Cuando aparecieron las impresoras 3D en el mercado, se sabía que abrían un campo infinito de aplicaciones. Desde maquetas hasta joyería. Desde repuestos que no se consiguen en las tiendas hasta objetos de decoración. Todo, o casi todo lo que se ve, puede hacerse en una impresora 3D.
"Yo la compré para jugar, para mis hijos", dice el médico tucumano Claudio Brahim. Fue hace tres años, primero intentó comprar una máquina en Buenos Aires, pero después conoció a Diego Carrasco, fabricante tucumano de impresoras 3D. Con nada de conocimientos en diseño tridimensional pero mucha curiosidad, comenzó a aprender. Al tiempo se convertiría en el médico que le devolvió las dos manos a una adolescente amputada, con prótesis impresas por él mismo a medida de la paciente y a un costo infinitamente menor que una prótesis comercial. En 2017, el médico Guillermo Stock, se destacó en una cirugía inédita en la que fabricaron una tráquea y se la implantaron a una paciente.
Pero sin llegar a los casos extremos de las amputaciones, los médicos comenzaron encontrarle los usos más cotidianos a la impresión 3D. Por ejemplo, para practicar antes de entrar al quirófano y programar con calma cirugías complejas.
"Antes de esto, con las imágenes de una fractura, vos tenías una idea clara de qué ibas a hacer. Pero la verdad se ve cuando abrís al paciente y dimensionás el problema. En 20 minutos tenés que tomar la decisión de cómo proceder", explica Lucas Dilascio, también médico cirujano.
Ahora, cuando los profesionales ven que se avecina una operación compleja, imprimen en 3D el hueso del paciente y ensayan el procedimiento. Cuando llegan al quirófano, se encuentran con un panorama conocido. "Es principalmente una tranquilidad para nosotros, porque te quita la carga de tomar decisiones en el momento. También se gana tiempo", destacó.
El procedimiento es sencillo: las imágenes digitales de la tomografía computada se "traducen" al formato de archivo de la impresora 3D y se obtiene un modelo exacto del hueso u órgano en cuestión. Claro que para esto, los médicos tuvieron que aprender desde computación hasta diseño tridimensional.
En el caso de pacientes que, por la gravedad de las fracturas, necesitan placas y clavos, el modelo tridimensional externo les permite moldear las placas a la medida y forma específica de la lesión, lo que evita molestias futuras en el paciente.
Brahim contó que las prótesis a medida, para lo cual tuvo que aprender incluso electrónica, fueron furor al principio. "No las cobro, porque el costo de hacerla en realidad es bajo y porque es también una satisfacción personal. De todos modos, esa demanda ha bajado mucho", explica el médico especializado en cirugía de manos. Ahora usan mucho esta técnica para imprimir férulas a medida, para reemplazar yesos tradicionales o las férulas estándar que son más caras y que no siempre coinciden con las necesidades de los pacientes.
Dilascio, que también tiene una impresora en su casa, trabaja además en el hospital Centro de Salud. "Acá la usamos mucho para hacer férulas o para inmovilizar dedos quebrados. Antes usábamos bajalenguas, pero la madera se humedece y pierde la rigidez. Sería óptimo que en el hospital hubiera un área que pudiera imprimir en 3D este tipo de cosas que facilitan la tarea de todos y la recuperación del paciente, a costos mínimos", deslizó.
Se hace camino al andar
No existe una especialidad que combine todas las disciplinas que confluyen en el uso médico de la impresión 3D: diagnóstico por imágen, computación, diseño 3D, algo de electrónica y mecánica en el caso de las prótesis. Por eso, los médicos fueron haciendo camino al andar pero contaron también con la ayuda inesperada de un apasionado de la impresión 3D y de la medicina: Diego Carrasco, el salvador, el que les saca las dudas a cualquier hora y en cualquier momento.
Diego tiene su estudio cerca del autódromo, donde trabaja con su mujer, Alexia Cuadra. Fabrican las impresoras, las venden y brindan soporte técnico a los compradores. "Son cada vez más los pedidos del ámbito médico", dice Diego. Él es técnico en Mecatrónica, pero antes hizo cuatro años de Medicina y también comenzó en Ingeniería Biomédica, pero al final terminó en mecatrónica.
"Hay un interés grande porque soluciona muchos problemas. En el ámbito de la enseñanza, algunos docentes me piden órganos en tamaño real, con cortes en áreas específicas, que le sirven para dar clases y reemplazan a los órganos humanos", celebró.
Diego ansía poder avanzar hacia el próximo paso, que es la bioimpresión. Con esta técnica, que ya se está probando en el mundo, se pueden imprimir tejidos como piel u órganos a partir de células, lo que permitirá realizar transplantes seguros y reemplazar la experimentación médica en humanos o animales.