La última vez que Mauricio Macri pisó suelo tucumano permaneció sólo una hora y media en este terreno hostil para el gobierno que encarna. Fue el 9 de Julio y apenas pronunció unas palabras en la Casa Histórica en medio de fríos -aunque cordiales- saludos protocolares entre el gobernador y las comitivas de ambos. Lejos habían quedado aquellos buenos augurios del Juan Manzur cuando anteriormente había visitado Tucumán, el 18 de abril del año pasado, para festejar la primera exportación de limones a EEUU. “Si le va bien al Presidente, nos va bien a todos”, decía el mandatario.
Cuando hoy a la siesta Macri pise azahares y hollín, no estarán ni el gobernador ni los buenos tratos. El Presidente se instalará en terreno desfavorable como esos soldados de algún filme de Hollywood que buscan la “heroica” internándose en la selva enemiga. La comparación metafórica vale si se considera no tan solo la paliza que Juntos por el Cambio recibió a nivel nacional, sino que en estos lares la imagen negativa del jefe de Estado roza el 80% y en las PASO sus candidatos apenas cosecharon un 24% de los sufragios contra más del 50% de la lista oficialista.
Tucumán es peronista, según las contundentes cifras de al menos las últimas cinco elecciones y, lo que es peor, profundamente antimacrista, como muestra por ejemplo el crecimiento de Ricardo Bussi en las urnas. En medio de esa foto, Macri aparece para poner su rostro. ¿A qué viene? A tratar de seducir a los que se indignaron cuando hace exactamente una semana anduvo por estas mismas tierras su principal contrincante, Alberto Fernández. A diferencia suya, el ex jefe de Gabinete fue tratado como presidente (vaya paradoja), aplaudido hasta que las manos quedaron coloradas y vitoreado hasta que los voces enmudecieron. Pero al día siguiente, a Fernández y a su anfitrión Manzur los tapó un nubarrón ante la viralización de imágenes evidenciando dos situaciones: la seguidilla interminable de parrillas asando carne mientras el peronismo pedía la emergencia alimentaria, y el avión de la provincia llevando a los dirigentes de La Matanza Verónica Magario y Fernando Espinoza.
La forma de explotar mejor esos yerros políticos se analizó ayer en la Casa Rosada entre Macri, Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Gerardo Morales y José Cano, entre otros dirigentes. Allí se habló de, entre diversos temas, centrar la campaña en mostrar lo realizado y contrastarlo, en pocas palabras, con las viejas mañas peronistas. Por eso Macri mostrará obras del Belgrano Cargas en 7 de abril, charlará allí con productores (los benefiados directos con ello) y luego irá al jardín de Tafí Viejo (del que no disfrutan los chicos por el tironeo entre Nación y Provincia, como vaya uno a saber cuántas otras obras o fondos no enviará uno o no ejecutará otro por cuidar sus respectivos votos).
¿Ni propios ni extraños?
En su doble función de Presidente de la Nación y de candidato, Macri llega sin haberse anunciado ante las autoridades locales. Al menos así lo informó el vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo, Osvaldo Jaldo. Por ende, posiblemente quede de lado cualquier tipo de protocolo que debería acompañar normalmente una visita de estas características. Está claro, entonces, qué hará el oficialismo local respecto de la visita. ¿Y los hombres del Presidente? La vista estará posada hacia allí. Cano estuvo ayer en la Rosada y la senadora Silvia Elías de Pérez salió a bancar la parada en varias ocasiones, al igual que los candidatos a diputados nacionales del espacio. Pero, ¿qué harán los intendentes que supieron llegar al poder de la mano de Cambiemos? Germán Alfaro y Mariano Campero manifestaron que no abandonarán el espacio, pero también dejaron bien en claro que la Nación les dio la espalda. Ambos esperaban lugares “salibles” en las listas y les respondieron con un no rotundo. Roberto Sánchez juega solo en la “Perla del Sur” y Sebastián Salazar hace rato que se mueve con la soltura del viento bellavisense. Son hombres importantes en la estructura electoral. ¿Irán a estrecharle la mano al Presidente? La visita de Macri de hoy, seguramente fugaz, dejará gestos y posiblemente reviva viejas rencillas y despierte nuevas.