Muy buena
miniserie / por netflix
En las entrañas de su castillo de Transilvania, el conde Drácula le revela su condición vampírica a Jonathan Harker y se apresta a clavarle los colmillos. Entonces se produce este intercambio imperdible:
- ¡Sos un monstruo!
- ¡Y vos sos un abogado!
Más adelante, ya en plan filosófico, Drácula opinará: “no creo en la democracia porque es la tiranía de los desinformados”.
A esa altura ya quedó claro que estamos ante una producción excepcional, uno de los abordajes más originales, irresistibles y profundos al clásico de Bram Stoker de los últimos tiempos, fruto de la unión de la BBC y de Netflix, a partir de la brillantez propia del dúo Mark Gatiss-Steven Moffat. No es casual que se trate de los creadores de la imprescindible (¿cuándo vuelve?) “Sherlock”.
No son tres capítulos, sino tres películas de 90 minutos conectadas por el devenir de un Drácula cínico, sabio e implacable, enorme en la piel del danés Claes Bang (a quien vimos en la última temporada de “The affair”). Es un vampiro capaz de disfrutar la modernidad sin perder la perspectiva histórica, constructor de una moral única y desquiciada, pero a la vez fascinante en su concepción. La justificación del asesino, del monstruo, surca un existencialismo tan sanguíneo como irrefutable: Drácula se sabe único y eso todo lo permite. Su búsqueda es la de la perfección, en su extraña idea del amor y en la muerte.
La miniserie se construye desde una estética admirable, capaz de viajar del gore y lo monstruoso -explícito al máximo- al refinamiento de la paleta de colores y la calidad de la puesta en escena. Son vampiros repulsivos, por lo que hacen y lo que representan, y los directores Jonny Campbell, Damon Thomas y Paul McGuigan, se ocupan de exhibirlo con lujo de detalles.
“Drácula” descansa en la fluidez de la narración, en la calidad de sus diálogos y en el humor para darle varias vueltas de tuerca a la historia. Lo que en el comienzo parece una adaptación más de la novela de Stoker va mutando hacia terrenos sorpresivos, impensados. La primera parte, la de Transilvania, revela que el doctor Van Helsing del libro adquiere una faceta femenina (Dolly Wells) y no contemos mucho más. La segunda es un hallazgo: cuenta qué pasó en el Démeter, el barco que llevó al conde a Inglaterra, adquiriendo un matiz policial, casi como una trama de Agatha Christie. Y de la tercera queda prohibido adelantar una palabra.
La resignificación de la historia abarca a los personajes, lo que confiere nuevos roles a los tradicionales Harker (John Heffernan), Mina (Morfydd Clark), Lucy (Lydia West), el doctor Seward (Matthew Beard) y Renfield (el propio Mark Gatiss, divirtiéndose en grande). Este “Drácula”, mucho más allá del terror -que lo tiene-, invita al más absoluto disfrute.