Muchas veces, durante sus años de arquera, Virginia Albarracín tuvo que moverse a contrapierna. Le pateaban hacia un lado cuando ella iba al otro. Los reflejos de la dama de 41 años fueron efectivos varias veces para tapar la pelota. Así que estaba lista para hacerle frente a la pandemia desde el lugar que ocupa ahora en el Centro Integral de Microscopía Electrónica (Cime-UNT-Conicet). “Nos hizo redireccionar todas nuestras investigaciones”, expuso la licenciada en Ciencias Biológicas, que obtuvo su doctorado en 2007.
La covid-19 está dejando víctimas en todos los ámbitos -la salud, la economía, el deporte, en fin, en el modo de vivir-, pero encontró en el laboratorio que comanda Albarracín a rivales durísimos. Empezando por ella misma, que aceptó y acepta cualquier situación que tenga un mínimo rasgo de desafío.
Lo que pasa es que se siente cómoda en esas posiciones que, como es el caso de los arqueros, marcan una diferencia particular. “Mi interés ahora es ayudar desde lo científico comprobado para informar bien a nuestra sociedad. No soy viróloga, pero soy microbióloga molecular, así que entiendo de los tests de PCR que se hacen”, explicó. Y por sus recuerdos, está también científicamente probado que a Virginia le gustan las situaciones difíciles. “Las profesoras nos criticaban mucho. Teníamos que convencer a las autoridades de que estaba bien que las ‘chicas jueguen al fútbol’”, recordó de aquellas épocas en las que ayudaba a promover el fútbol femenino.
Ahora, ante la pandemia, lo primero que hizo fue un video explicativo sobre la enfermedad (https://twitter.com/i/status/1242586720744493057). “Luego empezamos a pensar qué podíamos hacer desde nuestro lugar para investigar y dar soluciones”, comentó, y es aquí donde los reflejos de arquera irrumpieron. “Empezamos a pedir proyectos en las convocatorias que están saliendo”, indicó.
“Hace un tiempo que vengo trabajando con el microbioma urbano, es decir, tratar de identificar cuáles son los microorganismos que nos rodean en una ciudad. Entonces, con un grupo más grande de científicos tucumanos decidimos tomar este enfoque para estudiar al coronavirus. Determinar dónde está circulando en el ambiente. Así podremos hacer un mapa de la ciudad identificando zonas calientes de circulación viral”, detalló los estudios proyectados y que luego estarán disponibles para todo el público en plataformas online.
Ella está acostumbrada a derribar tabúes en el ámbito deportivo, académico y laboral, donde todavía la figura del científico está asociada al señor/a de anteojos, con delantal blanco. Albarracín ahora está en la guerra que toda la humanidad pelea y, al ser personal esencial vinculado con el área médica, con mucho más protagonismo. “Algo bueno que trajo la pandemia es la revalorización de la tarea del científico/a. Hasta hace seis meses éramos los ñoquis del Conicet, los trolls se referían a nosotros como ‘ñoquicets’. Hoy somos consultados y apoyados por este nuevo gobierno que se declaró hace dos meses como ‘de científicos, y no de CEOs’. Nunca tan bienvenido; en otra coyuntura no sé qué sería de nosotros”, reflexionó.
Por su conocimiento y experiencia luego de años de investigaciones de campo no sólo puede teorizar sobre lo que ve en el microscopio. La reflexión es lo que la mueve también y desde ese aparato se pueden disparar muchos análisis que tienen como objeto de estudio la sociedad misma. “Me alegro que con la covid-19 se estén extremando las medidas de higiene, pero eso debería mantenerse en el tiempo”, sugirió la especialista, y advirtió al mismo tiempo: “eso debería ser la regla y no la excepción como ahora”. “Creo que el aseo personal y el de los lugares públicos, podría mejorarse siempre. Eso evitaría muchas otras enfermedades, y haría una vida de mejor calidad para todos”, apuntó.
La también profesora de Biología Molecular en la UNT y en la Universidad San Pablo-T tiene una buena lista de desafíos superados: no se bajó del deporte aunque había trabas -sólo una lesión en la rodilla la paró-, logró un lugar jerárquico en un mercado laboral reducido en la provincia y con el equipo que encabeza -y que elogia- no esquivan ningún cambio que la covid-19 ha generado.
Para lo que sí no encuentra mucha bibliografía, ni aquí ni en Alemania (allí hizo un postdoctorado para la Conversión de la Energía Química y atajó en Dumptener TV en Mulheim an der Ruhr), es para entretenerlo a “Raulito”, aunque las “armas contra el aburrimiento” con las que cuenta luego de 59 días de cuarentena siguen haciendo efecto. “Tiene cinco años. Hace sus tareas de la escuela, tiene su tablet, mira YouTube, le agarró el gusto a la pintura, tengo la casa empapelada con sus obras de arte”, contó Albarracín.
“Él hace un poco de gimnasia o de yoga conmigo, tiene su monopatín con el que va y viene por la casa. Cocinamos tortas, cupcakes, panqueques, hicimos germinar porotos, guardamos los dientes de leche que se le cayeron para mirarlos por microscopio electrónico. También le enseñé a volar como arquero, pero no es muy fan de la pelota aún. Son ¡14 horas! despierto y hay que llenarlas”, explicó. “La maternidad fue un desafío mayor que el fútbol y la ciencia”, sentenció la ex arquera.