Lomas de Tafí: el sueño de la casa propia y la llamada sorpresa al veterano de guerra

Lomas de Tafí: el sueño de la casa propia y la llamada sorpresa al veterano de guerra

Juan Guzmán, héroe de Malvinas, se enteró por teléfono que había sido adjudicado con una casa. María, su mujer, lo llamó para contarle.

LA LLAMADA. María llama a Juan, que está trabajando. Le contará que ganaron el sorteo. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO

La previa. Uno de los pocos polis que “custodia” el predio donde en un rato se conocerá la suerte de 160 suertudos que tendrá casa nueva en Lomas de Tafí, dice: “esperemos que no se arme ninguna si no estamos fritos”, chan.

El temor del policía venía a cuenta de una cuota de desinformación. “La gente entendió mal, no tenía que venir sí o sí al sorteo. Si sale su número, ya está. Pero parece que entendió otra cosa…”, el suspiro medio tembloroso del oficial cargaba con la preocupación de ver muchísimos más fieles de los 2.000 que se esperaba en un sorteo eterno, que empezó picante con cinco casas a dirimir entre 11 ex combatientes de Malvinas y prosiguió con un combo de 161 nuevos hogares para 18.000 almas. De más esperanza a menos…

El anfitrión invita a la paciencia a los peregrinos. Cuando se emociona estalla de un grito poco emocional, valga la contradicción, y satura el sonido ambiente. Los oídos, a la miseria. Igual no importa, los fieles están para otra cosa, y eso es esperar que el animador invite a quienes manejarán una porción del bolillero. Uno es un tipo bien grandote, rubio, como un vikingo jubilado y con una cara de desear estar viendo tele en su casa y no moviendo la pelota transparente. Pero enfrenta al público y sabe que con sus manos bendecirá de alegría este lugar.

ESEPERA. Pasadas las 10.30 comenzaron a cargar los bolilleros. Hubo mucha expectativa en Lomas.

Montaña de fe. Rubén cuenta que hace más de un año sueña con el techo propio. Se inscribió en tiempo y forma y dejó esta mañana el taller mecánico donde labura para decir presente en el predio de Lomas. “Casado, dos hijos, de 23 y 19 años. Si sale, debo cumplir una promesa particular. Si sale, te invito el asado. Perdón, los invitó”, Analía también juega, querido Rubén.

Esa es buena, hablar con la gente, conocer un poco de sus expectativas y garronear el asadito. “Más vale que los invito”, tira Daniel y pide hablar con LA GACETA. Qué cara de atorrante tiene. “Y sí”, se ríe este solterón con documento menor a 27 millones y que vino a hacer el aguante al número de su mamá. “Es jubilada hace 15 años. La casa es para ella, para los dos. Si hice una promesa… ¿cómo una promesa? Na, voy a hacer una fiesta si sacamos la casa. Las vamos a tirar por la ventana, ja, ja, ja”, Daniel está hecho un fuego.

Cincuenta metros detrás de Daniel está Mabel. De apellido Barrionuevo, la señora cuenta que vive en el fondo de la casa de su hermano. Le cedió un pedazo de tierra y allí edificó una vivienda para su esposo y su hijo, de 11 años. “No me asustan los 18.000 inscriptos, tengo fe”.

GRAN SUEÑO. Franco y Verónica esperaban poder darle un techo propio a sus tres hijos.

Enzo es el tercer hijo fruto del amor entre Verónica y Franco, dos chicos que no deben pasar los 25 años. “Venimos con fe”, asegura “Vero”. “Es el sueño de todos, tener la casa propia”, aporta “Franco”. Suerte, chicos.

En sus marcas… El hombre que se come las eses y las erres cambia a modo combate. Calienta la escena y anticipa que se viene lo bueno. Llega el momento de la presentación, de nombrar a cada uno de los ilustres que están del otro lado del mostrador que fiscalizan el sorteo y después le da pie a uno de los popes del Instituto de la vivienda. Sin ir más lejos, explican las formas y el sistema, aclarado, de hecho, en la página del Instituto de la Vivienda. Por las dudas, vio.

La frutilla llegó antes que el postre, los combatientes de Malvinas salen a jugar primero. Cinco ganadores y cinco suplentes para cinco propiedades. Del 1 al 11 van por todo. El rubio con cara de vikingo jubilado tiene una pasta... Su socio de la derecha, igual. Doble cero y nada, a volver a remar.

El host vocifera el 11. Sí, señor, adentro. El cuatro, pase por caja. Quince, out; nueve, otra alegría. María se funde en un abrazo con Yanina. Fiesta.

María es mujer de Juan, de Juan Guzmán, ex combatiente que estuvo en el Ara General Belgrano, hundido por el submarino nuclear británico HMS Conqueror el 2 de mayo de 1982. A las 17 de ese día, dos torpedos MK-813 lanzados por el Conqueror impactaron en la popa y la proa. Murieron 323 de los 1093 tripulantes del destructor.

Guzmán no estuvo en el sorteo porque tenía que trabajar. Es operativo de Edet.

María lo llamó al celular y le contó la novedad.

No se escuchó casi la emoción de héroe. Se cortó la comunicación.

Además de Yanina, Juan es padre de Paola, Verónica y Ailén. Después de tantos años de búsqueda, al fin tendrá techo propio.

“Vivimos en la casa de un tío de mi esposo, pero ya no más”.

Los Guzmán fueron felices. Y comieron perdices.

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