Harold Bloom y Shakespeare
El crítico estadounidense, fallecido esta semana, fue un autor polémico. Propuso la idea de un canon literario que considera a 26 autores fundamentales de Occidente -que incluye solo a tres mujeres- y que excluye a escritoras notables como Flannery O’ Connor. Pero también fue un escritor que revitalizó la crítica desde una posición a la vez académica y disidente. Sus ideas se plasmaron en libros que proponen hipótesis osadas. Llevó al extremo una idea de Borges -el Borges de “Kafka y sus precursores”- y planteó la angustia de las influencias como el motor de la historia literaria. Se peleó con los defensores de las minorías y cuestionó los avances del postestructuralismo, el marxismo y el feminismo en el terreno de la teoría literaria
Por Fabián Soberón
Para LA GACETA - TUCUMÁN
Si bien los intereses de Harold Bloom fueron diversos, su pasión tuvo un centro: la figura múltiple y colosal de William Shakespeare. Aunque Bloom fue guiado por un amor incondicional que quería hacer pasar por una mirada objetiva y distante, manifestó una idea no original pero sí cuestionadora y romántica: para Bloom Shakespeare no solo es el centro del canon occidental sino que inventó nuestra idea de hombre.
Sospecho que esta propuesta idealista y fantasmática tiene algo que golpea nuestros corazones, aunque pensemos que es una idea falsa. Mi afirmación se convalida al revisar una pregunta que parece sencilla de responder pero que cuestiona claramente nuestra visión de la tradición literaria y de los cambios en el gusto estético: ¿quién fue William Shakespeare?
Como autor dramático y como actor, Shakespeare recibió el oprobio de sus contemporáneos. Con el paso de los siglos, lo que había sido considerado menor y vulgar, fue elevado a la condición de arte mayor. Según Bloom, Shakespeare es un dios. Y podría agregar que es un numen con orígenes indignos, un dios histórico y cambiante. En sus orígenes fue un ser indigno, un artesano menor. Tanto su status como su arte se modificaron y están sujetos a futuras modificaciones.
Libro de la Realidad
¿Por qué lo que antes era miserable y marginal puede adquirir la condición de numinoso y central? Este es uno de los enigmas de la historia literaria. Desde el secreto de la identidad personal, aboliendo la idea misma de identidad, Shakespeare canta y así escuchamos esa música fervorosa y única, esa música que nos envuelve en los pentámetros melifluos, yámbicos, y de la que nadie puede salir indemne ni idéntico a sí mismo.
Bloom indagó en el problema y dio su respuesta: “Nuestras ideas en lo que hace auténticamente humana a la persona deben a Shakespeare más de lo que debería ser posible, pero es que se ha convertido en una Escritura, que no debe leerse como leemos la Biblia o el Corán… pero tampoco debe leerse como leemos a Cervantes o a Dickens o a Walt Whitman. Las Obras Completas de Shakespeare podrían llamarse igualmente el Libro de la Realidad, por muy fantástico que pretenda ser gran parte de Shakespeare… Shakespeare no es solo por sí mismo el canon occidental; se ha convertido en el canon universal…”.
La mirada de Bloom es, por supuesto, discutible. Pero no su pasión, que no está hecha de “la leche de la bondad humana” –como quería Lady Macbeth– sino que surge al pensar la vida como “un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, y que no significa nada.”
¿Cómo es que un joven actor ignoto se convirtió en el centro del canon para un escritor nacido en Nueva York? Nadie lo sabe. Pero estoy casi seguro de que Bloom compartiría con Isak Dinesen esta exhortación: “¡Hágase tu voluntad, William Shakespeare!”
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Fabián Soberón - Escritor, crítico y docente.