Entre toros no hay cornadas: una fábula

Entre toros no hay cornadas: una fábula

02 Febrero 2020

Por Jorge Torres Zavaleta

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

En las estancias de la zona había varios toros y todos se llevaban mal. Pero apareció un toro que se puso a pensar y decidió hablar con los otros para arreglar las cosas y de paso lograr que se beneficiaran con algunas reformas que se le habían ocurrido.

Cada uno de los toros tenía su público, que era fiel. Vivían bien, estaban tranquilos y entonces el toro Alejandro dijo: cobrémosles impuestos o tasas por vivir aquí a los demás. El patrón no viene nunca, así que podemos hacer lo que se nos canta. El antes mandaba, había un reglamento pero ahora ese reglamento, que él llamaba constitución cayó en desuso, así que podemos hacer las cosas como querramos, total nadie vigila eso

Los otros toros deliberaron y le dijeron: si, está bien pero para eso tenemos que dejar de pelearnos. Cada uno debe vigilar su quintita y lograr que crezca.

-Tal cual -dijo Alejandro- Vos no te metés conmigo y yo no me meto con vos y podemos hacer que todos los demás animales empujen el carro y hagan las otra tareas. Y nosotros vigilamos sus trabajos mientras les decimos que los beneficiamos. Les vamos a cobrar por el privilegio de empujar el carro y de hacer las otras tareas de la estancia, porque ¿qué sería de ellos sin nosotros que les aseguremos seguir viviendo acá, digamos que en libertad?

-Lo que pasa -dijo otro toro que se llamaba Victorio es que tiene que haber un toro que mande.

-Ese es el patrón -dijo Alejandro, pero como el infeliz no vigila y no aplica su constitución y a los otros animales no les importa nada, acá los toros sindigarcas podemos hacer lo que se nos cante. Lo primero es sacarles libertades, obligarlos a pagar y decir que es en beneficio de todos. Lo segundo es decir que ellos tienen derechos que sólo nosotros les  podemos dar, convencerlos de que son débiles y así desanimarlos hasta que no puedan pensar claramente y crear una comisión de cuervos que les saque el producto de su trabajo, para que les quede poquito, apenas para vivir. Vas a ver cómo se van a desmoralizar y van a sentir que sólo pueden depender de nosotros. De a poco van a darse cuenta que si nos entregan una buena parte de lo que ganen se van a sentir seguros aunque en realidad los perjudiquemos. Y nosotros vamos a eternizarnos en el poder, ya lo estoy entrenando a mi hijo y tengo una hija que promete.

-Muy bien -dijo otro toro que se llamaba Excelso- hay que convencerlos de que ellos no son nadie, nada, la encarnación de la estancia somos nosotros. Además, deben saber que las leyes nuestras son más importantes que nuestra constitución y que es alta traición desobedecernos. Otra cosa, aunque seamos ahora los dueños y vamos por todo les decimos que los protagonistas del relato son ellos, que esto es una gesta, un proyecto heroico, así tienen un caramelito para saborear, aunque vivan peor todos los días.

- Pero si viven peor -dijo otro toro que se llamaba Inocencio- ¿no se van a dar cuenta?

- Les decimos que es en beneficio del pueblo, que son ellos. Nosotros, les diremos, sólo seremos a encarnación del pueblo. Y mientras tanto con nuestras ocurrencias los vamos a tener en vilo. Y al que no le guste garrotazos mientras les vamos sacando más plata.

- Entonces estamos de acuerdo -dijo Alejandro-. Nos repartimos la estancia, cada uno de nosotros va a tener su público que van a estar en lo que ahora bautizo como sindicatos y confederaciones de poder, las gallinas van a ser los jueces, porque podremos influir fácilmente sobre ellas. A partir de ahora  nosotros vivimos en paz y no nos corneamos en público. Y así será por los siglos de los siglos y nosotros y nuestros hijos viviremos felices. Sí, la verdad, es un lindo plan.

- De acuerdo -dijo Napoleón. Veo que pesamos igual. Porque así lo requiere nuestra posición

- Opino que lo primero que tenemos que hacer es decirles a los perros, pero no a los perros del dueño, sino  a otros que vengan de un club de jóvenes, que formaremos, que se pongan a vigilar todo. Nosotros somos más grandes que ellos así que nos tienen miedo y nos respetan y sus ideales de dominio son los nuestros. Además les vamos a dar beneficios. La organización se va a llamar CampoRha. Ah, y ese caballo que está corriendo en libertad hay que hacerle pagar por usar este suelo. No se olviden que todo debe estar reglamentado. A partir de ahora, proclamo que todo esto es nuestro. Queridos amigos, el futuro es  maravilloso, vamos a ser mandameses gordos gracias a los demás, ¿no les parece una excelente idea?

© LA GACETA

Jorge Torres Zavaleta - Escritor. Su última novela es El dueño anterior.

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