Entrevista a Marisa Villagra: “La poesía es una visión de la vida y del mundo”

Entrevista a Marisa Villagra: “La poesía es una visión de la vida y del mundo”

La poeta tucumana que vive en Amaicha del Valle, integró la generación del 70. Con Mario Romero fundó la revista Tahona. El exilio en Bolivia y Suecia.

EN SU HOGAR DE AMAICHA. Marisa Villagra recordó sus comienzos, los años del exilio y habló de su presente.  EN SU HOGAR DE AMAICHA. Marisa Villagra recordó sus comienzos, los años del exilio y habló de su presente.

Dos mundos deambulan en sus pensamientos. Las flores escandinavas se abrazan con las amaicheñas en el cantero de sus poemas. Tal vez algo tuvo que ver en esta dualidad geográfica el hecho que su padre agrónomo la anotara al nacer el 1 de abril, cuando ya había ejercitado sus pulmones el 26 de marzo. La convulsionada década del 70 le abrió las puertas del estudio, la creatividad y el compromiso, también el dolor del desarraigo. Con su poeta esposo, Mario Romero, se exilió tras el golpe militar en Bolivia y luego en Suecia, donde vivieron más de tres lustros. Es autora de cuatro libros: “Con el cielo a cuestas”, “La lengua del gato”, “Ronda de voces” (su tesis de licenciatura, editada por la Universidad de Estocolmo) y Cuentos de transformación del NOA (publicados por la Central Obrera de Suecia). “Durante la noche el sueño se va y pasa brillando la soledad. En la bicicleta fija del patio pedalea Doña Nada hacia las estrellas de la Cruz del Sur”, escribe Marisa Villagra (1950) -se llama María Virginia-, que ha encontrado en Amaicha del Valle su lugar bajo el sol.

- ¿Cómo era la bohemia intelectual de los 70 que se respiraba en El Buen Gusto, La Cosechera, el Colón, El Germania?

- Con la bohemia intelectual de los 70 tuve muy poco contacto en realidad porque con tantas cosas que tenía que hacer, no me quedaba mucho tiempo para andar participando de las asambleas, de las reuniones de cada partido representado en la Facultad de Filosofía y Letras. Me dedicaba muchísimo a leer, escribir, estudiar, a preparar alumnos. Por otro lado, tenía 18 años cuando entré en la Universidad y salía de un medio bastante conservador; era muy rebelde, entonces. Cuando entré a la Universidad, se me abrió otro mundo, insólito, que me atrajo mucho. Conocí al profesor Gaspar Risco Fernández que tenía un grupo en el que enseñaba los principios de Paulo Freire, sobre educación para la liberación. A través de él y de la gente que venía de Chile a dar los cursos, me interesé en esa orientación. También recibí de Clotilde Yapur en Introducción a la Pedagogía algunas clases sobre Freire y me entusiasmé. Tuve contacto con el grupo que trabajaba con el ex padre Juan Ferrante, uno de los sacerdotes llamados tercermundistas en esa época, que trataba de poner en práctica los principios de la Teología para la Liberación, el planteamiento me interesó mucho y me acerqué bastante al grupo de él.

- ¿En qué circunstancia lo conociste al Negro Romero?

- Lo conocí primero como poeta, yendo como estudiante de la carrera de Letras a los recitales de él y en realidad, como hombre que me gustó, lo vi en una fiesta que hicieron mis compañeras para el Día de la Primavera, que estaba muy frío. Él llegó con sus amigos, Jorge de Lassaletta… mis compañeras habían decidido no invitar a los profesores sino a los escritores jóvenes. Entonces cuando yo salía de la cocina con una jarra de sangría para poner en la mesa, lo vi entrar todo vestido de blanco, flaco, alto y con sus famosas sandalias franciscanas. A través de él comencé a introducirme en este otro mundo que yo desconocía. Cuando me casé, la cuestión se me complicó más todavía porque tenía que trabajar, estudiar, ya estaba embarazada de Jimena, mi primera hija. Bernarda Locascio me pidió si podía en nombre de su agrupación representarlos ante la Unión Obrera Metalúrgica para llevar a cabo un proyecto de educación a nivel secundario o terciario, porque no tenía entradas en la Policía ni estaba catalogada como militante de izquierda. Ella confió a pedido de su gente que estaba a cargo de educación del adulto en Tucumán que podía hacer esa tarea. Y yo la hice, comenzamos a funcionar en el local de la UOM en la calle Muñecas; teníamos unos 50 alumnos que querían esa enseñanza nocturna para mejorar sus niveles de trabajo. Fue una experiencia que me marcó mucho. Fue el primer centro de enseñanza nacional secundaria, CENS 114, que funcionó en Tucumán y fui la primera directora. Funcionó desde la época de Cámpora hasta el presente, pero yo trabajé hasta que salió la primera promoción en diciembre del 76, ya con el golpe en funcionamiento.

- El grupo de poetas que integrabas con Mario editó la revista Tahona…

- Sacamos unos números de Tahona, una revista literaria, su nombre viene de un poema de César Vallejo, significa algo así como el horno donde se cuecen los bollos, ese era el sentido.

- ¿Cuándo parten a Santa Cruz de la Sierra?

- Mario se va en el 76 y yo en el 77. Lo va a buscar gente del Ejército a su trabajo en la Dirección del Agua; antes trabajaba como asesor de comunidades indígenas y pidió cambio porque vio que se venía algo y quería pasar inadvertido. Cuando estaba llegando al trabajo, la secretaria lo estaba esperando en la esquina para decirle que renunciara, que se fuera del país porque iba a ir el Ejército a buscarlo: “Anoche desaparecieron a la salida del Buen Gusto Cacho Carrizo, y en la casa lo sacaron al borracho Mercado”, le dijo; los dos eran compañeros de trabajo. Ahí fue que tuvo que salir de un día para el otro; yo lo acompañé a Santa Cruz y regresé porque había dejado a mis hijas con mi suegra. Me quedé hasta diciembre del 77 porque como directora del CEMS 114 quería entregar toda la documentación que correspondía al primer grupo de alumnos que egresaba, no dejarlos sin diploma. Salí en el 77 con mis hijas. Tengo la copia del Boletín Oficial firmado por Bussi y el jefe de Policía, donde lo declaraban prescindible por no haberse quedado un mes después de la renuncia para esperar que se la aceptaran… Era muy linda la vida en Bolivia, fue mi primer aprendizaje del exilio.

- ¿Por qué emigran a Suecia?

- Al final, tuvimos que salir de Bolivia porque nos informó un grupo de la Acnur, y gente de las iglesias libres de Europa que se estaba preparando un nuevo golpe en Bolivia, que siempre estallaban en Santa Cruz de la Sierra, donde funcionaba el centro de la derecha. En Suecia fue difícil al principio; nos instalamos en Estocolmo. Había que estudiar primero sueco y tener un nivel determinado para inscribirse en la universidad, más otros idiomas que te pedían, así que nos dedicamos a estudiar. Mario se cansó y prefirió estudiar por su cuenta, leyendo y traduciendo poesía sueca contemporánea. Yo traté de entrar a nivel de doctorado. Ellos tenían un sistema muy diferente al argentino; logré que me aceptaran en el Departamento de Español y Portugués que era de tipo hispanista; yo me había formado desde el americanismo en investigación en Tucumán, resultaba un bicho raro para ellos. Hice mi primer trabajo de campo cuando terminó la dictadura en Amaicha; vine con mis dos hijas, estuve seis meses, conviví con familias del lugar. Lo que me interesaba de la literatura oral indígena era justamente lo que no estaba escrito, el doble discurso que se daba en las rondas que se hacían a la noche, alrededor de un fogón, después de una jornada de trabajo y comenzaba una voz a contar y se unían otras voces que formaban como una coral narrativa en mi tesis que no pude defender -está terminada y presentada ante el comité científico de la Universidad de Estocolmo- porque Mario ya estaba muy enfermo y hubo que levantar el campamento para venir a la Argentina. Él sabía que iba a morir pero quería morirse aquí, despedirse de su madre, de sus amigos y ser enterrado en San Miguel de Tucumán. Fue imposible volver a defender la tesis, habían cambiado de directores, y asumió un hispanista conservador...

- ¿La poesía es una compañera inseparable?

- Sigo escribiendo poesía, vivo en Amaicha, es mi lugar en el mundo. Me siento muy identificada con el modo de ser de la gente, la naturaleza, y la poesía para mí no es solamente escribir y publicar si no que es una visión de la vida y del mundo que te lleva a una forma de vida. Ya no se puede vivir como una persona común, tampoco es una cuestión de darse importancia, es una forma de vida diferente, nada más. Desde que nos casamos con Mario, luego se la traspasé a mis hijas, así vamos formando la cadena de los cuentacuentos, de las guardianas antepasadas, como dice la escritora junguiana, psiquiatra y narradora Pinkola Estés, que da muchas líneas para analizar la poesía oral indígena. Mientras pueda seguiré escribiendo y viviendo como una poeta, como una persona que trata de expresar de una manera simple, corta, sencilla, los sentimientos que me produce la observación, la vivencia, la convivencia de todos los demás.

Dos poemas

* No hay ningún misterio
en este juego.
La inocencia despierta
la dicha del presente
sin ningún deseo futuro

* Dicen que amar es un riesgo.
Gocé, pero terminé perdiendo.
Habito en este espacio
con fantasmas bailando
día y noche por todos los rincones, el pensamiento
el aire, la pluma de un pájaro migrante…

Marisa Villagra

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