“Pollos”, “sillas”, “pescado”, “ala”, “alita”, “eso que vuela”, “bichito”, “chico”, “cosa”, “budines”, “pizzas”, “la amarilla”, “la marrón”; son algunos de los eufemismos que “La Banda de la Cabezona” habría usado para referirse, en todos los casos, a las drogas. Esos son los términos que constan en la elevación a juicio oral que presentó el fiscal Pablo Camuña al Tribunal Oral Federal.
En la causa, se acusa a Nilda Griselda “La Cabezona” Gómez de liderar a una organización criminal que se dedicada a comprar, acopiar, fraccionar, distribuir y revender estupefacientes. Junto con ella, hay nueve detenidos acusados conformar una asociación criminal.
Los agentes policiales (declararon durante las dos primeras jornadas del juicio) determinaron con escuchas telefónicas que Oscar Arnaldo “Cotoroto” Sánchez interactuaba con Gómez, Enzo Maximiliano Ale y su tío Manuel Alberto Lobo, entre otros implicados.
“Recuerdo una llamada en la que ‘Coto’ le indicaba a su tío de donde sacar la sustancia”, declaró Cristian Eduardo Santillán, miembro de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, que participó en los allanamientos de la causa, realizados el 29 de junio de 2016.
“Transcribí llamadas entre Nilda Gómez, ‘Coto’ y Maximiliano Ale. A Sánchez le hacían pedidos relacionados con ‘pollos’, a veces le pedían que les agregue ‘mayonesa’”, mencionó Federico Antonio Navarro, otro miembro de la PSA. El uniformado agregó que “se averiguó a quién pertenecía cada una de las líneas telefónicas que se utilizaban”.
En el acta de requerimiento de elevación a juicio, consta también que la información obtenida en las escuchas telefónicas exhibe que tanto “Coto” como los demás detenidos, presentaban “un alto grado de sumisión ante las directivas que recibían por parte de Nilda Gómez”.
“Preparame un pollo entero y una pizza para hoy”, rememoró Jesús Carabajal, jefe de escuadrón antidrogas.
“Nilda Gómez tenía un protagonismo bastante alto, pero además había una segunda línea de socios que tenían sus propias redes de narcomenudeo. Esta banda se encargaba de realizar grandes compras de sustancia y luego la distribuía a través de vendedores, algunos propios y otros ajenos, ya que además abastecían a otros grupos”, explicó el fiscal Camuña.
“Siempre en las comunicaciones tratan de ocultar la compra y venta de drogas con distintos nombres. Generalmente son códigos bastante burdos y fáciles de detectar. Hablaban mucho de pollos en este caso. A veces se referían a pescado, en lo que sería una distinción entre cocaína y pasta base”, explicó el fiscal federal.
“Por lo menos se intervinieron 30 líneas telefónicas”, recordó Camuña en diálogo con LA GACETA. También consta en la elevación a juicio oral que se secuestraron 61 teléfonos celulares, en su mayoría, de la casa donde capturaron a Oscar Arnaldo Sánchez.
Camuña recordó otra causa en la que se los procesados apelaban a códigos similares: “había otra banda que hablaba de ‘cerveza’ para referirse a la droga. Cayeron cuando uno de los implicados pedía que le envíen tres cervezas y media”.