en ingeniero y más tarde en rector de nuestra universidad.
Virla era rector, en 1964, cuando se cruzó con Houssay, que ya era premio Nobel, en el segundo Coloquio sobre Metabolismo de los Hidratos de Carbono que organizó la Facultad de Bioquímica de la Universidad de Tucumán.
En uno de los tramos de su exposición, Houssay reconoció los beneficios que trae la ciencia al afirmar que en el último siglo había logrado elevar en 20 años el promedio de vida de los hombres, y sobre la ciencia enfatizó que es la permanente indagación en búsqueda de nuevas verdades. Además, se refirió a la investigación como una actitud implícita en el hombre.
Niño genio
Según sintetiza la Revista Argentina de Endocrinología y Metabolismo Houssay nació el 10 de abril de 1887 y fue un niño genio.
Concluyó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires con apenas 13 años. En 1901 ingresó en la Escuela de Farmacia de la Universidad de Buenos Aires ya que su intención era hacerlo en Medicina, pero con apenas 14 años era muy joven para anotarse en ella.
En tres años se recibió de farmacéutico. Ingresó en Medicina con 17 años. A los 23 se graduó con diploma de honor y su tesis “Estudios sobre la acción fisiológica de los extractos hipofisarios” recibió el premio a la mejor tesis doctoral.
Al graduarse en 1911 comenzó a atender el servicio médico del Hospital Alvear. En 1913 fue nombrado Jefe de Sala y se interesó en problemas clínicos.
Cuatro años después renunció a su cargo en el hospital para trabajar exclusivamente en fisiología, cosa que había hecho varios años antes. En 1909, aún estudiante, había estado a cargo del laboratorio de bioquímica en el departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina.
En 1910, por recomendación de Horacio Piñero, profesor de fisiología en Medicina, el decano de Agronomía y Veterinaria Pedro Arata lo nombró provisoriamente en la cátedra de Fisiología de la Escuela de Veterinaria, y en 1912 fue designado profesor titular.
En 1919 alcanzó el cargo de profesor de Fisiología. Comenzó su investigación estudiando la hipófisis. Su primer trabajo. publicado en 1910 en la revista de la Universidad de Buenos Aires, fue sobre la hipófisis de la rana. Su primer trabajo importante fue un estudio sobre la actividad de los extractos hipofisarios, que utilizó como tema de tesis para su doctorado en 1911.
Cuando recibió el premio Nobel en 1947 nuestro diario publicó la noticia en tapa y expresaba: “el destacado hombre de ciencias argentino fue distinguido por la academia sueca con el premio Nobel de Medicina y Fisiología”. Agregaba que era el segundo argentino en obtener un Nobel tras el de la Paz que había recibido Carlos Saavedra Lamas en 1936 por su actuación para lograr la paz entre bolivianos y paraguayos por la Guerra del Chaco.
Logros
Más de 500 artículos y libros contienen los resultados de sus descubrimientos. Fue Doctor Honoris Causa en 27 universidades, como las de París, Harvard, Oxford y Cambridge. Ingresó a la Academia de Medicina en 1927 y fue su presidente de 1936 a 1937. Por sus opiniones políticas volcadas hacia la causa de los aliados en la Segunda Guerra Mundial fue destituido de sus cargos universitarios por las autoridades del golpe de 1943. Siguió haciendo investigación en un laboratorio equipado con fondos privados, el Instituto de Biología y Medicina Experimental. No pudo volver a la universidad hasta 1955. Al hacerlo sus impulsos se volcaron a la creación del Conicet, hecho que logró en 1958, y que dirigió hasta su muerte en 1971.