Carlos Regazzoni, el artista de la chatarra que creó la poética ferroviaria

Entre válvulas, resortes y desechos de los trenes, vivió en vagones, pero también en un castillo. Entre Francia y Argentina. En Tucumán.

EN SU TALLER. Cuando se reinstaló en Argentina mantuvo su trabajo en Retiro cerca de la Villa 31, un centro de visitas permanente. EN SU TALLER. Cuando se reinstaló en Argentina mantuvo su trabajo en Retiro cerca de la Villa 31, un centro de visitas permanente.
Jorge Figueroa
Por Jorge Figueroa 27 Abril 2020

El “arte de chatarra”, los materiales de desechos de los ferrocarriles para hacer esculturas y monumentos y el duro trabajo de los hierros; pero, eso sí, pensando en la belleza.

El artista plástico Carlos Regazzoni falleció ayer luego de una vida de contrastes: su casa fue durante largas temporadas los mismos vagones (aunque luego los hizo adecuar) y en estaciones de trenes (en reductos precarios de Retiro), pero también tuvo un castillo en Fontaine- Française, en el distrito borgoñés de Dijon y un Mercedes Benz; en París existen centenares de sus obras y en Francia fue contratado por la SNCF, la empresa estatal de trenes, que después lo despidió; llegó a Tucumán de la mano de NOA Ferrocarriles en 2004, cuando la empresa apostaba a recuperar el tren tras el desguace menemista. Después de montar su trabajo en la estación, el escultor regresó a París, donde vivía la mitad de su tiempo.

Madonna, Antonio Banderas, Amalia Fortabat y Diego Maradona son algunos de los que poseen sus obras, así como jeques árabes.

Conocido por su mal humor y hasta hostilidad, cuando trabajó en esta ciudad hizo gala de ellos en la estación Mitre.

Entre cigarrillos que prendía y apagaba, insultaba a las autoridades y defendía la “poética ferroviaria”, pero no dejaba de dar indicaciones a sus asistentes. Las obras que instaló aquí semejan animales prehistóricos, y contó su proyecto de hacer un zoo entre Tucumán y Retiro, con escuelas para que los chicos que viven en medio del campo tengan bibliotecas y cine, relató. Cuando se le preguntó sobre los materiales de trabajo, Regazzoni miró los hierros y dijo: “estos son escarbadientes para mí; en la Patagonia trabajé con 60 toneladas para hacer “Los Petrosaurios” (de 12 metros de altura)”.

“La belleza está donde no se ve, es algo que hay que descubrir. Recuerdo que Julio Cortázar definía que es como cuando cae un rayo en el patio de tu casa: te conmociona. Y vos quedás buscando de dónde agarrarte”, definió durante la entrevista.

PERSONAJES. Extraños guerreros construidos con chapas y armaduras. PERSONAJES. Extraños guerreros construidos con chapas y armaduras.

El artista explicaba que los ferrocarriles fueron construidos para la eternidad, y que por eso tenían una morfología muy poderosa, mientras tocaba y acariciaba los fierros. Y cuando se le preguntaba sobre el arte, respondía que era la única forma de salvación frente al “sistema”.

Conoció Francia cuando viajó para la presentación del filme “El Hábitat del Gato Viejo” (1991) del cineasta Franck Joseph y terminó quedándose 14 años. Tuvo su propio programa de televisión, “Vía Regazzoni”, una “performance culinaria ferroviaria” como la llamó.

Si bien creaba sus esculturas con desechos industriales, como cadenas, válvulas, tambores y trépanos y reciclaba objetos, sus fines no sólo eran estéticos sino también ecológicos y sociales, porque a través de esa producción construía una crítica al sistema y fomentaba la recuperación de materiales reutilizables, según algunos comentaristas de arte.

En dos vagones

Cuando vino a esta provincia, en junio de 2014, Regazzoni enganchó dos vagones al tren de NOA Ferrocarriles S.A. que partió de Retiro. En uno -el llamado “vagón mosquito”- iban un camión con grúa, una camioneta y las herramientas. En el otro, un “vagón taller” adaptado, con el artista y sus cinco ayudante.

“Creo fervientemente en la poética del ferrocarril”, aseguró.

Cuatro grandes esculturas realizadas con material ferroviario fueron inauguradas en el hall central de la estación Mitre, en lo que constituyó el primer paso de un megaproyecto llamado “La epopeya del riel”.

“Yo vendía kerosene por la calle, y tenía dos alternativas, o agarraba el fusil o me ponía a trabajar en esto”, recordaba con un dejo de nostalgia.

En la industria del ferrocarril encontró un lenguaje capaz de trascender: de hecho, su admiración por ese transporte, lo llevó a instalar su atelier en unos galpones ubicados a metros de la Estación de Retiro, donde también vivía. Allí también montó el restaurante, “El Gato Viejo”, envuelto entre esculturas gigantes. Las hormigas que se pueden ver desde la porteña avenida Del Libertador ya son parte de la identidad urbana de la ciudad de Buenos Aires, relata la agencia Télam. Sus obras también se exhiben en parques del barrio porteño de Palermo y una de las más monumentales está instalada en Pico Truncado: un Bridasaurio de 17 metros, que realizó con desechos de la industria petrolera.

Insultos

Este columnista fue a entrevistarlo en la estación Mitre y no se cansó de insultar al gobierno nacional y provincial. Y cuando le pregunté por qué lo hacía, se ofuscó: “Vos poné todo lo que te digo. Yo quiero una página entera; sino váyanse a la mierda”, dijo.”Y dejenme comer tranquilo el chivito” añadió mirando además a los relacionistas públicos de la empresa ferroviaria.

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