25 Septiembre 2019 Seguir en 
Lisboa está de moda
La capital de Portugal recibe a grandes cantidades de turistas al año. Su clima, sus costumbres y sus precios accesibles la convierten en un destino en auge. Callejuelas y tranvías amarillos en su casco histórico hacen de Lisboa una ciudad más que pintoresca.
A la capital Portuguesa la divide el Río Tejo (tajo). El río parte la ciudad en dos, pero no es lo único que divide a la ciudad. La modernidad llegó hace ya un tiempo, sin embargo la urbe resiste, y es contradicción. De un malón de asiáticos con sus cámaras en medio del barrio alto, con sus calles empinadas y sus casas antiguas semi derruidas. Una contradicción entre la modernidad de una capital europea con una ciudad que parece detenida en el tiempo. Lisboa no solo es antigua, es vieja y eso es lo que enamora.
Sus barrios, una verdadera atracción turística
Uno de los imperdibles son los barrios de La Anfama y Barrio Alto. El primero se caracteriza por ser un barrio popular en el que se puede observar cómo vive la gente local. Las calles estrechas y empinadas, los tranvías que hacen zig zag en las curvas, las ropas colgadas de vereda a vereda hacen de este barrio uno de los más auténticos y un recorrido fundamental para conocer la ciudad.
Barrio alto en cambio es un lugar más moderno, aunque conserva en su esencia las casas antiguas, donde se concentran la mayoría de pubs, restaurantes y locales comerciales que se combinan con la arquitectura lisboeta.
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Fado Patrimonio de la Humanidad
Conocida en el mundo como la música Portuguesa por excelencia, el fado se compone de una guitarra, un chal, una voz y mucha emoción. Concentra en su ritmo y letras el ánimo melancólico que se le concede al portugués.
En Lisboa hay decenas de locales que hacen del fado un himno cuya ceremonia de escucharlo se vuelve una experiencia inolvidable para el turista. Este género es, desde 2011, patrimonio de la humanidad. Y según su mayor exponente, Amalia Rodríguez, es tristeza, amor, es celos, cenizas y fuego.
Saudade
Hablar de Lisboa es, también, hablar de su gente, de su lenguaje. La palabra saudade, por ejemplo, no tienen traducción al español, ni a ningún idioma. Tampoco se puede explicarla ni hay diccionario que la defina. Saudade, dicen sus habitantes, es un sentimiento, una añoranza cercana a la melancolía; es algo así como extrañar algo amado pero no saber muy bien a qué.
En Lisboa se respira, se siente, se percibe saudade; muchos dicen por haber sido aquel país que se lanzó al mar en el siglo XVI a conquistar América y convertirse en uno de los más ricos de Europa. En cambio otros Lisboetas dudan de que sea por eso, atribuyen ese sentimiento a un ser nacional, a su música, al fado.
La ciudad de Pessoa y Saramago
Lisboa es sinónimo de literatura. Fernando Pessoa y José Saramago hicieron a la ciudad parte de su literatura, a sus habitantes participes de sus historias. Todavía se pueden encontrar rastos de como Pessoa influencio a Lisboa: la infancia que pasó en Largo de São Carlos; también en el barrio de Campo de Ourique, donde se encuentra su última casa que en la actualidad es un museo. Otro icónico y emblemático lugar del escritor, que además es uno de los sitios preferidos para las fotografías de las decenas de miles de turistas, es la estatua de Pessoa que se encuentra en el café A Brasileira, lugar de encuentro de intelectuales, que tuvo su apogeo en la época de juventud del poeta.
“Donde acaba el mar y la tierra comienza”. Así definió el premio Nobel de Literatura José Saramago a Lisboa, su amor por esta ciudad se mostró en sus obras y personajes de sus libros. “La Casa dos Bicos” desde 2012 alberga la fundación José Saramago, con una exhibición de su vida y obra. Sin lugar a dudas esta ciudad influenciada por sus librerías antiguas, sus cafés y su encanto estético hicieron de la literatura un rasgo característico.
Lisboa es saudade pero también los son sus calles, sus poetas, su gente, el fado. Lisboa es eso, y mucho más.
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