Ramón Do Campo, dueño de la empresa Fuegolandia, pertenece a una familia de pirotécnicos: hace un siglo su abuelo llegó a Tucumán e inauguró la fabricación de pirotecnia en la provincia. Al comienzo el fuerte de la actividad era el estruendo, que cubría el 80 % de las ventas, pero los tiempos han cambiado para Fuegolandia: en su mayoría, la cohetería ya no se fabrica aquí, sino que se importa, y los fuegos artificiales con efectos visuales han acaparado el mercado. En este contexto Do Campo se muestra dispuesto a colaborar con la reducción del uso de bombas de estruendo y alerta sobre la posibilidad de que una prohibición indiscriminada fomente la venta de pirotecnia clandestina.
-¿Las decisiones municipales que restringen la venta de pirotecnia han afectado el negocio?
-Aunque es cierto que las ventas han caído, la causa ha sido la devaluación. La pirotecnia siempre fue una tradición en Argentina y lo sigue siendo: muchos argentinos tiran pirotecnia y a muchos argentinos les gusta ver la pirotecnia. Sí sucede que debido a todos estos movimientos que están reclamando por causas justas, el negocio está apuntando hacia los colores: antes vendíamos 20 % color y 80 % estruendo; ahora es al revés, 80 % color y 20 % estruendo. Pero no es algo que solo esté pasando en Argentina: pasa en el mundo, como lo muestra el programa para relajar mascotas que va a emitir Animal Planet los días 24 y 31.
-¿Cuándo empezaron a cambiar esas proporciones?
-En 2015 ya vendíamos 50 y 50 y desde entonces los consumidores han tendido decididamente hacia la pirotecnia de bajo impacto sonoro. Incluso hay pirotecnia con nivel sonoro cero, o sea, fuegos artificiales cuyo ruido está al mismo nivel sonoro que el del ambiente. Por eso creo que hay cierta falta de conocimiento sobre el tema en las decisiones de los concejales: de pronto, todos quieren aprobar una ordenanza a fin de año sin saber qué es lo que tienen que limitar.
-¿Piensan ir a la Justicia para frenar esas ordenanzas?
-No, no hemos considerado presentar recursos de amparo contra esas ordenanzas. Para nosotros el amparo es una medida de último recurso, que usamos solo cuando los municipios afectan realmente nuestra actividad. Hoy, como el 80 % de nuestros productos son de bajo impacto sonoro, lo único que tenemos que hacer es retirar del mercado el 20 % de estruendo. Nos parece razonable siempre y cuando nos sentemos en una mesa con las autoridades y tratemos el tema como corresponde. De eso se trata: de trabajar con los municipios para sacar ordenanzas que le sirvan al sector de la población que tiene esta demanda y también le sirvan a nuestra actividad.
-Mencionó que los concejales pueden no estar bien informados sobre el tema. ¿A qué se refería?
-A que una de las consecuencias que pueden surgir de una prohibición indiscriminada es que prolifere la pirotecnia clandestina y se descontrole todo: aparecerán la pólvora mixta y más accidentes. Y también pueden aparecer cosas realmente prohibidas y peligrosas como las dinamitas rompeportones, porque en San José cualquiera las puede hacer: en algún momento hubo 450 empleados y todos saben hacerlas. Lo que sí habría que tratar es la prohibición de las explosiones en las manifestaciones. El uso de pirotecnia en las movilizaciones afecta, por ejemplo, a los perros callejeros. Esos ruidos son molestos porque son inesperados; en cambio, todo el mundo sabe que la pirotecnia de Navidad y Año Nuevo se activa a las 12 y dura media hora. Es más: ojalá este año llegue a media hora, porque con esta situación económica lo más probable es que sean 15 minutos.