Qué se espera para la economía de 2020

Qué se espera para la economía de 2020

El nuevo gobierno tiene desafíos diversos que deberán ser afrontados con gran celeridad. Mientras que el espacio de gestión inicial y los instrumentos disponibles son escasos, más aún en la coyuntura inicial. Por lo tanto, el cabal entendimiento de esos factores será determinante en los resultados.

REPATRIADO. Alberto Fernández trajo desde los Estados Unidos a Martín Guzmán, un discípulo de Joseph Stiglitz, para que se haga cargo de Economía.  REPATRIADO. Alberto Fernández trajo desde los Estados Unidos a Martín Guzmán, un discípulo de Joseph Stiglitz, para que se haga cargo de Economía.
14 Diciembre 2019

Por Martín Calveira - Departamento de Economía del IAE Business School

La gestión presidencial asumida recientemente se enfrenta a una coyuntura de gran adversidad. La resolución o profundización de las dificultades dependerán de las consecuencias del eventual programa económico que debe conformarse desde el diagnóstico correcto más allá de los paradigmas e ideologías que se presenten los perfiles del equipo económico.

La actividad económica dependerá indudablemente de lo que ocurra con la inflación y el tipo de cambio, aunque la restricción central e histórica para nuestro país sobre la capacidad de generar liquidez externa, también estará muy activa. Desde el segundo semestre de este año, la economía está severamente afectada por el aumento de la incertidumbre tras los resultados de las PASO y elecciones generales.

Si bien las proyecciones de crecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) para nuestro país se sitúan en -1,3% en 2020, esto dependerá de los efectos de la política económica que se aplique a partir de ahora. En este sentido, si se instrumenta un programa que no logre disminuir el ritmo de crecimiento de los precios, probablemente la demanda de moneda extranjera aumente en el mercado informal y el consumo de las clases medias y bajas no se recupere, esto puede ocurrir si se aplican medidas aisladas sobre variables determinadas como los precios de algunos bienes y, como se estaba evaluando, aplicar la administración de las góndolas de los supermercados. El efecto consecuente será una caída del Producto Bruto Interno (PBI) de magnitud similar a la tendencia del tercer y cuarto trimestre de este año. Mientras que si, eventualmente, se gestiona una política de precios y de ingresos integral priorizando los estratos sociales de ingresos bajos y medios, es más probable que las expectativas y decisiones de precios se estabilicen. Por lo tanto, el consumo tendrá un mejor espacio para recuperarse.

Esfuerzo compartido

La gestión sobre la inflación deberá tener un esfuerzo mancomunado entre la política fiscal y monetaria en un entorno de medidas que intenten promulgar la recuperación del consumo. Sin dudas, la inflación puede transformarse en un problema mayúsculo. Durante estos días se conocieron algunos proyectos de economistas asociados al espacio de Alberto Fernández desde donde se hace cierta mención a la reanudación del crecimiento de la emisión montería para reactivar el consumo y sin tener particularmente en cuenta los efectos sobre la dinámica de precios. Si esto se lleva a cabo, debemos notar que los riesgos de un mayor crecimiento de la inflación no son menores. La historia monetaria argentina tiene una sólida evidencia empírica respecto a que si se aplica una expansión monetaria en un contexto de inflación y ascendente, el resultado es una mayor inflación con posible espiralización y, en el extremo, disrupción monetaria. Mientras que si se implementa una política antiinflacionaria en un sendero donde la política fiscal y monetaria converjan a objetivos lógicos y coordinados intertemporalmente, esperamos un reinicio del proceso desinflacionario. Esto podrá generarse, si y solo, si la dinámica del resultado fiscal primario es consecuente con la política monetaria. Pues, si ambas van en contramano, en el mediano plazo veremos nuevamente un desalineamiento fiscal y/o monetario.

El nivel de tasa de interés de política monetaria dependerá de lo que suceda con la tendencia inflacionaria del año siguiente. Posiblemente se noten niveles altos, al menos durante los primeros meses del año próximo. Esto también afectará el nivel del costo del crédito, especialmente para la producción, como se viene observando durante la gestión de Mauricio Macri. No obstante, si se instrumenta una política monetaria expansiva, entendemos que con una perspectiva unidimensional y desde la denominada Teoría Monetaria Moderna, la tasa de interés disminuirá súbitamente con los efectos potenciales ya mencionados.

Los controles

El tipo de cambio dependerá de lo que ocurra con la intensidad de los controles de capitales y el desempeño de la política antiinflacionaria. Si los resultados de esta última no son los esperados, seguramente se intensificarán los controles sobre el mercado de divisas a los efectos de evitar fuertes desalineamientos de los tipos de cambio. El fuerte control cambiario que se implementó a partir de 2011 hasta diciembre de 2015 evidenció que, ante la divergencia del sistema del régimen de tipo de cambio múltiple, se genera un canal potencial de efectos sobre los precios de la economía.

La dinámica del mercado cambiario afectará el nivel de reservas. Por el lado monetario, no se esperan modificaciones sustanciales en el nivel de activos externos dado el control de cambios y la posible mayor intensidad que pueda aplicarse. La otra fuente de generación de reservas fundamental es la balanza comercial. Si el nivel de exportaciones se sostiene, se asegurará una mayor oferta de divisas, pero en un escenario de control de cambios.

La suba de retenciones

El sector externo puede verse influenciado por las futuras medidas. Ante el posible aumento de retenciones a las exportaciones no solo visto como una política de aranceles sino como una perspectiva redistributiva y política, podría haber una mayor especulación en el sector exportable con tensiones cambiarias, comprimiendo las exportaciones. El lado financiero puede restringirse abruptamente con los controles cambiarios teniendo consecuencias sobre menor oferta potencial de financiamiento privado y público.

Respecto a la política fiscal, esperamos una perspectiva más laxa sobre el resultado fiscal primario en comparación a los últimos dos años de la gestión Macri. No obstante, el espacio fiscal para impulsar la economía tendrá fuertes restricciones. Si el nivel de actividad económica no se recupera, no se dispondrá de ingresos suficientes para sostener impulsos fiscales hacia el sector privado. Esto será una restricción sustancial para el próximo gobierno. Pues, si el déficit se intensifica en ausencia de un mecanismo de coordinación con las demás variables macroeconómicas, será una fuente de disrupción en el contexto de fuentes de financiamiento muy limitadas para nuestro país.

En suma, la nueva gestión de gobierno tiene desafíos diversos que deberán ser afrontados con gran celeridad. Mientras que el espacio de gestión inicial y los instrumentos disponibles son escasos, más aún en la coyuntura inicial. Por lo tanto, el cabal entendimiento de esos factores será determinante en los resultados. Esto es cardinal para el alcance de los objetivos y la sustentabilidad del espacio de acción. De lo contario, no estaremos exentos de una nueva crisis económica.

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