“Ayer se celebró por el superior Gobierno e ilustre Municipio el aniversario de nuestra Independencia con misa solemne y Te Deum a que asistió el Excelentísimo señor gral. jefe del Estado Mayor y demás oficiales generales, jefes y oficiales de los Cuerpos. Por la tarde el Ejército se presentó en línea, y evolucionó con la mayor perfección, haciendo descargas por compañías, y por último un fuego sostenido a discreción que manifiesta la pericia de la tropa (…)
¡Compañeros! Hoy cumple un año la Independencia de nuestra Nación: casi del seno de la desgracia salimos por nosotros mismos a contarnos en el número de las que figuran en el Mundo. El bárbaro e intruso Rey, q. declaró la guerra injusta que sufrimos, felizmente aceleró ese momento que tanto deseábamos para romper y destrozar las cadenas que por 300 años nos ataron a esa horrenda dominación (…)”.
Esa fue la primera noticia publicada en Tucumán (bastante corregida en su forma y resumida en su extensión). Decimos: la primera noticia impresa. Antes se voceaban, se chismoseaban, se escribían a mano y se pegaban en las esquinas. Las noticias corrían de boca en boca en las pulperías, carnicerías y otros comercios. Ahora, una máquina las podía reproducir en decenas de copias, en papeles impresos, livianos, volantes, llenos de ideas y de información.
La noticia de arriba corresponde al número 1 del Diario Militar del Ejército auxiliador del Perú. Publicada el 10 de julio de 1817. El diario se abría con una larga explicación de la importancia de instruir a los oficiales del ejército y terminaba relatando el festejo del primer aniversario de nuestra independencia. La imprenta de donde salió, fue la primera del norte. Si contamos que en el siglo XVIII los jesuitas trajeron dos, una a las Misiones guaraníes, y otra a Córdoba, la que luego fue llevada a Buenos Aires, la de Tucumán fue la tercera en la historia argentina.
Instrucción
Carecemos de datos precisos, pero es de suponer que los redactores hayan sido Francisco Antonio Pinto y el mismo Belgrano, Comandante y responsable de la imprenta. Las publicaciones estaban destinadas a formar e informar a los oficiales del ejército. Por su nombre “Diario Militar”, podemos pensar en contenidos exclusivamente castrenses pero, como vimos, entre ellos se colaba el interés general. Seguramente tienen que haber sido leídas también por la élite civil tucumana, pues la imbricación de personal militar y población civil fue importante, en especial en la etapa en que se instaló la máquina. Ese último período del ejército, entre 1816 y 1819, comenzó a ser revisado con mayor atención por los académicos. La historiografía contemporánea apunta a la idea de que, a partir de la derrota de Sipe Sipe, el Ejército del Norte se instaló en Tucumán para cumplir una nueva función: resguardar el orden de los convulsionados pueblos del interior. Para cumplir esta misión, la fuerza debía abandonar las expediciones altoperuanas, pero mantenerse alerta e instruida. En ese contexto el diario cumplió un rol vital.
El Diario se publicó durante un año y medio, hasta su número 78, de diciembre de 1818, aunque hay autores que aseguran que se mantuvo hasta principios del 19. Los números eran semanales y se publicaban bajo el pie “Imprenta del Ejército”. Las tiradas eran pequeñas seguramente de no muchas decenas, quizás no más de 100 ejemplares. La mayoría de los autores suponen que Belgrano y Pinto se ocuparon de conseguir la imprenta en Europa, en el viaje de 1815, aunque de eso, como veremos, no hay mayores certezas.
Belgrano
La mayor colección de originales del Diario los tiene el Museo Mitre de Buenos Aires que, en un típico movimiento argentino, se apropió de material que había sido guardado en el Archivo de la provincia de Tucumán. Se supone que hayan ido a parar ahí cuando se escribió la biografía del prócer. En ese museo porteño hay 12 ejemplares del Diario Militar (N°s 1 a 11, entre el 10 de julio y el 18 de septiembre de 1817; y N° 36, de 12 de marzo de 1818).
La operación de Belgrano de instalar una imprenta y cursos de matemáticas en una fuerza militar, dan una imagen de las pretensiones ilustradas de sus ideas. Belgrano mostró a lo largo de su carrera pública un enorme interés por la instrucción y el estudio. Era inconcebible un hombre libre sin esas cualidades. Tanto su acción temprana, como secretario del Consulado, como sus posteriores intervenciones revolucionarias, parecen orientarse hacia la construcción de una sociedad fundada en el acceso a los instrumentos de conocimiento. De la lectura de los diarios del ejército se extraen lecciones de instrucción militar y moral. En esos textos, las noticias son escuetas, aunque muy útiles, porque mantienen la tensión intelectual y emocional en una tropa sedentaria. También estos contenidos son coherentes con la intención de mantener a la oficialidad instruida, y son complementarios con los objetivos de los cursos de matemáticas, que se dictan en los terrenos de la Ciudadela. Los beneficios se dan no sólo en el orden de las ideas, pues junto a la máquina aparecen nuevos oficios: “redactores, editores y directores de imprenta”, enumera Facundo Nanni, quien se dedica estudiar los impresos de esa época.
La máquina
Una vez retirado el Congreso, a principios de 1817, la casa de la familia Laguna (la Casa Histórica) continuó ocupada por la comandancia del ejército revolucionario. Las primeras referencias a la imprenta aparecen en esos momentos: está instalada en una de sus habitaciones. Cuando dos años después, el ejército es el que abandona la ciudad, la prensa queda en manos del gobierno provincial. En esta condición, de instrumento del poder ejecutivo de turno, pasará por varios gobiernos, hasta ser vendida, muy deteriorada, a la provincia de Santiago del Estero, en 1854. Cinco años después, luego de una esmerada reconstrucción, imprimió “El Guardia Nacional”, primer periódico santiagueño. La máquina era una prensa simple, pequeña: un bulto de menos de 50 cm. de lado, que podría haber ocupado sólo una pequeña mesa. Se la llamaba “volante”, porque su tamaño y peso le permitía ser transportada a lomo de burro, para imprimir desde cualquier sitio.
El Cabildo de Buenos Aires exhibe una, fichada como del Ejército del Perú. Está construida en madera y bronce. Pesa unos 18 kg. Como muchos otros tucumanos, Pedro Cornet, de la Junta de Estudios Históricos, afirma que su posible origen está en el viaje de Belgrano a Inglaterra; pero para el Instituto Nacional Belgraniano, la imprenta ya estaba en manos del Ejército del Norte en la primera comandancia de Belgrano. Hay algo curioso en esa información que comparten con el Museo del Cabildo en Facebook. Dicen que la imprenta fue transportada por el Ejército durante sus campañas, lo que afirmaría que la prensa no llegó desde Londres, en 1815, sino desde Buenos Aires mucho más temprano, en 1812, aunque no se instaló en Tucumán sino que siguió el derrotero del ejército, transportada en mulas.
Interrogantes
¿Qué sabemos, a ciencia cierta, de la máquina en sí? ¿Tenemos forma de conocerla a través de los impresos? ¿Es posible cotejar los impresos del Museo Mitre con la máquina del Cabildo? Son preguntas para especialistas en prensas e historia del oficio. En la que mostramos en este artículo, una placa de bronce reza “Howard & Jones - Fabricantes Londres, Eugenio Cuarín - Madrid - Proveedores de la Real Casa”. Con este dato podemos sugerir que el periplo de la pieza fue Londres, Madrid, Buenos Aires y Tucumán, con posibles viajes por todo el norte y el Alto Perú. Eso también es materia para investigar. En la Casa Belgraniana de Tucumán, la imprenta que se expone es una réplica de aquella que se exhibe en Buenos Aires. En 1980, el Instituto Nacional Belgraniano incorporó la pieza a su acervo. Hace unos años, la institución la cedió al Museo del Cabildo y encargó una réplica para enviar a Tucumán. No podemos dejar de notar un importante hueco documental entre la máquina ya instalada en Santiago y su “aparición” en 1980. No está en mal estado, pero carece por completo de los segmentos de armado de textos y las piezas tipográficas.
El tema de la máquina puede ser poco claro, pero donde no hay dudas es en la utilidad y crecimiento que significó su incorporación al cuerpo militar revolucionario y a las posteriores administraciones civiles de la provincia. Una verdadera máquina de cultura. En el número 36, del día 12 de marzo de 1818, se publicaba el resultado de un certamen de aritmética organizado por la Academia: “Ayer 11 se presentó al público un espectáculo interesante, que manifiesta los grandes destinos a que la Patria se elevará por sus hijos (…) Jefes y oficiales de los cuerpos, (asistieron junto a) vecinos de todas profesiones. (Los cadetes) fueron interrogados por varios de los concurrentes, a los que respondieron con inteligencia y destreza (…). El premio de un sable con inscripción alusiva (…) fue entregado por S.E. después de haber exhortado a los caballeros jóvenes a igual constancia y aplicación en las materias que siguen estudiando”.