La imaginación sale a relucir en tiempos de crisis

La imaginación sale a relucir en tiempos de crisis

La pandemia puso una vez más a prueba a los argentinos, que tuvieron que ingeniárselas para hacerle frente a los efectos del aislamiento obligatorio.

12 Julio 2020

Las crisis económicas son una constante en el país. En diferentes momentos a lo largo de muchas décadas la sensación de agobio se repitió sin importar quienes gobernaban. La experiencia acumulada con el paso del tiempo, convirtió a los argentinos en pilotos de tormentas para dejar atrás etapas que quedan marcadas en el tiempo. Después de superar una situación extrema que deja vacíos los bolsillos de la gente y aumenta el número de pobres, muchos piensan que nada puede ser peor. Sin embargo, siempre hay algo más. La pandemia de coronavirus atacó con fuerza los cimientos de la economía mundial, aunque golpeó con mayor dureza en aquellos países que tenían las defensa bajas. La Argentina esta en esta última línea.

Casi cuatro meses de cuarentena es demasiado tiempo para cualquiera, pero en especial en la Argentina, donde el rumbo económico se perdió hace tiempo y por ahora nadie puede encontrar la brújula que permita recuperar el norte para encarar la recuperación que todos anhelan, algunos prometen pero nadie resulta capaz de lograrlo. La pandemia puso una vez más a prueba a los argentinos. Negocios cerrados, fábricas que ya no producen en los niveles habituales y actividades que no están permitidas desarrollar durante el aislamiento obligatorio. Con ese panorama, la angustia y desesperación se instaló en los hogares de millones de personas que se vieron afectados por esta inesperada situación, tuvieron que hacer malabarismos para seguir adelante. Muchos quedaron golpeados.

Unos más que otros. Algunos tal vez no puedan recuperarse en el corto plazo. Otros tendrán que empezar de nuevo y recuperar lo perdido no será sencillo. El pedido desesperado y el llanto de los perjudicados salieron a la luz en diferente medios durante las últimas semanas y sus reclamos se volcaron a las calles pese a las recomendaciones sanitarias.

Pero no todos claudicaron. Están los que lograron reconvertirse en medio del caos y buscaron alternativas que hasta hace unos meses no figuraban en ninguna agenda. Sin embargo, a partir de la aparición del coronavirus se convirtieron en una vía de escape a tanta incertidumbre. La metamorfosis de los argentinos funcionó una vez más. Cuando los bares se cerraron, muchos mozos recurrieron a la bicicleta o la moto para repartir alimentos, un rubro que en el arranque de la cuarentena se convirtió en una alternativa para los desempleados. Las calles se llenaron de jóvenes -y no tanto- que salieron con el tradicional bolso o mochila de las empresa de delivery a entregar puerta a puerta las compras realizadas a través de las aplicaciones que se instalan en los celulares. Muchos comenzaron a vender alcohol en gel a domicilio. Las modistas o costureras dejaron de diseñar ropas y comenzaron a producir barbijos o tapabocas, elementos que todo el mundo usa y cuya demanda fue en aumento a medida que las autoridades sanitarias recomendaron su uso. En los negocios de barrios comenzaron a leerse mensajes ofreciendo alcohol en gel o desinfectantes.

En Buenos Aires, una de las remiserías más importante que tiene los derechos para operar en el aeropuerto de Ezeiza, apenas se cerró la estación aérea convirtieron su oficina y centro de operaciones en una verdulería. Además, utilizaron los vehículos para repartir los pedidos de sus clientes. Beneficiarios del IFE usaron esa ayuda económica para encarar pequeños emprendimientos personales. En ellos se refleja el ADN de un pueblo que conoce de crisis económicas como pocos. Esos que tienen el coraje de hacerle frente a todo. Incluso a la pandemia.

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