En plena pandemia y con la sociedad sumida en el miedo y en la incertidumbre, las dos personas con mayor responsabilidad pública de la provincia no se hablan. Hace ya más de una semana que Juan Manzur y Osvaldo Jaldo no intercambian siquiera un diálogo telefónico. Basta con revisar las imágenes en las redes sociales de uno y de otro para constatar que, en medio de la epidemia, otro virus los mantiene alejados.
Desde el inicio, el segundo mandato del gobernador y del vice transita entre la tregua y la guerra fría. Por momentos se atacan mediante emisarios y, por otros, se abrazan en público. En el fondo, la irresuelta transición hacia 2023, año en el que Manzur ya no puede ser reelecto y Jaldo aspira a ser el sucesor, enferma la relación de la dupla que supo sacarse de encima los 12 años de alperovichismo.
Tras unas semanas de calma, la crisis del coronavirus recrudeció los enfrentamientos. En Casa de Gobierno consideran que en la Legislatura están demasiado apurados por definir candidaturas, y en la Legislatura responsabilizan a la Casa de Gobierno por los últimos ataques recibidos. En especial, las repentinas críticas a la designación de la abogada Gilda Pedicone de Vals en la Cámara. Desde los casos de coronavirus que llevaron al virtual cierre legislativo, el gobernador monopolizó las acciones y hasta se mostró con quien nunca antes lo hubiera hecho: el intendente de la capital, Germán Alfaro. El vice le respondió con una ironía: esa foto debió darse hace cuatro años.
Con el teléfono cortado, los mensajes de uno y de otro se multiplicaron. A tal punto que las diferencias quedaron expuestas: mientras el gobernador pidió un descubierto al Banco Macro para pagar sueldos, en la Legislatura se impulsa una ley para que esa entidad no realice descuentos en los sueldos de los estatales durante dos meses, y se insta al Ejecutivo y a la Justicia a analizar cómo actuó el banco durante el llamado "viernes negro" en el que miles de jubilados se amontonaron frente a las sucursales. Es decir, lo que en la jerga política se conoce como una maniobra para incomodar al circunstancial contrincante: obligarlo a decir de qué lado está.
Es evidente que Jaldo supone que no debe dejarse "avasallar" por Manzur y que debe frenar cualquier embrión re-reeleccionista ahora, y que Manzur entiende que no puede dar señales de debilitamiento porque, si eso ocurre, transitará lo que resta de su gestión sin poder real.
Igualmente, es probable que, mañana o pasado, Manzur y Jaldo vuelvan a mostrarse juntos. Pero, a diferencia de otras ocasiones, esta vez antes de ese reencuentro en público deberán mantener un crudo diálogo a solas. Queda demasiado tiempo para resolver internas y hay demasiadas urgencias de la sociedad por atender antes. Hoy, el pase de la armonía a la conflictividad social pende de un hilo. Tan frágil como la relación que entablaron.