La distopía y lo olvidado

La distopía y lo olvidado

Por María Lobo - Escritora.-

PREVENTIVO. En el cementerio Sao Francisco Xavie, de Río de Janeiro, un hombre usó un traje especial para enterrar a una personas que murió por causas desconocidas, en medio de la pandemia. REUTERS
12 Abril 2020

Leí que la editorial Random acaba de reeditar “La peste”, de Camus. Tal vez estamos buscando, las encerradas y los encerrados, algunas respuestas en lugares imprevistos. Y entonces queremos leer esos libros sobre desastres y virus que se expanden; escuché también que algunas personas se han inclinado hacia el cine catástrofe durante este tiempo. Hay allí, en el arte distópico, ese espejo que nos devuelve lo que hoy ocurre. Peligros al acecho donde menos lo imaginamos; fronteras que antes protegían y que se han vuelto vulnerables. Invasiones inminentes. Ciudades de muerte. Ataúdes en las calles, columnas de humo después del incendio. Este arte que augura el caos aparece como una posibilidad de representarnos la fotografía del desastre. No ya de imaginar sino de atravesar, desde las palabras y las imágenes, el momento.

Sin embargo, no son esos libros los que vienen a mi cabeza por estos días en suspenso. Desde el encierro no hago más que pensar en una novela que nada tiene de contagios ni de virus. Rebusco algo en “La vida entera”. La escribió David Grossman en 2008. La historia comienza en Jerusalén cuando Ora -la protagonista- sale inesperadamente de viaje sin destino y por un tiempo incierto. El amor es lo que mueve esa decisión inexplicable. Su hijo Ofer ha partido a la guerra. Entonces Ora no quiere estar en casa. Supone que, mientras ella permanezca en movimiento, ningún soldado podrá tocar a su puerta para avisarle que Ofer ha muerto. Esa -la de una madre recibiendo aquella noticia- es una imagen que Ora ha visto muchas veces. Viajar a toda velocidad, moverse por Israel a lo loco, es el modo que ella encuentra para evitar ese suceso irreversible, el momento doloroso.

Tal vez los libros distópicos nos representan el espectáculo visual que vivimos. Pero creo que esta otra clase de libros también vienen a decir algo acerca de las catástrofes, aunque de un modo otro. La vida entera también es una novela sobre lo que hoy está sucediendo. Me pregunto cuánto de Ora hay en nosotras y en nosotros. Pienso en ella y en su cuerpo que ha estado recorriendo Israel sin descanso; pienso en Ora precisamente ahora que mi propio cuerpo y el de tantas personas de este mundo están detenidos. ¿Hemos estado viviendo? ¿O hemos sido personas pasando por los lugares para detener lo irreversible, lo doloroso? ¿Qué hemos olvidado? ¿Somos solo unos corazones aterrados? Esta clase de libros esparce sutiles preguntas. Ojalá se expandieran. Las preguntas -y no tanto las respuestas o el encuentro morboso con el caos- son quizás lo mejor que pueda pasarnos. Detenernos en lo olvidado. Justo ahora que ha sido posible parar; ahora que hemos dejado de movernos.

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