La historia que contaremos hoy comenzó a gestarse hace más de tres años. Y este final (si todo sale como se propuso, será un final que abre nuevas puertas) llegó, como aquel principio, casi sin prolegómenos, con los actores en el lugar preciso y en el momento indicado.
En la Reserva Experimental de Horco Molle, varias instituciones (las Facultades de Ciencias Naturales y de Ciencias Exactas de la UNT; la Secretaria de Estado de Innovación y Desarrollo Tecnológico -Sidetec- y el Conicet) firmaron esta semana un acta acuerdo de trabajo colaborativo; acta que -se insistió- queda abierta para todo el que quiera sumarse. La interdisciplina es clave, destacó la vicedecana de Ciencias Naturales, Norma Nasif, y el director de la reserva, Juan Pablo Juliá, resaltó que si termina de fraguarse lo que acaba de arrancar, Tucumán será pionera en Argentina en desarrollar tecnología que permita lograr impresiones 3D de altísimo nivel de objetos muy frágiles.
El encuentro en “el lugar preciso y en momento indicado” se había producido días antes -contó el ingeniero Roberto Tagashira, subsecretario de Innovación y Desarrollo Tecnológico de la Provincia- con un llamado telefónico por el que se pedía ayuda.
Otro llamado puso en movimiento todo, y en seis horas, entre Juan de la Vega, estudiante de Arqueología, y Gustavo Jiménez, ingeniero del Instituto de Investigación en Luz, Ambiente y Visión (UNT/Conicet) tenían listas las primeras impresiones para presentarles a los interesados.
Retroceder en el tiempo
Reiniciemos: hace más de tres años empezó esta historia, cuando Juan, junto con la bioarqueóloga María Gloria Colaneri, a cargo del Servicio de Asesoramiento Forense del Área de Arqueología y Museología de la Reserva, y Ana Carolina Oliva, técnica en Museología, empezaron con un proyecto de digitalización de objetos del patrimonio arqueológico de la Facultad de Ciencias Naturales, lo que permite preservar para siempre evidencia frágil y no renovable.
“Con este método la evidencia digital siempre estará al alcance de los investigadores, tanto los actuales como los del futuro”, había resaltado Ana en una entrevista de agosto de 2017, cuanto ya habían logrado la reconstrucción digital exacta de un cráneo precolombino.
La prehistoria de esta historia fue un congreso de Medicina Forense donde unos odontólogos “le dieron la idea” a Juan (que junto con María Rosa es perito forense). “Me puse a buscar cómo lograr algo parecido para nuestra disciplina”, contaba el joven. “No tenemos escáner, así que hubo que hacer un trabajo ‘artesanal’: cientos de fotos nos dieron los millones de detalles que hacían falta”, añadía entonces Gloria, orgullosa.
Más de 500 “disparos” hicieron falta y fue su bautismo de fuego. Desde entonces, no han bajado los brazos, y todo el patrimonio que se ha digitalizado está disponible para investigadores de todo el mundo y de todas las áreas.
No será sólo un sueño
“Tocar y sentir son maneras de aprender, y las réplicas permiten transmitir estas sensaciones sin poner en riesgo el patrimonio. Con los objetos digitalizados podemos imprimir en 3D, y entonces podrán ser manipulados por los visitantes... ¡Imaginate los ciegos, por ejemplo...!”, apuntaba Carolina aquella vez... Pero no habían podido imprimir. Hasta que María Gloria llamó a la Sidetec, y Roberto llamó a Gustavo, y le preguntó si se animaba. Y Gustavo dijo que sí, y se puso a adaptar su impresora personal, porque la del ILAV se usa para otras cosas. Y Juan digitalizó objetos chiquitos, para que no fuera tan complicada la impresión, y se las mandó a Gustavo por Whatsapp. Gustavo intentó con las imágenes de esas piezas, ajustó el equipo hasta lograr una calidad aceptable... y entonces se animó con el cráneo.
“Estaba seguro de que iba a fallar: había tormenta, pensé que se cortaría la luz, o se me cortaría el filamento; por eso elegí para ‘la prueba’ el anaranjado, pensando en una suerte de ‘borrador’... Fueron 26 horas de impresión sin parar, y todo salió bien”, cuenta. Y se ilusiona, porque -dice- la experiencia demostró que los científicos tucumanos están todos preparados. “Pero no nos conocemos, y nos necesitamos. Es crucial que estemos comunicados”, señala Gustavo. “Los investigadores y la Universidad responden en tiempo y forma -había resaltado Roberto-; esta línea de trabajo lo demuestra. Ahora hay que institucionalizarla”.
La otra esperanza de Gustavo es compartida por Juan, por María Rosa, por Juan Pablo, por Roberto... por todos: el jefe de los defensores oficiales del Poder Judicial, Washington Héctor Navarro, que participó de la ceremonia, se comprometió a tramitar la impresora 3D sofisticada que hace falta para que este servicio a la comunidad (que podrá utilizarse en arqueología, antropología, turismo, museología, peritajes forenses, salud humana y animal, y tantas otras áreas) pueda ser ofrecido pronto. Y para poder seguir investigando, claro.