Muy buena / 4 estrellas / Película de Netflix
Una “feel good movie” es, por definición, una película que contagia bienestar. El ejemplo clásico lo entregaron Frank Capra y James Stewart con “¡Qué bello es vivir!”. “Feel good movies” regaló, por caso, cada encuentro en la pantalla de Tom Hanks y Meg Ryan. “Luna de Avellaneda” no deja der ser una “feel good movie”. Y “Hombres al agua” se inscribe decididamente en esta línea de películas celebratorias, emocionales y capaces de arrancar sonrisas genuinas, gambeteando la tentación del golpe bajo.
Tenemos aquí un clásico club de perdedores, en promedio cincuentones. A Bertrand (Mathieu Amalric), desempleado desde hace dos años, lo atenaza la depresión. Laurent (Guillaume Canet) mitiga los problemas de comunicación familiar con accesos de ira. Marcus (Benoît Poelvoorde) es un experto en fracasos comerciales y sentimentales. Simon (Jean-Hugues Anglade) sigue creyendo que algún día triunfará en el rock. Y ni hablemos de Thierry (Philippe Katerine), cuya vida se limita a recoger lo que otros dejan tirado en un natatorio. No son los únicos del grupo.
La descripción de los personajes, que en líneas generales son pelados, panzones y reñidos con cualquier clase de estética, revela el alcance de la historia. No es fácil imaginarlos conformando un equipo de nado sincronizado, pero ese es justamente el nudo de pertenencia al que se aferran. Al principio son el hazmerreir del club, nada que ver con los atléticos jugadores de waterpolo, pero es tal el grado de identificación que los une que se revelan capaces de una hazaña. Y la oportunidad se presenta con un torneo internacional al que deciden presentarse.
“Hombres al agua” (también conocida con el lamentable título de “Nadando por un sueño”) contó con estreno comercial en Argentina, aunque nunca llegó a los cines tucumanos. La firma Gilles Lellouche, que saltó de la actuación a la dirección de la mejor manera. Su comedia, deliciosa, por momentos desopilante, fue nominada al premio César, máxima distinción del cine francés.
Lellouche va explorando las vidas de sus personajes sin apurarse, en permanentes viajes que van del agua a la intimidad hogareña, a los secretos de pareja, a los sueños jamás cristalizados de un grupo de hombres expuestos a sus propios errores y pequeñas miserias. A ellos se suman las instructoras Delphine (Virginie Efira) y Amanda (Leïla Bekhti), protagonistas a su vez de un particular via crucis.
“Hombres al agua” no es condescendiente ni exculpatoria. Tampoco moraliza. Es, apenas, la pequeña gran historia de una redención colectiva, sabiamente apoyada en el humor en su afán de llegar al único destino posible: el corazón.