Si algún día Tucumán realiza su estadio provincial, sus arquitectos deberían darse una vuelta por el flamante UNO de Estudiantes: es un escenario deportivo adaptado al presente y al futuro, por ejemplo con salas exclusivas para las árbitras femeninas o el VAR. Fue justamente al lado de la oficina para el Videarbitraje, en su inauguración oficial de este sábado por la tarde, que Atlético vivió una situación curiosa: ya después del partido, Marcelo Ortiz debió quedarse hasta entrada la noche para cumplir el control antidoping, como si el goleador “decano” ante Estudiantes lo hubiese entregado todo con su cabezazo al 1-1 final.
No sólo el plantel de Atlético ya había emprendido la vuelta en colectivo a Capital, desde donde ayer voló a Tucumán. También Horacio, ayudante de la utilería en Buenos Aires y alrededores -y el hombre que había sacado la bolilla del lateral derecho para el control-, también había sido autorizado a partir. Los únicos dos integrantes de la delegación que todavía seguían en un estadio ya a oscuras eran el defensor y uno de los médicos, Marcelo Montoya, que más tarde retornarían a Buenos Aires en el auto del encargado del doping.
La situación ya despertaba risas, aunque también una explicación médica: especialmente en estos tiempos de temperaturas altas, los jugadores pierden mucho peso durante el partido y, si orinan en el entretiempo, se les complica cumplir con el antidoping. La tardanza de Ortiz durante dos horas no fue la única de Atlético en las últimas semanas: en la anterior excursión del equipo de Ricardo Zielinsi como visitante, contra Unión en Santa Fe, Guillermo Acosta también se demoró un par de horas para entregar el frasco. Con Leandro Díaz ocurrió algo similar esta temporada y no hace tanto que Cristian Lucchetti debió quedarse hasta la 1.30 de la madrugada, aunque al menos esa demora fue en el Monumental, con la comodidad que implica ser local. Podría decirse que Atlético transpira tanto sus partidos, se exprime hasta la última gota, que llega exhausto al control antidoping.
Lo curioso es que a Ortiz también le había ocurrido algo similar este campeonato. Y, doble curiosidad, fue en el anterior partido que convirtió un gol, contra Arsenal. Cuando al fin salió de la oficina médica, después de haber tomado un par de litros de agua y de bebidas isotónicas, el correntino se rió de la situación: “Aquella vez el partido fue a la mañana, a las 11, y salí como las 3 y media de la tarde y ya no pude ver a mis compañeros. Ahora lo mismo”, disparó.
Intimidades al margen, el del sábado no sólo fue el segundo gol de Ortiz en los 16 partidos que lleva en Atlético entre Superliga y Copa Argentina: también fue, ya con 25 años y 143 encuentros entre el Ascenso y la Superliga -primero en Boca Unidos y después en Central, incluidos dos por la Libertadores-, el segundo gol de su trayectoria. Es decir, no sólo este Atlético de Ricardo Zielinski saca lo mejor de sus jugadores sino que los jugadores le dan lo mejor suyo al equipo. En esa retroalimentación está la clave de un plantel que ya acumula ocho partidos invicto.
“No tenía goles hasta ahora porque en los otros clubes tenía un rol más defensivo, pero el ‘Ruso’ ahora me la confianza para que vaya al primer palo, así que de a poco estoy descubriendo esta faceta. Todavía no volví a ver el gol, pero sí recuerdo que (Mariano) Andújar llega a tocar la pelota, aunque enseguida me fui corriendo para abrazar al ‘Chino’ (Ariel Rojas) por su gran centro. Soy goleador ahora ja”, lanzó Ortiz en los pasillos solitarios de un lugar al que el lateral había enmudecido un par de horas atrás. “Sí, podría ser como un arruinador de fiestas lo de hoy, pero sabíamos que ellos tenían todo armado”, siguió.
Con Díaz máximo anotador del equipo con cinco tantos, un repaso a la tabla de goleadores de Atlético en esta temporada dispara una sorpresa: quienes siguen al delantero lesionado son los dos laterales, Ortiz y Luciano Monzón, ambos con dos. Y después, con un gol, también aportaron delanteros (Javier Toledo y Augusto Lotti), mediocampistas (Leandro Heredia y Ramiro Carrera), un jugador rival en contra (Nahuel Molina, de Central) y el centra Bruno Bianchi.
“Sí, estamos en una linda rachita los cuatro de atrás, la pelota parada es nuestro fuerte”, dijo Ortiz, aunque todavía Jonatan Cabral no se sumó a esta lista de goleadores decanos en la Superliga. “Luciano y su pegada, yo en el primer palo.... Lo importante es que, cuando los delanteros no la pueden meter, los defensores tenemos que ayudarlos. Por suerte hicimos goles importantes, que sirvieron para sumar”, agregó el correntino.
Si su cabezazo del sábado le permitió rescatar un punto a Atlético, su anterior gol contra Arsenal ya le había dado dos. En esa lógica también entra el gol de Bianchi contra Godoy Cruz: fueron dos puntos extras para el equipo, de la misma manera que el tiro libro de Monzón destrabó otro empate contra Banfield y le permitió sumar de a tres en vez de a uno, al igual que cuando el lateral izquierdo abrió el marcador contra Patronato. O sea, los cinco goles de los defensores le hicieron sumar ocho de sus 24 puntos.
“Fue un partido difícil también porque no estamos a jugar en este tipo de césped mitad artificial y mitad natural. Estaba dura, tuvimos que jugar con tapones bajos y nos costó”, cerró Ortiz, el goleador inesperado, a tono con un Atlético que usa todos sus recursos para arruinar fiestas ajenas.