De seguir por este camino, la Amazonía podría convertirse en una sabana, advierte la ciencia
Los incendios, el fuego con mayor o menor intensidad, no es nada nuevo en la selva Amazónica. De hecho, son parte de su ciclo natural. El problema en esta ocasión son las causas que lo generan y -sobre todo- las consecuencias que podrían tener a largo plazo esas acciones.
"Hay estudios científicos que indican que a medida que se achica el bosque, por los incendios forestales por ejemplo, también disminuyen los niveles de humedad, lo que a su vez retroalimenta la pérdida de bosque. Pasado un umbral de sequedad, este ciclo puede terminar transformando lo que ahora es una selva tropical en una sabana y ahí sí, las consecuencias podrían ser enormes y globales", advierte Ignacio Gasparri.
Ingeniero forestal, investigador del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Naturales, Gasparri se especializa en los procesos de cambio del uso de la tierra, en los que la deforestación es una de las acciones clave. En sus investigaciones estudia también cómo el uso de los bosques afectan al cambio climático.
"Primero hay que entender que los incendios son, de algún modo, normales y partes del funcionamiento de ese ecosistema. Tiene un componente estacional y otro humano: se queman pasturas para rejuvenecer el pasto; o limpian porciones de bosque para convertirlo en terrenos para la agricultura o ganadería (incluso esto puede ser ejecutado por la migración, porque hay una gran diversidad social en la zona). El problema, lo que estamos viendo, es que todo eso está sucediendo al mismo tiempo, conjuntamente con el factor estacional de sequedad, y el fuego se ha desmadrado y toma el bosque, algo que difícilmente sea intencional", detalla Gasparri.
De qué sí hay que preocuparse: que el Brasil, en cuyo territorio está ese pulmón que no sólo preocupa al país y a la región sino a todo el mundo, ha empeorado indicadores que venían mejorando años anteriores y que costaron mucho trabajo conseguir.
Gasparri explica que en los últimos tres años los números marcaban una baja en la tasa de deforestación al tiempo que aumentaba la producción. Es decir, a partir de convenios y buena gestión, el país más grande de Sudamérica demostró que se podía producir más sin depredar el ambiente.
"Y de repente... Bolsonaro", contrapone Gasparri, investigador del Instituto de Ecología Regional (Conicet-UNT). "El presidente de Brasil es una persona que con sus mensajes no demuestra que le interese mucho la Amazonía. Los indicadores que habían mejorado ahora están en bajada. El INPE, organismo brasileño que monitorea y reporta la deforestación, en su último informe advirtió que en el último mes la tala fue el doble que el año pasado, una aceleración abismal de la deforestación. Bolsonaro respondió echando al director del organismo".
Ahora el humo llegó a San Pablo, al norte de la Argentina y el olor a quemado de los pulmones de la Tierra está incomodando en el mundo entero. "En medio de una tensión política fuerte, la Amazonía vuelve a subir en la agenda mundial, porque lo que pase ahí tiene implicancias globales", puntualiza.
De hecho, por la crisis ambiental de Brasil, podrían caer acuerdos comerciales y políticos bilaterales. Francia es uno de los países que ya se bajó del acuerdo Unión Europea - Mercosur, justamente por la poca atención que ha puesto Bolsonaro en los temas medioambientales, según lo anunció hoy el presidente Emmanuel Macron.
"Se juegan dos partidos a la vez. El de largo plazo, el que se venía ganando, el de más producción y menos deforestación que es, a nuestro entender, el importante; y uno a corto plazo, que tiene más que ver con los eslóganes (incluimos acá a algunas ONG que podrían estar aprovechando la oportunidad de destacarse por este hecho puntual) y las respuesta de Bolsonaro a Noruega, que deje de matar ballenas. Este último es el partido menos productivo", analiza Gasparri.
NASA maps carbon monoxide from #AmazonRainforest fires from orbit: https://t.co/xFvWUfDfVm pic.twitter.com/eRrp34QvGm
— NASA JPL (@NASAJPL) August 23, 2019
La NASA ha elaborado un mapa del movimiento del monóxido de carbono durante agosto en el área amazónica:
De selva a sabana
Una sabana es una especie de vasto pastizal, de mayor o menor humedad, con algunos árboles de gran porte aislados. Una imagen bastante distinta a la instantánea húmeda, verde y boscosa de la actual Amazonía. Y según la ciencia, la región podría convertirse en lo primero.
Las consecuencias podrían ser extensísimas y globales, advierte Gasparri y enumera algunas de ellas:
- Mucho menos carbono almacenado en la vegetación (porque desaparecería gran parte del verde) y dióxido de carbono en la atmósfera, lo que a su vez empeoraría el calentamiento global.
- Al haber menos árboles habría menos bombeo de humedad del suelo hacia la atmósfera, tarea que cumplen los árboles de la Amazonía y que configuran el patrón de humedad de toda la región. Es decir, tendríamos una región mucho más seca.
- Una catástrofe a nivel ecológico, con pérdida de toda la biodiversidad que está adaptada a una selva y no a una sabana.
- Impacto social: cambiaría de manera drástica la calidad y el estilo de vida de las comunidades que viven en esa zona y que tienen una relación muy directa con los recursos naturales. "Sin hablar de las cuestiones más simbólicas referidas a la identidad cultural, hablamos acá de algo muy concreto: hay comunidades que consumen proteína a partir de la cacería de ciertos animales que desaparecerían y que, a su vez, tendrían menos leña para cocinar... es algo similar a lo que pasa en el bosque chaqueño con la deforestación", explica Gasparri.
Hasta el momento, dice el especialista, son advertencias de la ciencia y más preguntas que respuestas, porque el escenario climático es cada vez más impredecible y acciones como estas lo hacen menos mensurable aún. "La pregunta es cuánto se puede transformar la Amazonía antes de trasformar los patrones climáticos de todo el continente", finalizó.