Por qué perdemos la paciencia y cómo podemos ejercitarla

Por qué perdemos la paciencia y cómo podemos ejercitarla

Una coach ontológica analiza qué sucedió con la reacción del Papa. Cómo observar y observarnos.

PLAZA SAN PEDRO. El papa Francisco reaccionó contra una fiel que lo agarró. PLAZA SAN PEDRO. El papa Francisco reaccionó contra una fiel que lo agarró.
03 Enero 2020

“Tantas veces perdemos la paciencia. A mí también me ocurre. Me disculpo por el mal ejemplo dado ayer”. Esas fueron las palabras del papa Francisco luego de responder con dos golpes en la mano a una mujer que lo agarró bruscamente del brazo y lo tiró hacia ella, cuando saludaba el martes a los fieles tras oficiar la última misa de 2019 en la plaza San Pedro. 

A pesar de su descargo fue criticado en todo el mundo por su reacción. Es por ello que una profesional tucumana reflexiona sobre qué sucedió y comparte consejos para ejercitar la capacidad de responder ante la incomodidad sin alterarse.

“Creo que lo que dijo el Papa fue un gran regalo”, opina la coach y facilitadora tucumana Natalia Liz Sleiman. Con ello se refiere a que hubo una reacción juzgadora lapidaria por su investidura, que a la vez nos sirve para observar y observarnos. “Hay que salir de ver la víctima y el victimario para observar la imagen completa. Ver el todo y reflexionar: ¿qué hubieras hecho vos en esa situación y qué te hubiera gustado hacer? El Papa lo expresó en su disculpa pública. Le hubiese gustado tener más paciencia”, añade la profesional tucumana.

Pero antes, observa el contexto del percance: “Ella lo tomó bruscamente de la mano. Observé que el Papa hizo un traspié. Quizás físicamente se vio en riesgo, es una persona mayor, y casi se cae por esa acción. Las neurociencias comprueban que lo primero que puede suceder es la respuesta del cerebelo, que reacciona desde el ataque o la huida. En un ejemplo cotidiano, cuando un asaltante te increpa, te paraliza, o salís corriendo o te defendés”, explica Sleiman. 

A lo que agrega que cuando nosotros como seres humanos no descansamos lo suficiente (“esto es muy importante”) o no estamos estables internamente, el cerebro reptiliano (dominado por el comportamiento instintivo) es lo primero que reacciona. Pero si estamos descansados -le suma- y tranquilos, hay una condición de respuesta que se desarrolla en el neocortex y no de reacción (cerebro reptiliano). De todas formas, Sleiman resalta que cada persona actúa de manera diferente, por su carácter, por su estado de ánimo, por las condiciones externas.

Ejercicios

Tomando lo que dijo Francisco, de que tantas veces perdemos la paciencia, Sleiman comparte con LA GACETA tips para cultivarla. Primero resalta que es importante reconocer nuestras necesidades de descanso y de silencio. “Me refiero a esos espacios de hacer nada, de estar en intimidad con uno mismo. Paro la pelota, la saco del juego y miro la cancha. Llegar al final del día y decir: hago un balance y pensar qué funcionó, qué no funcionó. Esos silencios nos posibilitan la reflexión, dirigir la mirada hacia adentro”, describe.

Ejercitar la espera es otra de sus recomendaciones. Se refiere a cuando observarnos cómo somos observando, si nos gusta esperar o queremos todo ya: “ansiamos que ya se vaya, que ya se resuelva, que ya me llame. Es importante reflexionar sobre cómo somos como seres humanos con la ansiedad. ¿Nos reconocemos ansiosos?”.

Por otra parte, opina que hay actividades cotidianas que nos piden presencia total, como cuando manejamos un vehículo y puede ser fatal no estar concentrados. También cuando cocinamos o cuando cosemos una prenda, se necesita ese estado de presencia total. “A ese estado de presencia lo cultivamos haciendo actividades que lo requieran todos los días. Cuando respiramos, pensar qué sucede internamente y externamente, cómo me muevo y cómo se mueve mi entorno. Un ejemplo es una persona que llega tarde a una cita. Cultivar la presencia sería observar que lo que hacemos tiene un efecto y consecuencia para otras personas”, explica.

Finalmente, Sleiman añade que el pontífice reflexionó sobre la situación y dijo que perdió la paciencia: “¿cuántos de nosotros hacemos eso? ¿Quién se detiene cuando hace un daño y pide perdón y reflexiona? ¿Y cuántas veces somos tan invasivos y ponemos en riesgo la integridad del otro?”.

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