Como tantos otros tucumanos y argentinos, Paula Tueros y Emmanuel Gaitán Quarenghi viajaron el año pasado a Australia a buscar nuevos aires, nuevos trabajos, nuevas aventuras y nuevas experiencias.
Paula es pampeana y Emmanuel, tucumano. Ella trabaja en restaurantes y él como pintor. Además, tiene un emprendimiento de arte (@by.em.arts en Instagram). Viajeros empedernidos, se conocieron durante uno de los tantos viajes que emprendieron con los programas de trabajo y vacaciones.
Les gusta la montaña, entonces apuntaron como destino Blackheath, en Nueva Gales del Sur, una de las zonas que ahora se hizo conocida por haber estado complicada con los incendios. Bien dicho ahora, porque en ese momento, cuando ellos llegaron, poco se conocía sobre el tema. De hecho, entre tantas reflexiones que les quedaron tras vivir en el medio de los incendios y tener que abandonar el pueblo, también tuvieron un reproche: a pesar de las advertencias, en Sydney se hizo el tradicional show de fuegos artificiales, cuando el país se incendiaba
Recién después de Año Nuevo, el mundo supo lo que pasaba en Oceanía. ¿Habrán ocultado la información para no ahuyentar turistas? Estos dos jóvenes no dejan de preguntarse eso.
Aunque hacía poco tiempo que se habían instalado, pudieron sentir de cerca el sufrimiento de los habitantes de los pueblos afectados. "Nosotros no tenemos nada que perder acá, es tan simple como armar la mochila y cambiarnos de lugar. Pero hablamos de negocios familiares de años, se respira preocupación e incertidumbre, no se sabe lo que va a pasar ni cuanto tiempo seguirá esto tan parado", dice Paula en un texto que compartió con LA GACETA sobre la experiencia de ambos en el medio del fuego.
El texto completo firmado por Paula Tueros:
Vivimos en Blackheath, en The Blue Mountains, Nueva Gales del Sur (NSW), Australia, 93 km alejados de estación central. Manuel llegó a fines de octubre y yo a fines de noviembre. En ese momento los incendios ya estaban presentes. Por aquellos días, en Sydney, la ciudad, ya había humo en el ambiente, pero acá en las Blue Mountains no. Con los días el fuego se iba acercando a la zona donde estamos nosotros.
Lo chequeábamos con una app que muestra en un mapa dónde está el incendio, los posibles puntos calientes y el número de hectáreas que se van quemando. También información importante como los riesgos que corre cada pueblo de alrededor, qué hacer, te avisa para que monitorees el fuego, que te preparés para evacuar, cuándo es momento de hacerlo o si ya es muy tarde, e indicaciones de qué hacer si estás frente al fuego.
A mediados de diciembre el humo ya empezaba a llegar a la zona, había días que se sentía más y otros que casi no se sentía, claramente todo dependía del viento, porque lo alejaba de la zona. Entiéndase que vivimos a 50 km de los dos epicentros más grandes de fuego, justo en el centro, como una especie de sandwich.
Por esos días, los dueños de la guesthouse donde vivimos alertan que el fuego estaba muy cerca, que estemos preparados por si teníamos que evacuar, que tarde o temprano eso iba a pasar. Dependía principalmente del clima y de la lluvia, que no estaba presente en el pronóstico y sólo se esperaban días de mucho calor con posibilidades de que el viento girara y el fuego se dirigiera a donde estábamos. Cuando el fuego es tan extenso y tan grande genera su propio micro-clima es impredecible y devastador.
Debido a la incertidumbre, la paranoia y el temor, dos días después decidimos que lo mejor era agarrar todas nuestras cosas e irnos para no tener que salir corriendo en un momento de desesperación. Al día siguiente amanecimos con el humo casi adentro de nuestra casa, afuera no se podía respirar bien, lo sentías inmediatamente en la garganta y en los ojos.
Ofrecimos nuestra ayuda a los dueños de casa para preparar lo necesario antes de irnos, ya que ellos se iban a quedar hasta el último momento por si tenían que apagar pequeños incendios que se propagan por las chispas, y a primera hora de la tarde nos fuimos para Sydney. Fue fuerte ese momento porque pudimos observar que ya se había ido mucha gente del pueblo y cuando tomamos el tren había muchos con equipaje que estaban evacuando pueblos cercanos. Lo fuerte residía en pensar que nosotros en realidad no perdíamos nada, era simplemente llenar nuestras mochilas y salir, pero esa gente estaba dejando sus casas, sus trabajos y su pueblo, sin saber qué iba a pasar con todo eso. La imagen era bastante triste y desesperanzadora.
Al día siguiente amanecimos con el humo casi adentro de nuestra casa, afuera no se podía respirar bien, lo sentías inmediatamente en la garganta y en los ojos.
Al llegar a Sydney los comentarios que nos llegaban eran que habíamos tomado una buena decisión en irnos ya que el ambiente estaba cada vez peor y el fuego cada vez más cerca, a menos de 1 km de casa. Durante ese fin de semana seguimos en contacto con amigos de Blackheath que nos mandaban fotos y videos donde se veían camiones de bomberos, sirenas y helicópteros sobrevolando la zona. El fuego estaba presente y sabíamos que era impredecible. Gracias al exitoso trabajo del equipo de bomberos en Blackheath que pudieron contener y controlar el incendio, no hubo grandes perdidas, solo algunas casas del bosque, el resto de la ciudad quedó intacta. Sí con dolor, vacía y con más incertidumbre que antes. En pueblos de alrededor sí hubo algunas pérdidas.
Nosotros desde Sydney y la revolución de Fin de Año estábamos a salvo, pendientes de las noticias, siempre al tanto de la situación y con intenciones de volver lo más rápido posible, principalmente porque yo tenía que viajar casi tres horas de ida y tres de vuelta al trabajo.
El show debe continuar
En Noche Buena volvimos a casa para pasar Navidad con la gente del pueblo y con la idea de quedarnos nuevamente. Ahí nos dimos cuenta de que el ambiente permanecía contaminado, si bien el fuego estaba cerca, pero controlado. El mayor problema eran los pronósticos: altas temperaturas, vientos desde el sur y baja humedad no era nada alentador, por lo que decidimos estar una semana más en la ciudad, donde todavía se respiraba bien.
Llegó el 31 de diciembre y los tan esperados fuegos de artificio de Sydney, que estuvieron en duda hasta último momento porque fue un día de mucho calor y muy propicio para incendios en muchos sectores del país. De hecho, en el sur de Nueva Gales del Sur y en Victoria la situación empeoraba de manera catastrófica, como se puede ver en las miles de imágenes y videos que han llegado a Argentina. Los fuegos de artificio existieron y aparentemente fue una fiesta. ¿Irónico, no?
Ese día la app no dejaba de notificarnos sobre la prohibición absoluta de encender fuegos en el país. Sydney amaneció cubierta de humo, pero sí, los fuegos de artificio existieron. Cómo imaginar que no, con el turismo que mueve millones por el evento más esperado del país... no se iban a cancelar. Luego de este acontecimiento fue cuando el mundo se empezó a enterar de lo que estaba pasando en Australia, se viralizó la información, las imágenes y los videos. En realidad hacía dos meses que estaban los incendios ya instalados.
Volviendo a nosotros, el 2 de enero corroboramos que esté todo bien en Blackheath, por lo menos fuera de riesgo, y aventurados a volvernos a casa, lo hicimos. Efectivamente la situación estaba mucho mejor. Cuando llegamos lloviznaba, no sabíamos si eran lágrimas de dolor o un regalo de bienvenida, con todo lo que significaba esa lluvia para Australia en este momento. Estaba fresco y casi sin rastros de humo. Desde entonces solo una mañana nos levantamos y la casa estaba llena de cenizas, luego mejoró el ambiente y de vez en cuando llueve.
La situación ahora
Por acá está volviendo de a poco todo a la normalidad. Hablo en cuanto a tranquilidad, porque claramente lo que pasó trajo consecuencias. The Blue Mountains es un área muy turística de Australia, donde hay muchos parque Nacionales. En este momento no viene nadie, a nivel laboral está muy parado todo. Yo trabajo en dos restaurantes y entre los dos no sumo muchas horas trabajando. En la guesthouse donde vivo hay muy poquitos clientes por día, y así se encuentra toda el área.
Cuando llegamos lloviznaba, no sabíamos si eran lágrimas de dolor o un regalo de bienvenida, con todo lo que significaba esa lluvia para Australia en este momento.
Repito, no tenemos mucho para perder, porque podemos movernos si el futuro no es promisorio, pero para la gente local no es lo mismo. Hablamos de negocios familiares de años, se respira preocupación e incertidumbre, no se sabe lo que va a pasar ni cuanto tiempo seguirá esto tan parado. El domingo pasado visitamos uno de los parques más cercanos a casa y nos dijeron que todos los ingresos están cerrados hasta nuevo aviso, eso significa que no saben cuánto tiempo más van a estar sin turistas. Y acá dentro de todo eso es lo peor.
En el sur la situación es menos alentadora: el fuego crece y crece y allí el fuego fue más urbano. Mucha gente perdió su casa, sus mascotas, incluso sus vidas. ¿Cómo se sigue después de una catástrofe así?
Reflexiones inevitables
Reflexiono, más allá de los hechos y a raíz de los mismos… ¿En qué momento pensamos hacernos responsables de lo que está pasando? ¿Cuándo empezamos a ocuparnos? Está claro que los grandes cambios deberían venir desde arriba, llámese gobiernos, empresas, productores, ganaderos, etcétera. ¿Pero nosotros cuándo? ¿Qué más tiene que pasar? Yo creo hemos tenido varios avisos, desde olas de calor hasta incendios y descongelamiento de glaciares. Esto ya es una consecuencia directa del cambio climático.
Hace años venimos escuchando sobre la contaminación ambiental, el calentamiento global, el cambio climático, ¿pero qué sabemos y qué hacemos al respecto? Creo que es momento de que despertemos, de que tomemos consciencia y que nos demos cuenta de que somos grandes responsables de lo que está pasando, y que todos y cada uno podemos hacer algo al respecto.
Nos detengamos un momento en nuestro día a día y reflexionemos, dimensionemos lo que está pasando, porque que esté pasando en Australia y que sea un país que esté lejos no significa que no te vaya a pasar a vos, que no vaya a pasar en tu país. Seamos conscientes de lo que estamos perdiendo, englobando al amazonas y a otros tantos incendios, la cantidad de animales que se perdieron es increíble, son seres vivos y hay muchos en peligro de extinción. ¿Cuánta importancia le damos a eso?
Y ahora hay mucha gente impactada con este número de animales perdidos, y con las imágenes de koalas y canguros muertos, o quemados. ¿Pero somos conscientes de lo que consumimos a diario? Por qué no pensamos también en las vacas, chanchos, pollos, peces y todo lo que eso significa para el calentamiento global…
Pasando de la fauna a la flora, estamos hablando de incendios forestales, de millones de hectáreas quemadas, que se perdieron, y que se siguen perdiendo. Estamos perdiendo pulmones del planeta, lo que nos da el aire, ¿cuán consciente somos de eso? ¿Qué podemos hacer desde nuestro lugar?
En primera medida informarnos sobre lo que pasa, más allá de que estemos privados de mucha información, hoy en día tenemos acceso a todo, entonces ya depende de nosotros leer y ponernos al día. Hacernos conscientes de lo que consumimos, de dónde viene, qué contiene y qué consecuencia tiene tanto para nosotros como para el medio ambiente. Cambiar hábitos, los que más puedas. Reducir el consumo, en general, reducir el consumo de carne, de plásticos, de conservantes. Reducir la basura.
Hoy hay información e ideas por todos lados, para reciclar, reutilizar. Ya es momento, sin excusas, porque mucho tiempo no tenemos para revertir la situación, la naturaleza ya nos viene dando varios avisos. Aunque sea hagámoslo para las generaciones que vienen. Hagamos un cambio, cuidemos nuestro propio cuerpo y cuidemos nuestro planeta, que es
tu casa, mi casa, nuestra casa.