Por Lucía Lozano
06 Mayo 2020
Marisa Castro ni siquiera se anima a abrir las ventanas. Desde que su esposo y su hijo empezaron con síntomas de dengue, hace un mes, viven atemorizados. Varios de sus vecinos también sufrieron la enfermedad. El problema, dice, es que a pocos metros de su casa, en Villa 9 de Julio, hay un gran depósito de chatarra donde el mosquito que transmite el mal “se hace la fiesta”.
Una cocina en desuso, tachos de pintura, ollas rotas, heladeras viejas y otros recipientes. Frente a la casa de Luis Coronel, en Villa Alem, se acumulan decenas de cacharros. Es una pesadilla para los vecinos. Lo mismo ocurre en muchos otros puntos de la capital, hoy el departamento más castigado por esta histórica epidemia de dengue, que ya suma más de 2.000 casos notificados.
Los depósitos de chatarra alimentan el miedo en la ciudad. Y se han convertido en grandes enemigos de la lucha contra la patología. El vector que transmite el dengue, el Aedes Aegypti, se reproduce en cualquier recipiente con agua, limpia o sucia. Y como estas chatarrerías suelen estar en medio de barrios, los Aedes tienen a pocos metros la sangre de los vecinos para alimentarse. Estas condiciones hacen que sean espacios predilectos de los mosquitos, explica Giselle Rodríguez, investigadora de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT e Instituto Miguel Lillo.
También son focos infecciosos las gomerías que acumulan neumáticos al aire libre y los grandes terrenos donde hay autopartes y vehículos abandonados, como “La volanta” (Jujuy al 1.400).
El Siprosa y la Municipalidad capitalina reciben denuncias a diario. Hay quejas en la zona del Mercofrut, en galpones que acumulan colectivos en desuso y en el barrio San Martín, entre otros sitios.
LIMPIEZA. Todo objeto que pueda acumular agua es un criadero del Aedes aegypti.
“Las chatarrerías representan un gran problema en nuestra lucha contra el dengue. Son propiedades privadas y los dueños deben actuar para desinfectar y sacar la basura. En el municipio estamos desbordados con la fumigación y el descacharreo como para hacernos cargo de esos espacios. Hemos notificado a los propietarios para que limpien”, explicó el titular de la Secretaría de Servicios Públicos, Carlos Arnedo.
Julieta Migliavacca, jefa de Prevención de Riesgos Ambientales del Siprosa, cuenta que hay situaciones tan críticas que debieron intervenir e incluso usar un dron para fumigar montañas de chatarra. “En Villa 9 de Julio fue tanta la presión de los vecinos que nos dejaron entrar a fumigar. Otros lugares están cerrados”, contó.
Cómo funcionan
Los corralones que compran chatarra la llevan a empresas acopiadoras, donde la prensan y la envían a otras provincias. Allí funden los objetos y los reciclan.
Dueños de chatarrerías afirmaron que ellos se encargan de fumigar para evitar que se formen criaderos de alimañas e insectos. Marta de Sánchez cuenta que en su caso dejaron de recibir chatarra. “No queremos tener nada acumulado porque es un peligro y para que no nos demanden las autoridades. Tengo nietos y me da miedo que se enfermen de dengue. Sólo recibimos hierro macizo y metales”, describe en Florida al 1.200.
Manuel Hipólito Rodríguez, de un corralón de pasaje Primera Junta 1.268, cuenta que ellos tampoco están trabajando porque no tienen quién les haga la compactación de la chatarra desde que arrancó la cuarentena. “Siempre fumigamos. A cinco cuadras de aquí, en el barrio Victoria, hay casos de dengue así que tratamos de tener mucho cuidado”, resaltó.
¿Qué se debe hacer?
Mientras las autoridades les insisten a los vecinos que limpien la casa y saquen los cacharros, hay descontrol sobre la cantidad de chatarra que se acumulan en algunos corralones y empresas, como por ejemplo maquinarias en desuso en el exterior, plantea el ingeniero Julio César Vallejo, docente de Saneamiento Ambiental de la UNT.
“Estos espacios, al igual que las gomerías, son de alto riesgo y en una epidemia el control químico es fundamental para disminuir la presencia del vector. Hay larvicidas para ser aplicados en el agua, con lo que se lograría actuar sobre las larvas sin mover chatarra alguna”, sostiene el experto.
Rodríguez, del Lillo, cree que la fumigación no tendría mucho sentido en estos espacios porque el problema son las larvas en los recipientes con agua. Piensa que sería más efectivo usar larvicidas. Pero estos productos, afirma, casi nunca están disponibles para la compra individual. Se expenden a los sistemas sanitarios. “Lo que se puede hacer es tratar de sacar toda el agua y tapar los recipientes que no se pueden tirar con tules, plásticos o telas. La idea es evitar el ingreso del mosquito al agua y su egreso”, aconsejó.
Qué hacer con chatarra y neumáticos
- Poner los objetos bajo techo y evitar que se acumule en ellos agua de lluvia.
- Utilizar larvicidas en todos aquellos recipientes que no se puedan tapar.
- Cubrir con tules o telas los objetos que quedan a la intemperie si no se tiene dónde guardarlos.
La volanta: preocupan los autos abandonados
Abollados, oxidados, algunos incendiados, casi todos en mal estado de conservación y con agua acumulada que favorece la proliferación del mosquito Aedes aegypti. Los autos acumulados en el predio conocido como “La volanta” fueron motivo de muchas denuncias, ya que el espacio se encuentra en Jujuy al 1.400, a cinco cuadras del barrio con más casos de dengue en la capital. Para evitar que la situación siga agravándose, la senadora Silvia Elías de Pérez solicitó en marzo a la Corte Suprema de Justicia de la provincia que se efectúe la limpieza de esa chatarra judicial y aún no se hizo nada. Los vehículos secuestrados en distintas causas judiciales deben ser retirados del lugar y compactados.
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