Detallar los aspectos negativos que dejan estos 100 días de cuarentena sería caer en lo obvio: todos nos hemos visto perjudicados en mayor o menor medida por el aislamiento. Más útil es preguntarse: ¿qué puede sacarse de positivo en todo esto? ¿Nos habrá servido de algo este inesperado e ineludible período de introspección y reflexión? En el ámbito espiritual, la respuesta que se desprende de los distintos credos que se practican en Tucumán es que definitivamente sí. Por supuesto, cada una tiene sus matices y sus interpretaciones, pero todas esas conclusiones apuntan a que la pausa y el encierro nos han conducido a enfrentarnos con nosotros mismos, a examinarnos y a tomar otra dimensión de las cosas y de las personas que verdaderamente importan al fin y al cabo.
“No estamos hechos para estar encerrados. Sin embargo, creo que se pueden señalar varios puntos positivos”, considera el párroco Marcelo Barrionuevo, de Cristo Rey. “Primero, esto nos ha ayudado a darnos cuenta de que muchas cosas no son realmente esenciales para vivir. Segundo, se produjo una vuelta hacia el hogar. En general, pasamos más tiempo en la calle que con la familia, y ahora con esto nos hemos reencontrado. Por supuesto que no es fácil, en algunos casos hubo rupturas y crisis en el diálogo, pero en la mayoría de los casos se produjeron reencuentros que eran necesarios. Una vez más, se demuestra que en una situación crítica como esta, la familia sigue siendo el mejor lugar para vivir”, recalca Barrionuevo.
“La primera enseñanza es que debemos ser menos soberbios y creer que tenemos todo bajo control. Con esto, Dios nos ha aleccionado de que no es así. En un abrir y cerrar de ojos, nos hemos visto totalmente desconcertados. Una de las muestras más fuertes que dejó esta pandemia a los poderosos del mundo es que al control lo tiene el Creador. Debemos entender que nada pasa por casualidad, que todo tiene una causalidad”, interpreta el rabino Daniel Levy, director de Beit Jabad Tucumán. “Se puede tener una lectura sana, positiva y constructiva del futuro. El mundo va a cambiar dependiendo de los seres humanos: quien no ha reflexionado, volverá a lo mismo de siempre. Pero muchos otros habrán abierto los ojos. La gente buena habrá sacado lo mejor de sí en esta situación”, completa Levy.
“Los primeros cristianos, que eran perseguidos, dejaron sus lugares de culto y desarrollaron su fe en las casas. Hoy hemos vuelto a eso, pero con la diferencia de que no podemos celebrar la liturgia y la Eucaristía”, advierte el Padre Juan Manuel Alurralde, de la Iglesia Católica Ortodoxa. “Dicen los sabios que no cae un cabello de nuestra cabeza sin que Dios lo sepa. Pero no sólo es un Dios que lo sabe todo, sino que además nos ama infinitamente y respeta nuestras libertades. Y también hay una naturaleza que funciona con sus propias leyes. Dentro de ese marco, en el que todas las aristas son necesarias, muchos creyentes entienden que esto es un mensaje, una oportunidad que Dios nos ha dado a todos de reflexionar. De apreciar el valor de la familia y de la salud. De darse cuenta de que la vida es más sencilla de lo que creemos, de que es posible vivir con menos. Como dice San Basilio: si cada persona aprendiera a vivir con lo necesario, no habría pobres ni ricos. Sólo el tiempo dirá si hemos aprendido algo o no”, apunta Alurralde.
Héctor Benjamín Mohammad, presidente de la Asociación Cultural y Culto Pan Islámica, señala que a lo largo de la historia hemos pasado muchos momentos similares a este de pandemia: “en el Islam, en el cristianismo, el judaísmo y demás religiones hemos encontrado diferentes formas de seguir adelante durante la pandemia, reafirmando nuestra fe. Cuando uno quiere orar, puede hacerlo donde quiera. Dios siempre está con nosotros”.
Empatía y solidaridad
La Madre Marita Barrionuevo, de la Comunidad de Esclavas de Tucumán, sostiene que nos está haciendo falta una mirada positiva. “Esto no debe ser visto como un castigo o una expiación, pero sí como una advertencia, una lección. Volver a lo esencial, a lo que te sostiene -apunta-. Por otra parte, me parece importante señalar como un aspecto muy positivo que he observado en este tiempo una mayor empatía. Hay otra sensibilidad. La gente se siente más vulnerable, y por eso ha aflorado una mayor solidaridad con los demás”.
Precisamente, en la solidaridad ve el Padre Barrionuevo un aspecto clave a desarrollar para los tiempos que vienen. “La pobreza que hay y la que va a venir a causa de esto nos exige servir con mayor entrega y generosidad”, interpela.
La tecnología, esa gran aliada
Las diferentes religiones, algunas de las cuales se rigen por tradiciones milenarias, han encontrado en la tecnología un valioso aliado para sostener la proximidad espiritual dentro del distanciamiento físico obligatorio. Reuniones, y misas por Zoom, charlas y confesiones por WhatsApp, son algunas expresiones de este fenómeno.
“Hubo abstinencia de congregación, pero no de la palabra de Dios. Porque hoy la Iglesia está predicando como Jesús quería que predicara. Él dijo que vayan y hagan discípulos al mundo. Hoy las comunicaciones han abierto nuevas perspectivas. La generación nueva tiene incorporada a la tecnología, pero a las mayores les cuesta. Sin embargo, como dice la parábola: el odre nuevo es para el vino nuevo, porque el viejo no lo resiste. Entonces, para recibir lo nuevo, nuestro corazón tiene que ser como un odre nuevo”, grafica el pastor evangélico Miguel Siufi, de la Iglesia Cristiana Roca de Salvación.
“Para la comunidad judía, ha sido una sorpresa positiva el Zoom. A pesar de que es una herramienta que ya existía, no estaba en el tapete, y hoy se hizo indispensable para comunicarnos. Aunque no estemos juntos físicamente, estas reuniones no son sólo virtuales; son reales, porque unen las mentes y los corazones. Además, tienen la virtud de permitirnos conectar con gente que está muy lejos”, resalta el rabino Levy.
No obstante, en todos los credos esperan con ansias el momento en que puedan reabrir plenamente las puertas de los templos y lugares de oración, ya que muchas festividades no pudieron ser celebradas en forma presencial, aunque sí por medios virtuales. ¿Algunos ejemplos? La Cuaresma, Pascua y Pentecostés en el cristianismo, y el Ramadán en el islamismo.