Si hay alguien que puede ponerse en los zapatos de Ginés González García, ministro de Salud de la Nación, ese es Adolfo Rubinstein, el médico que desempeñó aquella responsabilidad hasta diciembre, si bien con el rango de secretario. Especialista en Epidemiología Clínica con título de posgrado en Harvard (Estados Unidos), sanitarista y militante de la Unión Cívica Radical (UCR), el ex funcionario nacional dice que adhiere a la estrategia de la cuarentena total, pero cuestiona la escasa cantidad de exámenes del nuevo coronavirus covid-19 y la atribuye a la subestimación inicial del problema. “En la Argentina hay alrededor de 70 tests cada un millón de habitantes: necesitamos ir rápidamente a por lo menos 1.000”, calcula en una entrevista telefónica.
Según el ex ministro y ex secretario de Salud de la Nación, el combate de la pandemia “recién está comenzando” en el país más allá de que ya haya pasado un mes desde la detección del primer caso. “Estamos saliendo de la parte de contención donde la mayoría de los contagios eran importados. Ahora vemos muchos más casos de contactos estrechos con los viajeros que estuvieron en zonas de circulación viral y un 30% de pacientes confirmados cuya cadena de contagio no podemos discernir claramente. Esto es lo que se llama transmisión comunitaria o circulación local”, explica. Rubinstein concluye que, por esa razón, todavía es prematuro decir cuál es la trayectoria del coronavirus y evaluar el efecto de las medidas tomadas el 19 de marzo, cuando el presidente Alberto Fernández decretó el aislamiento social obligatorio, además de la suspensión de las clases, de los vuelos y de los espectáculos. “En pocos días tendremos otro panorama. Hoy (por el miércoles pasado) no sabemos a ciencia cierta qué es lo que va a pasar”, opina.
-¿Cuánto margen hay para sostener la cuarentena total?
-Es la medida más dura y entiendo que hay muy poco margen para seguir prorrogándola en forma generalizada porque tiene unas consecuencias muy negativas sobre la economía. Por otra parte, no es posible salir de este aislamiento sin una estrategia para los grupos vulnerables, como los mayores de 60 años y los enfermos crónicos: es recomendable que ellos sigan en sus casas. También habrá que focalizar en poblaciones especiales: las clases y los espectáculos seguirán suspendidos, y hay que pensar en los que viven en las villas y los asentamientos de los grandes conurbanos del país. Luego, habrá que tener la capacidad para detectar a quienes presenten los mínimos síntomas porque, si no, van a circular, y habrá un rebrote. Y la verdad es que no disponemos de tanto tiempo para planificar estos cuidados.
-Usted estaba en la función pública nacional cuando los expertos y los organismos multilaterales advirtieron que podría haber una pandemia. ¿Los gobiernos no escucharon esa alerta?
-Nunca hubo un llamado de la Organización Mundial de la Salud ni de las Naciones Unidas para decir que el peligro de una pandemia era inminente. Esto estuvo siempre latente e instalado desde el comienzo de este siglo, sobre todo con la irrupción del SARS en 2003. Después vinieron el ébola, la gripe A y el MERS, que, al igual que el SARS, es un coronavirus. Y luego llegó esto. Estamos ante la quinta epidemia del siglo XXI. De modo que esto comienza a ser una amenaza constante que tiene que ver con causas muy profundas que van desde el cambio en el ecosistema hasta el calentamiento global y la urbanización, particularmente en los países orientales y, sobre todo, en China. Allí hay un movimiento acelerado de migraciones internas donde el consumo de animales silvestres produce problemas a grandísima escala. China casi duplicó su población urbana en los últimos 20 años y esto está relacionado con la generación de las epidemias.
-¿Cómo está el país para afrontar un reto de esta clase?
-El año pasado, cuando yo todavía era secretario, pedimos a la Organización Mundial de la Salud que hiciera una evaluación externa de nuestra capacidad operativa para responder a catástrofes, desastres y epidemias. Hicimos un ejercicio con expertos internacionales en el ámbito de la agenda de Seguridad Sanitaria Global y nos fue razonablemente bien. Ellos visitaron todos los puntos de entrada al país; las estructuras de Salud y de Defensa, y, en muchos aspectos, terminamos aprobados. En otros, no. En (la estación aeroportuaria internacional de) Ezeiza estábamos débiles y, de hecho, eso se vio en esta epidemia. La evaluación tuvo lugar en septiembre y los resultados llegaron en enero, ya a esta gestión. El peligro de una pandemia es permanente y la mayoría de los países no está preparado para un golpe de semejante magnitud.
-La centralización inicial de los testeos en el Malbrán, que ahora comenzó a descentralizarse, ¿es consecuencia de esa falta de preparación?
-Lo que ocurrió es que hubo dos etapas en la acción del Gobierno. En febrero, que es cuando se debió haber hecho algunos preparativos, se demoraron porque no le prestaron la atención debida a la pandemia. Hubo una cierta subestimación. Y, entonces, no se adquirieron suficientes reactivos. Chile, por ejemplo, compró 250.000 reactivos a principios de febrero: nosotros a esa altura teníamos 1.500. Esa demora nos perjudicó e hizo que la red de 35 laboratorios descentralizados que tiene el Malbrán no funcionara. No había materiales para hacer detecciones. Este cuello de botella se está empezando a resolver con la distribución de 30.000 reactivos, pero la verdad es que corremos de atrás porque todavía hay una centralización en el Malbrán y bastante demora para obtener los resultados.
-¿Cuántos testeos diarios sería razonable tener en la Argentina?
-Corea, Alemania y otros países desarrollados están cerca de los 10.000 testeos por cada millón de ciudadanos. Esto implica alrededor del 1% de la población. Nosotros estamos recién en 70 por cada millón: todavía nos falta un buen trecho y creo que deberíamos llegar rápidamente a al menos los 1.000 testeos.
-¿Qué rol considera que debe tener la oposición en estas circunstancias tan excepcionales?
-Juntos por el Cambio está haciendo un acompañamiento cerrado: ha apoyado todas las medidas que se han tomado y ha estado con el Presidente cuando las anunció. Me parece muy importante el mensaje de que este problema trasciende la grieta y la disputa política porque se trata de una cuestión de Estado. Eso, por supuesto, no quiere decir que uno no pueda disentir en ciertos aspectos. Yo creo que fueron muy buenas las decisiones adoptadas para aplanar la curva de contagios de tal manera de que el sistema de salud pueda responder así como entiendo que hubo un error cuando se creyó que el coronavirus no iba a llegar porque esa actitud nos quitó reflejos. De todas manera no imagino un escenario apocalíptico. El problema es serio y preocupante, pero vamos a salir adelante y ojalá que salgamos mejores.