En 100 días de cuarentena uno se replantea muchas cosas. Creo que en este tiempo he pasado por todos los niveles emocionales de una persona: bronca, temor, angustia, esperanza, etc. Por un problema respiratorio pertenezco al grupo de riesgo, al igual que mis padres, que están cerca de los 80 años. Por eso, al principio sentí miedo.
Sin embargo, se puede mirar desde otro lado, desde la esperanza. Preguntarnos qué nos quiere decir Dios con todo esto. Lo veo como una lección de cómo son las cosas y cómo deberían ser. En nuestro encierro el planeta mostró signos de recuperación, y eso nos indica algo muy claro. Algo que debemos entender y cambiar.
Y en este tiempo para reflexionar tuvimos tiempo de conocernos a nosotros mismos, cosa que no hacemos porque las ocupaciones diarias no nos dejan parar la moto. Por supuesto, con la flexibilización ya no tenemos tanto tiempo como al principio, pero yo sigo escarbando en algunas cosas que creo que debo corregir, o algunas incluso dejarlas de lado.
Este período me va dejando muchas cosas positivas. Por ejemplo, con mi esposa y nuestros tres hijos volvimos a la oración en familia. Todas las noches, antes de dormir, agradecemos por un día más de vida y pedimos por esta situación a nivel mundial. Sinceramente, no sé que hubiera hecho de no ser por la fe. Si uno encara momentos difíciles como este desde ahí, el panorama cambia. Por eso digo que doy gracias a Dios por creer en Dios.