En el parque Guillermina y sus alrededores, el mosquito Aedes aegypti que causa la enfermedad del dengue, está fuera de control.
Si bien los recipientes con agua estancada y las altas temperaturas son la combinación perfecta para su reproducción, los terrenos baldíos también se configuran como puntos de riesgo.
En los barrios Ojo de Agua y Los Lapachos, a tan sólo tres cuadras del parque que donó Guillermina Lestón de Guzmán, el reclamo de los vecinos se tornó desesperante.
“Hace más de nueve meses que estoy con alergia y no logro curarme. Ya no sé qué hacer para que vengan a desmalezar esto”, exclamó Carmen Rosa Guia de 80 años.
En la cuadra donde vive Guia -San Lorenzo altura 3.700- , hay dos terrenos baldíos: uno que rodea su casa en gran parte y otro en frente de mayor extensión. “Vienen en carros y camionetas para arrojar animales muertos y cacharros en estos terrenos. El hedor que hay es impresionante y por eso mi alergia se volvió crónica”, comentó Guia.
Vivir con las ventanas abiertas y dejar que la brisa agite las cortinas es un sueño lejano para esta vecina. Además de convivir con la basura por años, los pastizales que superan los tres metros de altura, abundan por doquier.
El “escondite” ideal para los mosquitos rayados es justamente el tártago. “Cuando vivía mi marido este lugar estaba impecable. Ahora nadie se encarga de desmalezar, ni los inspectores vienen”, recordó Guia. Ante la pregunta ineludible de marcharse y mudarse a un barrio en mejores condiciones, la mujer contestó: “con mi esposo elegimos este lugar para formar nuestra familia hace 28 años. No lo dejaría nunca”.
Son muchos los terrenos abandonados que hay en las manzanas cercanas al parque. Algunos con edificaciones y otros con plantas que recrean a la yunga tucumana en unos cuantos metros cuadrados. “En mi casa tomo todos los recaudos para que el mosquito no se acerque. El fondo de mi casa limita con otro baldío y es imposible hacerle frente al dengue cuando son más terrenos desocupados que viviendas en una cuadra”, señaló una vecina de calle Lamadrid al 3.800 que prefirió mantener su anonimato.
A dos cuadras de la avenida Adolfo de la Vega, el barrio Los Lapachos tiene dos problemas: sitios desocupados y agua servida en las calles. “Nos cansamos de reclamar y exigir que solucionen esto. 28 personas tuvieron que contraer dengue para que la Municipalidad haga algo”, agregó la vecina.
Resignación
La mayoría de los terrenos baldíos en esa zona son privados. Debido a esto, vecinos como Noelia Figueroa intentaron buscar una solución concreta: comprar el baldío a su propietario. “Nos contactanos con el dueño pero no lo quiere vender. Como está al lado de nuestra propiedad nos convenía pero no podemos hacer nada”, reveló Figueroa.
Otra posibilidad sería tomarse el trabajo de arrancar de raíz los árboles que crecieron en el terreno pero ahí surge otro inconveniente: el usurpamiento. “Tenemos miedo de que cualquier persona se adueñe del lugar si es que llegamos a desmalezar. Estamos atados de manos y pies”, reflexionó Figueroa.
Aunque no les corresponda, por cuestiones de prevención, las viviendas que colindan con los “basurales selváticos”, recurren a mantener el pasto lo más corto posible en los bordes del terreno.
Trabajo y escuela
Julio César Vallejo, especialista en plagas, habló sobre la importancia de salir de casa y controlar otros espacios donde circula el mosquito Aedes aegypti. “No es tan solo centrarse en el hogar sino también en el ámbito laboral y educativo. No están prestando atención a los colegios y fábricas por ejemplo”, añadió Vallejo. A raíz de un estudio sobre huevos de mosquitos en áreas al descubierto de El Manantial, el docente descartó la presencia de huevos del mosquito hembra . “Descubrimos que el Aedes no transita en lugares abiertos como los cañaverales sino donde hay gente, porque necesita de la sangre humana para vivir”, apuntó Vallejo.
El especialista comentó que sí se encontraron huevos del mosquito en la biblioteca y en las aulas de las instalaciones de la UNT. (Producción periodística: Milagro Molina)