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Carlos R. Paz
LA GACETA
TORRIJOS RECOBRÓ EL PODER
El hombre fuerte de Panamá, general Omar Torrijos, retornó triunfante a la capital, 48 horas después que sus dos lugartenientes intentaron deponerlo como jefe de la Guardia Nacional, aprovechando su ausencia del país. Torrijos declaró que regresa sin ningún deseo de venganza, manifestó en conferencia de prensa en su despacho que los dos oficiales que intentaron el golpe, coroneles Ramiro Silvera y Amado Sanjur, serán enjuiciados de acuerdo con las leyes sobre subversión. Añadió que los oficiales de la Guardia Nacional decidirán sobre la situación de los dos miembros de la Junta Militar, coroneles José M. Pinilla y Bolívar Urrutia, que firmaron la designación de Silvera y Sanjur para los dos máximos cargos en la Guardia. “Esto es sólo un incidente, que ha fortalecido a la guardia nacional”, declaró.
EL CASO SHARON TATE
Susan Denise Atkins, de 21 años, vinculada estrechamente a la banda nómade de Charles Manson, se declaró inocente de los cargos de asesinato de la actriz Sharon Tate y otras cinco personas. “Inocente”, replicó cuando se le preguntó su posición en el tribunal que la acusa de siete cargos de asesinato y uno de asociación ilícita. Después sólo dijo “sí” en dos oportunidades, cuando el tribunal le preguntó si su nombre estaba correctamente escrito y si acepta que el juicio se realice dentro de los próximos 60 días. Por intermedio de su abogado, la joven Atkins manifestó que el jefe del grupo, Charles Manson -principal acusado-, la obligó a acompañarlo al lugar de la matanza, sometiéndola por medio de hipnosis.
SIN PERROS A LA PLAZA
La Federación Argentina de Entidades Protectoras de Animales envió una nota al ministro del Interior, general Francisco Imaz, en la que denuncia “una medida impopular y antisocial de la comuna de San Miguel de Tucumán, que prohíbe llevar a los perros a las plazas, aun estando vacunados, con patentes y atados a la correa”. Esta disposición, dice, nos coloca en una situación poco feliz ante el concierto de los países avanzados, pues es de dominio público que, en las ciudades civilizadas, los perros cuyos dueños han cumplido las condiciones reglamentarias, no están sujetos a trabas de ninguna naturaleza. Evidentemente -continúa- esta arbitraria medida ha de deberse a la zoofobia de algún empleado subalterno, a quien no le importa la animadversión que la misma puede acarrear a la administración.