Los ojos de Victoria Córdoba Meloni, de 11 años, están llenos de curiosidad. Los lleva hasta el microscopio y, tras el descubrimiento, dice con entusiasmo: “son redondas; entonces, son mis bacterias”. El experimento le salió perfecto y ella -envuelta en un delantal blanco del Conicet- está feliz. Además, ahora ya sabe que ser científico no es algo inalcanzable y mucho menos una cosa solo para varones.
Ella y 14 chicas más fueron científicas por un día en una jornada especial que se realizó ayer en el Centro Integral de Microscopía Electrónica (CIME). El encuentro se hizo a propósito del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Esta fecha se conmemora cada 11 de febrero con el fin de romper estereotipos, desafiar el sesgo de género y derrotar la discriminación en la ciencia.
La ONU informó ayer que menos del 30% de quienes investigan en todo el mundo es mujer. Además, ellas tienen menos publicaciones, reciben remuneración inferior por sus investigaciones y no avanzan tanto en sus carreras como los varones.
Virginia Albarracín -licenciada en Ciencias Biológicas, doctora en Bioquímica e investigadora del Conicet- cree que la mejor forma de concientizar sobre el tema es empezar por las niñas. Desde la infancia hay que promover herramientas para aumentar la participación de las mujeres en las ciencias, resalta la joven, que dirige el Centro Integral de Microscopía Electrónica (CIME) y está en el programa Ciencia con M (de mujer).
Falta visibilización
Apenas bajaron de la combi, el grupo de 14 chicas- provenientes de distintas escuelas y colegios de Tafí Viejo- se pusieron en acción. Se abrocharon delantales blancos y antes que nada hicieron un ejercicio mental. Tuvieron que cerrar los ojos e imaginarse una persona científica trabajando. La imagen de algunas chicas fue: un hombre con cabello despeinado en un laboratorio, rodeado de frascos de los cuales sale humo.
“Esta es una de las consecuencias de la falta de visibilidad de mujeres que han hecho historia en ciencias”, explicó Albarracin. Les presentó a algunas de ellas, como la física Marie Curie, primera en ganar un premio nobel, y Rosalind Franklin , quien halló datos claves de la estructura del ADN. ¿Sabían que el wifi y el limpiavidrios fueron ideas de mujeres?, les preguntó. No, nadie lo sabía en la sala.
“Las mujeres tenemos mucho potencial para la ciencia. No es algo imposible. Las científicas no poseen trabajos solitarios ni es una carrera incompatible con la maternidad”, resaltó la bióloga, y mostró una foto en la cual está con su hijo luego de haber recorrido el mundo por su especialización.
Guantes y bacterias
Luego, las chicas se pusieron manos a la obra. En distintos laboratorios aprendieron a cultivar bacterias y a observarlas en grandes microscopios. En uno de estos aparatos las imágenes pueden analizarse con tanta precisión que las visitantes quedaron asombradas. “Es como si se sentaran en la luna y desde allí pudieran ver la pelotita de un partido de tenis en Wimbledon”, comparó Albarracín.
Valentina Ferrari (9), Luján Ovejero (11), Iara Campos Carrió (13) y Lourdes Carrió (13) fueron las primeras en ponerse los guantes para trabajar con bacterias. ¿No son peligrosas?, preguntaron algunas de ellas. “Para nada; en realidad son las bacterias a las que estamos expuestos en forma constante. La idea es poder recolectarlas y cultivarlas para luego identificarlas”, comentó la doctora Cecilia D’Arpino.
¿Vieron que no era tan difícil ser investigadora?, les planteó Albarracín.
Las mini científicas tuvieron también la posibilidad de charlar con destacadas investigadoras del medio: Mónica Tirado -doctora en Física y nanotecnóloga-, Paula Boldrini -arquitecta y doctora en Ciencias Sociales- e Inés Mercado -doctora en Biología de la Fundación Miguel Lillo-.
Después, hubo un “torbellino de ideas” donde las chicas expusieron lo que más les gustó de la jornada. Para las niñas y adolescentes fue muy agradable aprender a usar tecnología y poder experimentar con microbios totalmente invisibles para el ojo humano.
“¿Me puedo llevar a casa las bacterias que cultivé?”, planteó una de ellas, emocionada por su creación. Le dijeron que no estaba permitido sacar esos materiales del laboratorio. Todas se fueron con las manos vacías. Pero con una imagen de la ciencia muy distinta a la que tenían cuando llegaron: ahora saben que no es algo lejano e imposible, que no hay científicos despeinados, solitarios y rodeados de frascos burbujeantes. Y que las mujeres pueden ser muy habilidosas y creativas si deciden hacer una carrera científica.
En el Conicet son la mayoría, pero muy pocas llegan a cargos jerárquicos
La investigadora Virginia Albarracín habló de los motivos por los que es imprescindible acercar las mujeres a la ciencia. “Hay que romper con los estereotipos y animar a las niñas, decirles que son buenas en ciencias, en matemáticas y en tecnología”, señaló.
Si bien cada vez hay más científicas, la presencia de ellas en espacios de decisión sigue siendo baja, explicó. Y dio algunas cifras: “en Argentina, las investigadoras representan el 52% del total y las becarias, un 60%. En particular en el Conicet, principal organismo de Ciencia y Técnica en Argentina, las mujeres representan el 53% del total. Las mujeres son mayoría en los primeros dos niveles: asistente (60%) y adjunto (55%) para convertirse en minoría en los siguientes escalones: independiente (49%), principal (42%) y superior (25%). Los porcentajes de mujeres en posiciones de gestión institucional y como decisoras de políticas científicas son aún menores (entre 25% y 15%)”.
“¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que esta situación cambie? No es que nos falte participación, hay un solo escalón que no podemos subir, y está claro que no es por falta de mérito. Urge un cambio paradigmático en el cual se instale una verdadera política de perspectiva de género en la ciencia, en donde los sesgos son totalmente inaceptables ya que van en detrimento de la producción objetiva de conocimiento y de su excelencia”, precisó.