Puede que el Trasmontaña de mountain bike no tenga tanto despliegue como el fútbol en la prensa nacional. Pero su incidencia en la provincia en materia deportiva, económica y social es igual o más fuerte. De ahí que si se habla de una potencial cancelación se trata de una “bomba” de alcances importantes.
En tránsito en tiempos de anormalidad, comparando la vida que supimos tener, cuesta todavía aceptar ciertas situaciones en lo deportivo. La realidad nos dice que hay que hacerlo. En este caso, la envergadura del acontecimiento deportivo requiere de decisiones de fondo. Es frustrante para todos que, cuando se tiene en mente algo, reine la incertidumbre.
Hacer el Trasmontaña requiere de una “ingeniería” especial. No se lo arma de un día para otro. No lo hacen los organizadores ni los participantes. Desde cuestiones como ordenar fabricar los accesorios, hasta decisiones como un viaje desde países vecinos y la reserva hotelera, todo importa. Preparar la logística en sanidad, seguridad, comunicaciones, servicios, inscripciones, todo es una interminable lista de temas por atender. Y todo eso resulta complicado a la luz de los días que estamos viviendo.
Muchísima gente está detrás, y muchos se desplazarán. Nadie sabe qué pasará hasta agosto ni hasta septiembre, el mes alternativo para hacer la carrera. Tal vez valga aplicar el refrán “mejor prevenir que curar”; el deporte mundial está dando ejemplos de ello. Es cierto que siempre se puede cuando se quiere. Pero este año, en este caso, quizás habría que cambiar la acepción del verbo querer.