La pandemia, más allá de lo sanitario, había puesto a la dirigencia oficialista en una suerte de subibaja en cuanto a la relación del binomio Juan Manzur-Osvaldo Jaldo, a la de sus respectivos “seguidores” y a la de distintos oportunistas que operaban por lo bajo para sacar rédito de ese río revuelto.
Ahora, el gobernador y el vice le inocularon una vacuna a los que diseminaban el virus de la discordia: se sentaron a hablar, comenzaron a mostrarse juntos en distintos actos y le pusieron fin -al menos por ahora- a la Guerra Fría entre ambos.
Incluso el influyente Juan Antonio Ruiz Olivares deslizó la posibilidad de que la fórmula para 2023 sea Jaldo-Manzur. Con ello les avisó a varios que la “vieja guardia” continúa vigente y marcando la cancha. Es que había varios “jóvenes” que sentían que venían a ser una suerte de renovación del peronismo y que iban a empezar a ocupar casilleros importantes en cuanto a candidaturas para las nacionales del año próximo e incluso para la próxima renovación provincial. Por ahora, los mandaron a callar. Literalmente. Por caso, un par de intendentes y un ministro que se venían poniendo sacos de candidatos bajaron el perfil casi hasta el nivel del suelo. Son, además, los sindicados como fogoneros de campañas de desprestigio que proliferaron en las redes sociales. Incluso la Policía ya tendría identificado el origen de los libelos contra autoridades del Poder Legislativo, pero por ahora los propios afectados decidieron guardar la carpeta en algún cajón. La sacarán si los panfletos comienzan a aparecer nuevamente.
En la Cámara circula además otra versión, que indica que Jaldo podría aceptar una eventual reforma de la Constitución. La hacen correr los manzuristas, claro está, que ven a un vicegobernador resignado ante la potencia y presencia nacional de Manzur. Esa teoría avala la continuidad del acuerdo entre ambos dirigentes, pero repitiendo fórmula y no cambiando de lugar entre los actuales líderes políticos.
Hasta Germán Alfaro se acomodó en esta suerte de cierre de filas en el peronismo más tradicional. El intendente se reúne cada vez con mayor asiduidad con el gobernador. No tan sólo eso. Ayer mandó a contradecir a una de sus espadas durante su primera gestión como intendente y actualmente en la Legislatura. Walter Berarducci, ex funcionario de Alfaro, criticó duro a Manzur y al ministro de Seguridad, Claudio Maley. A los pocos minutos, el actual secretario de Gobierno, Rodolfo Ocaranza, lo contradijo en LA GACETA Play con los tapones de punta. “Las declaraciones de Berarducci son como mínimo desafortunadas en momentos en que el Gobierno nos está ayudando y hay una buena relación con el municipio”, fue lo más leve que el funcionario lanzó contra uno de los líderes del Partido por la Justicia Social que encabeza el propio Alfaro. Un mensaje para anotar de cara a lo que puede pasar en un futuro no tan lejano.
En boca del país
Con el panorama interno del binomio gobernante despejado, las preocupaciones están centradas -además de en la pandemia- en la crisis de inseguridad, particularmente en yerros de Maley respecto de la actuación policial. Aquí podría haber diferencias entre Manzur y Jaldo, al menos por lo bajo. El gobernador insiste con su férrea defensa hacia el ministro, mientras que su vice como mínimo tendría la postura de que ya es indefendible. Algo similar estarían barruntando en el Ministerio Público Fiscal. Habrá que ver si esta suerte de “soltada de manos” de esos dos poderes al ministro tiene peso o si el gobernador continúa estoico con su postura.
Lo de Maley ya es todo un caso en sí mismo y su desempeño -o al menos sus dichos- se están cuestionando a nivel nacional. ¿Hasta cuándo la gestión Fernández-Fernández se mantendrá al margen? Es difícil saberlo, pero no pasa desapercibido que en Tucumán murieron dos personas por el presunto abuso de poder de las fuerzas de seguridad. Y la defensa de los derechos humanos en este tipo de casos es bandera de la administración nacional. Ya hasta la ONU se involucró en el caso Espinoza, por ejemplo.
Nueva cara en la oposición
Respecto del espectro opositor, la dispersión de fuerzas en la otrora alianza de Juntos por el Cambio permite que alumbren nuevos personajes que desde algunos sectores observan con la ilusión de que pueda ser la “cara nueva” que en un futuro le dé pelea al peronismo. Se trata del presidente de la Sociedad Rural, Sebastián Murga.
El ruralista viene siendo crítico con temas puntuales que afectan no tan sólo a su actividad, sino también a otros sectores sociales. El crimen de “Pepe” Porcel volvió a ponerlo en el centro de la escena, ya que fue la Rural y otras organizaciones del campo las que armaron, difundieron y plantearon un férreo reclamo por más seguridad, que se dirigió a los tres poderes del Estado. Con el caso Vicentin, Murga ya había salido a cuestionar con fuerza al Gobierno nacional y a pedir a la sociedad civil que no se quedara de brazos cruzados ante lo que llamó un “atropello” a las instituciones.
Habrá que ver qué sucede y si el ruralista efectivamente estaría dispuesto a meterse en política. Y si los líderes opositores serían capaces de aceptarlo, apoyarlo con su estructura y apostar a un recambio de figuras.