LA PAZ, Bolivia.- Mientras la Asamblea Legislativa negociaba cómo conciliar un único proyecto de ley para convocar a elecciones, en las calles militarizadas de La Paz, decenas de miles de indígenas y campesinos volvieron a ser reprimidos por las Fuerzas Armadas y la policía.
“Se estaba realizando una marcha de luto, con los cuerpos de quienes han sido masacrados en Senkata. Hemos llegado desde El Alto, casi ocho horas caminando, hasta el centro de la ciudad de La Paz, y ahí hemos sido gasificados -dijo Adriana Guzmán-, integrante de la colectiva Feminismo Comunitario Antipatriarcal. “No han respetado ni a los muertos. La policía se ha quedado con los cuerpos y está amenazando con armas a los que tratan de recuperar los féretros”, añadió. “Es una dictadura. Queremos que se denncie a nivel internacional”, dijo.
El ataque, con gases lacrimógenos, ocurrió cuando los manifestantes, que bajaron desde El Alto hasta el centro de La Paz, ingresaron a la ciudad llevando los féretros de los muertos por la represión del martes. A la mañana, la Defensoría de Pueblo había informado que esos ocho civiles, que murieron tratando de mantener el bloqueo en la planta de hidrocarburos de Senkata, en El Alto, recibieron balas de armas de fuego.
El gobierno sigue sosteniendo que los militares y policías que reprimieron para garantizar la salida de camiones cisterna y el abastecimiento de la vecina La Paz no dispararon “ni un proyectil” y, por el momento, no han ofrecido ninguna explicación por las muertes con impacto de balas.
Por eso, en el velorio de los ocho hombres, de entre 23 y 38 años, en la iglesia de San Francisco de Asís, en El Alto, los mensajes estuvieron dominados por las condenas y denuncias contra el gobierno de facto de la senadora autoproclamada presidenta interina, Jeanine Áñez.
En medio de ese clima de dolor e ira, familiares, amigos, vecinos y otros manifestantes anti Áñez decidieron volver a marchar hacia el centro de La Paz y llevar consigo los ataúdes de las ocho víctimas, que llevaron a 32 el saldo de muertos, desde los días previos a la renuncia de Evo Morales y su denuncia de golpe de Estado.
Una marea humana comenzó a bajar a la mañana por las calles que comunican El Alto con la capital política boliviana. Entre la gente avanzaban, muy lentos, cuatro camionetas con ataúdes atados en los techos.
El viceministro de Seguridad Ciudadana del gobierno de facto, Wilson Santamaría, había prometido que garantizarían el avance de la marcha. “Confiamos en que no se genere vandalismo, entendemos la dura situación que se vive porque realmente es tenso lo que hay”, explicó.
En videos que circularon por Twitter y en otras redes sociales, se vio cómo los uniformados lanzaron gases lacrimógenos al centro de la multitud, inclusive entre aquellos que habían bajado los féretros y los llevaban a mano para ponerlos a resguardo.
Entre gritos y corridas en la plaza mayor de San Francisco, los manifestantes gritaban “¿Dónde está la prensa?”, una denuncia que sostienen desde el inicio del conflicto, de que un “cerco mediático” defiende a Añez y sus seguidores. (Télam)