Carlos Conti, segunda parte: un desgarrador llanto ayudó a esclarecer dos crímenes

Carlos Conti, segunda parte: un desgarrador llanto ayudó a esclarecer dos crímenes

OBSERVANDO LOS RESTOS. Los policías miran parte del cadáver del remisero Claudio Pereyra, que fue encontrado en un cañaveral.

Carlos Roberto Conti fue detenido un viernes 5 de marzo cuando caminaba por una calle de Yerba Buena cerca de su casa. Un equipo de la ex Brigada de Investigaciones lo estaba buscando. “Quedó perplejo cuando lo sorprendimos. No dijo ni una palabra, nos llamó poderosamente la atención su frialdad. Esperábamos que se produjeran incidentes por sus condiciones de vida y por el lugar donde se concretó el procedimiento, pero no pasó nada”, explicó el ex comisario Víctor Reinoso que, junto a su par Luis Núñez, estuvo al frente del procedimiento. El joven, de 21 años, estudiante universitario e integrante de una familia conocida y respetada de esa ciudad, se transformó en el primer sospechoso de la desaparición de Claudio Pereyra, el remisero de Tafí del Valle que fue visto por última vez el 25 de febrero de 2004. Pero, en realidad, ese fue el principio de una investigación que con el correr de los días se iría ampliando de una manera insospechada.

¿Por qué de la detención de Conti fue toda una novedad en la época? Los pesquisas llegaron hasta él después de analizar el uso del celular de la víctima, que tampoco pudo ser ubicado después de su desaparición. Este fue uno de los primeros casos en los que se utilizó esa técnica para esclarecer un hecho. “No era común utilizar ese sistema y, por esa razón, se hacía mucho más difícil conseguir información por parte de las prestadoras de servicios. Un pedido podía tardar semanas o meses, pero la necesitábamos de manera urgente. Entonces no nos quedó otra que recurrir a una estrategia arriesgada, que nos dio buenos resultados”, explicó Reinoso.

Eva Pereyra, la madre de la víctima, desde la desaparición de su hijo, todos los días se presentaba en la ex Brigada a preguntar novedades sobre la investigación. “Al no poder darle una respuesta, comenzaba a llorar. Pero era un llanto que partía el alma. Todos nos emocionábamos mucho por la desesperación, angustia y tristeza que expresaba a través de su manera de llorar. Ahí decidimos poner en práctica una estrategia”, agregó el ex jefe de Seguridad.

En una oficina, los comisarios Reinoso y Núñez le propusieron al jefe de la ex Brigada, Alfredo Jiménez, que fuera la mujer la que se presentara en la compañía telefónica para solicitar información sobre el uso del celular de su hijo. Creían que así conseguirían mucho más rápido una pista. Se comunicaron con la fiscala Adriana Reinoso Cuello, que aprobó el plan. Los comisarios eligieron a la oficial subayudante Juana Estequiño, que se había recibido hacía pocos meses de la Escuela de Policía, para que acompañara a Pereyra.

“Llegamos al lugar con una nota de mis superiores y, como imaginábamos, nos rechazaron el pedido. La mujer, inmediatamente, estalló en llanto y el encargado del salón nos terminó dando los datos que estábamos buscando a los pocos minutos”, comentó la investigadora, que se hizo famosa por representar a Paulina Lebbos en la reconstrucción de su desaparición y que hoy tiene el grado de subcomisaria en la fuerza.

MACABRO. Un efectivo coloca en una bolsa de plástico el cráneo del remisero Carlos Salazar, que estaba desaparecido desde el 1 de enero de 2004.

Con ese informe, los investigadores detectaron que después de la desaparición de Pereyra, se realizaron varias llamadas desde su celular. Haciendo triangulación con las celdas de las compañías, lograron establecer que alguien se había comunicado con personas oriundas de Yerba Buena. Se realizaron allanamientos y todos los detectados reconocieron el número de teléfono. Era el teléfono que Conti había utilizado entre el 25 y el 28 de febrero. Por esa razón el joven quedó aprehendido. Los policías allanaron la vivienda y secuestraron un arma calibre 32 que sería vital en la investigación. Cuando declaró el sábado 6 de marzo ante la fiscala Reinoso Cuello, negó todas las acusaciones en su contra y dijo que al celular lo había comprado a un tercero en Tafí del Valle, donde había pasado unos días en la casa que tenía su familia en la villa turística.

Sorpresivo avance

Con un detenido por la causa, la investigación tenía un solo objetivo por cumplir: determinar qué había sucedido con el remisero. Los investigadores, después de haber encontrado el auto de Pereyra incendiado en la calle San Juan al 4.600, esperaban lo peor. Con el correr de las horas se convencieron de que la historia tendría un final trágico. Por ese motivo, comenzaron con los rastrillajes para encontrar un cuerpo. Los resultados que consiguieron fueron sorprendentes.

El lunes 8 de marzo, en un cañaveral de Lules, un grupo de policías encontró los restos de un hombre que había sido asesinado de un disparo en la nuca. Estimaron que el cuerpo llevaba en el lugar por lo menos dos meses. Al analizar los registros, sospecharon que podría tratarse de Carlos Julio Salazar, el remisero que había desaparecido el 1 de enero de 2004. Llamaron a su hija Noemí, que logró identificarlo por el pantalón beige que encontraron cerca del cuerpo. Ella le había regalado esa prenda para que la estrenara en la cena de Año Nuevo.

Dos días después, en un cañaveral de Acheral, cerca de la casa de su madre, que lo había buscado incansablemente durante semanas, encontraron los restos de Pereyra. Un baqueano de apellido Núñez descubrió un cuerpo que había sido atacado por perros y alimañas. Pese a que el cadáver estaba en avanzado estado de descomposición, los peritos determinaron que había sido asesinado de un disparo en la nuca y luego arrojado al cañaveral.

Al concretarse el hallazgo, Silvina Núñez, hermana de la víctima, recordó que ella y otra vecina vieron pasar el 25 de febrero a las 17 (el día que desapareció) el auto del chofer tafinisto a alta velocidad por frente de sus casas. Ambas pensaron que se trataba de un rodado parecido al del remisero, y que lo manejaba algún cañero de la zona. Sólo vieron a un desconocido al volante. Después confirmaron que los rasgos fisonómicos de esa persona eran parecidos a los de Conti.

Hubo dos detalles: El primero, que los dos remiseros fueron asesinados de la misma manera (de un disparo en la nuca realizado a muy corta distancia) y que los cuerpos habían sido arrojados en diferentes cañaverales. Indudablemente había una conexión entre ambos casos, pero había que probarlo. La Policía allanó una finca de la familia Conti. Allí descubrieron partes del Ford Fiesta que manejaba Salazar y que no se había podido encontrar desde su desaparición.

Los testimonios de varias personas también complicaron al sospechoso. Vecinos de Río Colorado dijeron que lo vieron circulando en ese vehículo y que también intentó vender varias de sus piezas después de haberlo desguazado en ese lugar.

Además, el mecánico Gustavo Bertelli confirmó que el joven le llevó el Ford Escort que conducía Pereyra para que le arreglara los frenos, tarea que no pudo realizar por una insólita situación: el acusado no le dejó la llave. En su taller ubicaron un gato mecánico que los Pereyra señalaron que pertenecía a su hijo. Otro vecino de Río Colorado también lo reconoció como el conductor del Ford Escort que recorría el pueblo a toda velocidad.

Un caso atípico

Conti tuvo tres abogados en pocos meses. El primero fue Juan Carlos Nacul, actual juez federal de Villa Mercedes, San Luis. Luego fue reemplazado por Guillermo Sokolic, que también renunció al poco tiempo. Lo reemplazaron hasta el final del juicio -en el que terminó siendo condenado- Luis Acosta y Walter Ojeda. Todos, en distintos momentos, dijeron que era inocente, argumentando que quedó incriminado por una mala investigación policial y judicial. Pero todas las dudas desaparecieron cuando a través de una pericia balística se confirmó que las dos víctimas fueron asesinadas con el revólver calibre 32 que había secuestrado la Policía.

“Debo reconocer que fue un caso atípico. En primer lugar, se investigó un homicidio sin haber hallado el cuerpo de Pereyra y, en plena búsqueda, ubicamos los restos de Salazar, que también habría sido ultimado por él. Además, Conti proviene de una buena familia, con estudios universitarios incompletos, de buen pasar económico y de un más que aceptable nivel cultural”, sostuvo Reinoso Cuello en una nota publicada por LA GACETA.

La fiscala también se mostró confiada en la investigación que realizó. “En la causa hay elementos suficientes para condenarlo. El más importante, sin lugar a dudas, es que se estableció que utilizó un revólver calibre 32 para ultimar a las dos víctimas. El arma fue reconocida por su propio padre y las pericias balísticas determinaron que los disparos con los que provocaron la muerte de ambos remiseros salieron de ella. A pesar de que siempre negó haber cometido ambos crímenes, se comprobó que él utilizó el celular de Pereyra y varias personas desmintieron sus declaraciones”, concluyó.

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