La vida es una espera no muy larga

La vida es una espera no muy larga

11 Agosto 2019

> LA MISA DE HOY

PBRO. MARCELO BARRIONUEVO

La Liturgia de la Palabra de este domingo nos recuerda que la vida en la Tierra es una espera, no muy larga, hasta que venga de nuevo el Señor. La fe que guía nuestros pasos es precisamente certeza en las cosas que se esperan, como se lee en la segunda lectura. Por medio de esta virtud teologal, el cristiano adquiere una firme garantía acerca de las promesas del Señor, y una posesión anticipada de los dones divinos.

La fe nos da a conocer con certeza dos verdades fundamentales de la existencia humana: que estamos destinados al cielo y, por eso, todo lo demás ha de ordenarse y subordinarse a este fin supremo; y que el Señor quiere ayudarnos, con abundancia de medios, a conseguirlo. Nada debe desanimarnos en el camino hacia la santidad, porque nos apoyamos en estas “tres verdades: Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas. Y es Él, el Dios de las misericordias, quien enciende en mí la confianza; por lo cual yo no me siento solo, ni inútil, ni abandonado, sino implicado en un destino de salvación que desembocará un día en el Paraíso”. La Bondad, la Sabiduría y la Omnipotencia divinas constituyen el cimiento firme de la esperanza humana.

Jesús nos exhorta a la vigilancia, porque el enemigo no descansa, está siempre al acecho, y porque el amor nunca duerme. En el Evangelio de la misa nos advierte el Señor: tened ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas, y estad como quien aguarda a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame. El Señor espera nuestra conversión sincera y correspondencia cada vez más generosa: espera que estemos vigilantes para no adormecernos en la tibieza, que andemos siempre despiertos. La esperanza está íntimamente relacionada con un corazón vigilante; depende en buena parte del amor.

Si somos fieles en lo pequeño nos mantendremos ceñidos, en vela, alerta ante el Señor que llega. Nuestra vida habrá consistido en una alegre espera, mientras llevamos a cabo ilusionadamente la tarea que nuestro Padre Dios nos ha encomendado en el mundo. Entonces comprenderemos con hondura las palabras de Jesús: dichoso aquel siervo, al que encuentre obrando así su amo cuando vuelva. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Y Él está para venir; no dejemos de vigilar.

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