Su corazón muchas veces sangra mares. Recuerda a un hombre vestido de silencio, colgando una esperanza en la mochila. Tapa las rendijas del corazón con lo que encuentra a mano: migas de pan, hilachas, hojas secas, fragmentos de recuerdo de tus ojos. Su mundo rueda alucinado de asombro en el aleteo del canto de la brisa. Preguntas. Algunas sin respuestas. Porque a veces la palabra no nos sirve, es preciso tomar la mano del otro, ponerla en la herida. Eso sucede cuando ella desnuda su poesía entre los dedos del sol. “Vi la lluvia tragarse tu figura como si de agua estuvieras hecho nada de vos quedaba cerca salvo ese recuerdo del rayo que hizo temblar la casa las ventanas y las luces se fueron a dormir para que no viera más ese día”, escribe. Autora de “La piel del mundo” y “Polaroid”, entre otros trabajos, Alejandra Díaz (1965) es una de las voces más distinguidas en la poética tucumana de los últimos años.
- ¿Pasaste en Bella Vista la infancia y la adolescencia? ¿Te estimularon la lectura desde changuita?
- Bella Vista fue el lugar donde nací, pocos son los recuerdos de entonces, ya que viví allí hasta los cuatro años; recuerdo los relatos de las leyendas de El Familiar y del duende a la hora de la siesta. Nunca imaginaría que casi media vida después, regresaría para desempeñarme como docente de Lengua y Literatura. Allí es donde redescubro una Bella Vista con una historia familiar significativa y personajes vitales del lugar. Mis padres se trasladaron a Salta, fue allí donde transcurrieron mi infancia y adolescencia, ellos eran ávidos lectores, cinéfilos y tenían una biblioteca nutrida. Recuerdo que los dos primeros libros que devoré fueron los tomos de una Antología Universal de Leyendas, que reunía una completa compilación de leyendas y mitos de muchos países. También debo contar que mis primeros escritos fueron cuentos y prosas poéticas.
- ¿Cuándo garabateaste las primeras travesuras literarias?
- Cursé el Bachillerato Humanista Moderno, que me introdujo en el mundo clásico greco-latino, junto a autores hispánicos e ingleses. Aprendí en la adolescencia a traducir textos en griego, latín e inglés arcaicos, esto fue para mí un valioso reto. Comencé a escribir poesía desde la adolescencia y tuve profesores de Literatura y Filosofía que supieron estimular mi escritura y mi pasión por la lectura.
- ¿En la Facultad se potenció tu escritura?
- Regreso a Tucumán en 1983, e ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, en el profesorado en Letras. Influyeron estos estudios en mi escritura, pero conocer a los autores silenciados en la época del proceso, argentinos e hispanoamericanos. Juan Rulfo, Eduardo Galeano, Octavio Paz, García Márquez, Sábato y Cortázar, Isabel Allende y una interminable fila de poetas como Leonel Rugama, Roque Dalton, Juan Gelman, Alejandra Pizarnik, moldearon mi sensibilidad de la mano de dos figuras importantes para quienes escribíamos en aquel tiempo: la profesora Alba Omil y el maestro David Lagmanovich.
- Fuiste una de las fundadoras de Jóvenes Escritores Tucumános (Joetuc), ¿tenían alguna estética común o cada uno iba por su lado? ¿Se sentían parricidas?
- En esta búsqueda incesante desde movimientos estudiantiles de nuestra Facultad, junto a otros estudiantes de otras facultades, fundamos una cooperativa de escritores jóvenes, la Joetuc, con el fin de publicar nuestros libros. En aquel tiempo no contábamos con la tecnología de hoy. Logramos publicar dos antologías, la primera, “Voces de nuevo horizonte”, integrada por Alejandra Prados Riveros, Claudia Infante, Alejandro Carrizo, Oscar Barrionuevo, Gabriel Kreibohm y yo. Creo que la lírica que nos unía era el compromiso social, ligado a una estética de temas existenciales en lo relativo a la memoria, los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad o, en otros, una estética de paisajismo local.
- Alguien decía que la poesía es un arma cargada de futuro, ¿es así?
- Antes se decía que la poesía era un arma cargada de futuro, todavía lo sigo creyendo, por eso escribo, es un modo de amanecer cada día, de ver e intentar interpretar el mundo e intentar transformarlo, tan vertiginoso en sus cambios. No considero que sea un género elitista en cuanto a su posibilidad de escribirse. Lo elitista estaría en las posibilidades de edición en editoriales consagradas costosas y reconocimiento tal vez por parte de lo catedrático institucional; esto no impide el fluir del género.
- ¿Por qué escriben los poetas?
- Creo que los poetas escriben por una imperiosa necesidad de ser leídos y escuchados, la búsqueda de asir la existencia misma, tan líquida en la actualidad -como lo diría Zygmunt Bauman-. Por esto tanta difusión de poesía por las redes y ciclos literarios, la proliferación de talleres y varias editoriales independientes de jóvenes. Creo que se lee poesía en menor medida que la que se escribe. No se lee tanto, por lo fugaz de la vida hoy, la inmediatez, el explorar en nuevas búsquedas y se escribe más porque hay temas tan necesarios de identificación, dejar huella en la poética como la diversidad de género, por ejemplo.
- ¿Cómo definirías tu estética poética?
- Los temas de mi poesía oscilan entre el compromiso social, la necesidad de “nombrar” la realidad, el espanto y lo bello de la existencia, algunos juegos con lo onírico, preguntas existenciales, el rescate de la memoria, los “desaparecidos”, los “feminicidios”, aunque paradójicamente siento que la palabra es una “utopía”, cuando uno se aproxima a nombrar, no alcanza.