El acertado epílogo de un gran culebrón filosófico

El acertado epílogo de un gran culebrón filosófico

“Dark 3”. Muy buena. Serie / Por Netflix

EL VIAJE DEL HÉROE. Jonas y Martha lo completan al cabo de 26 episodios resueltos con pleno didactismo. EL VIAJE DEL HÉROE. Jonas y Martha lo completan al cabo de 26 episodios resueltos con pleno didactismo.


Cabían dos temores entre los fans de “Dark”: que el final no terminara de entenderse (como en “Lost”) o que los dejara insatisfechos (como en “Game of Thrones”). Ni lo uno ni lo otro. El desenlace de la serie hasta peca de sobreexplicado, porque buena parte del último capítulo es casi un monólogo en el que Claudia Tiedemann -la dueña de la verdad, a fin de cuentas- detalla, con pelos y señales, cómo funcionan las cosas. Hasta da la sensación de que Baran bo Odar y Jantje Friese, que además de creadores de la serie son marido y mujer, porque “Dark” es un gran asunto de familia, se esforzaron por espantar al fantasma de “Lost” y colmaron al epílogo de un didactismo inexistente hasta ese momento en el show.

Tan críptica en su elaboración, “Dark” concluye abriéndose como una flor y cumple la promesa de cerrar el ciclo, ese loop apocalíptico encorsetado en la falsa placidez de Winden, su planta nuclear y los desdichados vecinos que van y vienen en el tiempo hasta quedar, como el descorazonado Adam, chamuscados en cuerpo y alma.

En gran medida, el éxito de “Dark” se debe a su capacidad para arrimar públicos de lo más variopintos, abocados con la tenacidad propia de los buenos alumnos a desmenuzar los tutoriales de YouTube que explican quién es quién, cuándo es cuándo y dónde es dónde. Si la conversación de GOT giraba en torno a quién ganaría el juego de tronos, la de “Dark” sigue el derrotero de personajes que ahora están y dentro de un rato quién sabe. En ese sentido, mientras la lógica de GOT era la del poder, la de “Dark” pasa por la identidad.

Hay quienes disfrutan “Dark” desde lo puramente emocional, porque -a no olvidarlo- se trata de una historia de amor que de tan gigantesca salta todas las reglas. Jonas (Louis Hofmann) y Martha (Lisa Vicari) completan el viaje del héroe tomados de la mano, y como en todo buen folletín, el mar coral de relaciones entre padres, hijos, hermanos, parejas, amantes y amigos que cruza los 26 capítulos encuentra, de algún modo, su cierre. Crímenes, traiciones y redenciones constituyen la sal de la vida de “Dark” porque esto es televisión. Y es Netflix. Tal vez lo que haya fundado “Dark” sea un género: la telenovela filosófica. O el culebrón antropológico. Quién sabe.

Intertextualidad a full

La cuna del saber clásico está en la antigua Grecia, pero el pensamiento moderno es cosa de Alemania (“los alemanes piensan, los estadounidenses narran”, a no olvidarlo). El cimiento filosófico de “Dark” es amplio, pero también se presta a interpretaciones de lo más exageradas. La serie no se priva de abordar un sinfín de temáticas: tiempo y espacio, vida y muerte, el ser y la nada -colando a Sartre en la discusión-, luz y oscuridad (ese vacío absoluto al que Adam visualizó como el verdadero paraíso) y la mitología judeocristiana representada por Adanes y Evas repartidos por aquí y por allá. Y la cuestión de los universos paralelos, claro, punto de partida para desatar el nudo que formó bandos y desató una guerra cuyo botín fue un conocimiento totalmente equivocado.

“Dark” surfea sobre la obra de Kant y de Heidegger, interpela a Hegel desde su propia concepción de la historia y a Jaspers cuando aborda la cuestión de la culpa. Pero lo hace desde una respetuosa distancia, porque es una serie de TV, no un manual de filosofía. Muchos la vean como un tratado de hermetismo y descubren en la simbología principios alquímicos y mensajes ocultos que, apelando a la jerga, obedecen más a la lógica del easter egg. En todo caso, en procura de respuestas, la lectura de “Ser y tiempo” es más apropiada que los viajes fantásticos de Jonas y compañía.

A favor de “Dark” juega una genuina honestidad intelectual en la construcción de su narrativa. Encontró originalidad en un tema remanido de la ciencia ficción moderna, lo abordó con altura, cuando hizo falta echó mano a recursos infalibles (como el experimento del gato de Schrödinger) y jamás lució presuntuosa ni pagada de sí misma. “Dark” tenía todo para pecar de pretenciosa -como esas películas en las que Christopher Nolan intenta imitar a Stanley Kubrick- y gracias a su profunda humanidad evitó el traspié. Se agradece.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios