En tres oportunidades, el gobierno de Córdoba estuvo a cargo de tucumanos. La primera vez, por breve tiempo, ocurrió a fines de 1840, durante los caóticos meses finales de la Liga del Norte contra Rosas, uno de cuyos ejércitos mandaba el tucumano. El doctor Juan Francisco Álvarez le hizo la delegación del mando.
Pasaron los años. En 1860, el tucumano Félix de la Peña asumió el gobierno de Córdoba en propiedad, por renuncia del titular, Mariano Fragueiro. Pero eran las épocas previas al cataclismo de la Confederación en la batalla de Pavón. El presidente Santiago Derqui no sólo intervino Córdoba, sino que asumió personalmente esa misión y depuso a Peña. Luego de Pavón, fue repuesto Peña por Wenceslao Paunero, pero a condición de que renunciara de inmediato. Así ocurrió: fue el singular “gobierno de los seis días”. Años más tarde, Peña volvería a ser elegido gobernador, de 1867 a 1871.
Era Peña un acaudalado comerciante, vinculado con su provincia natal por el casamiento de una de sus hijas, Donatila, con el abogado tucumano Manuel Fernando Paz-Terán. Fue por su recomendación que el decorado de la flamante Iglesia Matriz de Tucumán se encargó al pintor francés radicado en Córdoba, Félix Revol.
El otro tucumano que gobernó Córdoba fue el doctor Fernando Segundo de Zavalía. Nacido en 1828, se había establecido en la provincia mediterránea tras graduarse de abogado. Allí fue legislador y presidente del Superior Tribunal de Justicia, así como dos veces ministro de Gobierno. Electo vicegobernador en 1874, ejerció en forma permanente el Poder Ejecutivo, ya que al titular, Enrique Rodríguez, su enfermedad lo obligó a extensos pedidos de licencia, Después de una diputación al Congreso, el doctor Zavalía optó por regresar a Tucumán, donde murió en 1908.