Pese a las barricadas y a los controles, dos veces entró el coronavirus a Concepción. Pero una conjunción de factores (el trabajo de los agentes de la salud, la colaboración de la comunidad, la gestión de las autoridades locales y provinciales, el azar, ¿alguna entidad celestial?) logró que la covid-19 no llegara a esparcirse entre los residentes de la segunda ciudad de la provincia. Así, la “Perla del Sur” llegó a los 100 días de cuarentena sin contabilizar casos importados ni autóctonos. Eso sí: al margen de lo que indican los tests, los casi 75.000 concepcionenses viven en la “nueva normalidad”, en un mundo que funciona en “modo pandemia” y al ritmo de los protocolos sanitarios.
La primera vez que la enfermedad anduvo dando vueltas por Concepción fue, paradójicamente, por el contagio de un médico que atendía en el Hospital Regional Miguel Belascuain, el más importante del sur tucumano. El especialista vivía en Monteros. Había llegado de Brasil y el lunes 16 de marzo se presentó a trabajar. Cuando se constaró que era positivo de covid-19 se disparó la alerta epidemiológica. Eso sí: los estudios efectuados a quienes habían tenido contacto con el médico dieron negativo. Toda Concepción respiró aliviada.
El segundo episodio tuvo por protagonista a una mujer de una localidad cercana. Ella y su esposo habían viajado a Buenos Aires por un tratamiento médico, y al regresar fueron alojados de manera preventiva en la Casa Caná de Galilea, un hogar de retiro espiritual de Concepción. Fue entonces cuando se le detectó coronavirus a la mujer, por lo que fue trasladada a la capital. Como en el caso anterior, no se registraron contagios por vínculo estrecho, por lo que la covid-19 no avanzó.
De todas maneras, la pandemia tuvo un innegable impacto en la vida de los concepcionenses. Alejandro, que vende suculentos churros en la plaza central, pasa la jornada con guantes y barbijo. Y reniega cuando ve que en la fila del banco las personas se agolpan. “Mucha gente no entiende cuando le dicen: un metro para atrás”, afirma el vendedor. María Angela Salvatierra, de 69 años, forma parte de la extensa cola -más de media cuadra-, y se queja por la atención. “Hay otras señoras mayores que se han ido porque no podían esperar más. Estamos todos en riesgo, vimos que el virus está de vuelta en Tucumán. Con el frío que hace, al menos que nos pongan una carpa”, exclama, tapaboca mediante.
Los vecinos de Concepción pasaron los 100 días de cuarentena como esas películas de misterio en las que el monstruo provoca miedo incluso sin aparecer en la pantalla. Lo vieron pasar cerca, sí. Y si bien muchos tomaron nota del peligro, no son pocos los que parecen relajados, confiados en que el virus quedará atrapado en las barricadas o en los controles que flanquean la entrada a la ciudad.