Así como la producción tucumana conquista nuevos mercados, de la misma manera la investigación y la innovación captan la atención de los mercados globales. Uno de esos casos es el de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) que, recientemente, ha participado de la firma de un acuerdo con una subsidiaria de una empresa japonesa para el uso de Howler, un producto biológico que activa los sistemas de defensa de las plantas.
Desarrollado en Argentina, patentado en el mundo y licenciado por la empresa ANNUIT SA, la invención podría marcar un cambio de paradigma en la producción agrícola, específicamente en el manejo fitosanitario de cultivos como la soja, la cebada y el trigo, sostienen los especialistas. “Este tipo de trabajo está en el mandato fundacional de la estación, que es pensar hacia adelante”, indica a LA GACETA el director técnico de la Experimental, Daniel Ploper. La entidad no sólo provee a la producción de semillas y variedades más resistentes, sino también este tipo de investigaciones que trascienden las fronteras productivas locales, remarca, por su parte, el presidente del directorio de la Eeaoc, Juan José Budeguer. El concepto es completado por el investigador del Conicet Atilio Castagnaro. “Howler es una proteína fúngica que induce la respuesta de defensa. Ese fue el hallazgo original entre la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), el Conicet y la Estación Experimental, que ingresa para hacer todo el desarrollo”, indica. Se trató de una de los principales aportes que ese organismo tucumano brinda a la producción: llevar el conocimiento desde el laboratorio hasta su aplicación en los principales cultivos de la provincia, como azúcar, limón, arándanos o soja y también del país, como el caso del trigo, la cebada o el garbanzo.
Budeguer, Ploper y Castagnaro remarcan que la sociedad en general le reclama a la ciencia argentina que resuelva ciertos problemas que se les presentan a las producciones. “Esta investigación lleva al desarrollo tecnológico a través de inversiones científicas, que luego se canalizan en un producto más sano con la aplicación de estos resultados obtenidos en los laboratorios”, indica el investigador del Conicet. A partir de esto, se avecinan siete convenios más vinculados con investigación y desarrollo de bioinsecticidas, con el fin de que las plantas sean más saludables y que se eliminen los productos sintéticos, el desarrollo de biofertilizantes y pruebas de hongos para control biológico de los cultivos, entre otros.
El origen
Según el sitio del Conicet, la investigación había iniciado en 1997 cuando Castagnaro y el doctor Juan Carlos Díaz Ricci del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas (Insibio, Conicet-UNT) comenzaron a trabajar en la búsqueda de soluciones biotecnológicas para disminuir el impacto de la antracnosis en el cultivo de frutilla, una actividad importante para la socio-economía tucumana. La Antracnosis es una enfermedad de las plantas, recurrente en climas húmedos y calurosos, que es causada por varios hongos de los géneros Colletotrichum, Gloesporium y Coniothyrium, puntualiza el trabajo del Conicet.
Los doctores Sergio Miguel Salazar y Josefina Racedo fueron quienes caracterizaron un microorganismo patógeno fúngico que activa la defensa de las plantas (Acremonium strictum SS71). Al mismo tiempo, la doctora Nadia Regina Chalfoun descubrió el “poder inductor” en una proteína producida por este aislado denominada AsES (Acremonium strictum elicitor subtilisin). Esta proteína activa y aumenta las defensas en las plantas y mejora su nivel de protección frente a distintos tipos de estreses bióticos y abióticos.
El desarrollo de la tecnología a partir de estos conocimientos básicos se concretó en la Estación Experimental y en el Instituto de Tecnología Agroindustrial del Noroeste Argentino (Itanoa, Conicet-Eeaoc). Desde 2011, Chalfoun, bajo la dirección de los doctores Björn Welin y Castagnaro, comenzó a trabajar en la vinculación con el sector privado (específicamente con la empresa ANNUIT SA) para desarrollar una formulación cuyo ingrediente activo principal fuera la proteína AsES. También para escalar su producción y estudiar sus efectos en diferentes cultivos. Así nació Howler, un bioinductor y bioactivador de las defensas naturales de las plantas. Sus inventores lo comparan con una vacuna, pero de origen vegetal, porque activa la inmunidad innata de las plantas a través de una serie de rutas de señalización de respuestas bioquímicas. “Este tipo de trabajos han caracterizado a la Estación Experimental como institución de punta en materia de investigación, con el fin de proyectar una agricultura más sustentable”, afirma Ploper.
El Itanoa, a su vez, está trabajando en seis proyectos de desarrollo tecnológico y social (PTDS): uno vinculado con la biorrefinería, para el desarrollo de productos de alto valor agregado a partir de biomasa. Otro referido a los biocombustibles para la sustentabilidad de la producción azucarera. El tercero se refiere a la transferencia de genes por ingeniería en cultivos de importancia regional, más resistente a plagas y/o enfermedades en caña, soja y limón. El cuarto se vincula a la genética y genómica de cultivos. Un quinto que tiene que ver con el desarrollo de bioinsumos para incrementar la sostenibilidad de las agroindustrias del NOA y, finalmente, sentar las bases ecológicas y genéticas de las interacciones planta-plagas para el manejo fitosanitario.
Más recursos
Reimpulsarán un proyecto de ley para financiamiento federal
El presidente del directorio de la Estación Experimental, Juan José Budeguer, anticipó a LA GACETA que volverá a la carga con un proyecto de ley con el fin de obtener financiamiento federal para el desarrollo y la investigación. “Estamos en contacto con nuestros representantes en el Congreso para reimpulsar esa iniciativa que, en su momento, había obtenido media sanción pero quedó en el camino”, recordó.
Actualmente en la Experimental trabajan 450 personas; la mitad de ese personal lo constituyen los investigadores técnicos; el resto es la planta administrativa auxiliar. La estación subsiste con el aporte que realizan las principales producciones tucumanas.
Budeguer, no obstante, aclara que los problemas se visualizan cuando se producen heladas, sequías o crisis como las actuales, que llevan a varias empresas a dejar de aportar. Además, cuentan con un aporte estatal de unos $ 500 millones al año. “En los años buenos, ese aporte no es requerido. La legislación vigente, a su vez, establece que, en caso de no poder recaudar a través de tasas o de servicios, la Provincia está obligada a cubrir la diferencia y esto se viene haciendo”, indica Budeguer.
Una asistencia permanente por parte del Gobierno nacional estabilizaría el presupuesto de la Estación Experimental, de tal manera que sus investigadores (que renuevan sus contratos periódicamente, porque no tienen estabilidad laboral) puedan abocarse de lleno a la tarea de desarrollo e innovación, sin pensar qué sucederá hacia el futuro con su puesto y su futuro, señalan las autoridades del organismo.