Catalina de María

Catalina de María

En la esquina de Alberdi y Lavalle se encuentra ubicado actualmente el colegio Sagrado Corazón de Jesús de las Hermanas Esclavas, institución de la que recientemente se conmemoraron 130 años de fundación en el medio educativo tucumano. Un 15 de noviembre de 1889 llegaron Las Esclavas a Tucumán; ese año, la provincia recién había comenzado a utilizar la luz eléctrica, y poseía algunos cableados telefónicos, tenía unas pocas calles empedradas y faroles a kerosén.

HACE 90 AÑOS. El inmueble de La Madrid 1.180, en la década del 30. HACE 90 AÑOS. El inmueble de La Madrid 1.180, en la década del 30.
05 Enero 2020

El inmueble que hoy pertenece a las Hermanas Esclavas había pertenecido al General La Madrid. Allí se encuentran ubicados la capilla y el radiante colegio, que ha permitido a generaciones de jovencitas que se proyecten en la sociedad con la solvencia de la educación y la diafanidad de los valores adquiridos.

Tucumán fue la octava fundación en el país, resultado del ideal invencible de una mujer cordobesa, la Madre Catalina de María. La Superiora de la Congregación aquí en Tucumán, Madre Marita Barrionuevo se refiere a su figura: “Heredera de la espiritualidad ignaciana, a la que incorpora su experiencia de oración y el discernimiento, que le permite confiar absolutamente en la Providencia. Su certeza para luchar por su “sueño dorado” y sufrir lo que sea necesario es lo que siempre me ha impactado en mi camino espiritual”.

Madre Catalina impacta en las emociones y en el pensamiento de creyentes y no creyentes porque constituye un referente de bien común que va más allá de la religiosidad, incrustándose en el corazón de la humanidad. En una época en la que el feminismo probablemente hubiera resultado una expresión vacía de sentido, ella tuvo la claridad interior y la convicción indubitable de que las mujeres debían estudiar. Casi analfabeta por decisión de una sociedad patriarcal, centró su acción en el logro de una comunidad que trabajase por la educación de las mujeres. Se anticipó a la elaboración de un concepto que va más allá del asistencialismo y que ha puesto en jaque la noción de caridad: buscó la restitución de la dignidad de las minorías oprimidas, en este caso, mujeres vulnerables que no podían estudiar ni propiciarse un medio de vida. Las educó para liberarlas de la opresión, no para mantenerlas cautivas.

Ella cristalizó propósitos difíciles de cimentar en una época hostil para las mujeres, condenadas al silencio, al analfabetismo y a la exclusión de las decisiones sociales. Su historia personal transcurre en la ciudad de Córdoba durante el siglo XIX, lugar en el que hizo efectivo un gran sueño de bien común signado por el amor a Cristo y el amor a la humanidad. Casada con el coronel Zavalía, tuvo el valor de organizar tertulias y recaudar fondos para las mujeres cuyos maridos morían en la guerra; cuando el Coronel es tomado prisionero, escribe cartas desafiando a la autoridad y pidiendo justicia, transgrediendo el estigma de la no participación política de las mujeres.

Rompió contra los protocolos de un clericalismo que no le permitía ingresar a una congregación por su viudez que denotaba ausencia de castidad; entonces decidió fundar la Congregación de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, la primera de vida apostólica argentina, que hoy desarrolla su misión también en Chile, España y África.

Un 27 de noviembre del 2017 fue beatificada por el papa Francisco Catalina de María Rodríguez. Creemos que su paso por la vida fue un momento supremo en el que el cielo ha rozado los límites de la tierra.

© LA GACETA

Graciela Jatib - Escritora, docente de la UTN y del Colegio de las Hermanas Esclavas

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios