Naipaul y los costos del autoritarismo

Naipaul y los costos del autoritarismo

El 11 de agosto del año pasado murió en Londres sir Vidia Naipaul, premio Nobel de literatura de 1985, uno de los escritores de mayor interés de las últimas cinco décadas. Su especialidad fue la cirugía en las ideas inviables: demostrar cuánto hay de vaguedad, locura y simple extravío en las ideas políticas en los países que han perdido su rumbo.

11 Agosto 2019

Por Jorge Torres Zavaleta

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Proveniente de Trinidad Tobago, nieto de brahmines indios que habían emigrado para vivir pobremente en el Caribe, hijo de un padre periodista, que lo alentó en su proyecto de ser escritor, V. S. Naipaul emigró con una beca a Inglaterra donde desarrolló con mucho sacrificio y dedicación su vida de escritor y brillante articulista. Fue un especialista en el análisis de países periféricos que viven inmersos en ideas y equívocos que los confunden y destruyen. Pienso en la frase de Samuel Johnson, el dictador literario del siglo XVIII inglés: Clear your mind of cant, que podría traducirse como “despejen la mente de los lugares comunes, no acepten las ideas recibidas”. Naipaul es un gran despejador de tontería nocivas, su mirada es exacta y corrosiva, con un centro ético en todo lo que dice. Escribe de una manera compacta, clara y profunda, con un humor bien ácido y detesta las frases rimbombantes. Todavía recuerdo haber leído con admiración sus artículos sobre la Argentina que salieron en el Herald, a fines de los 60 y que luego publicó con el título The return of Eva Perón. Realmente vale la pena releerlos ahora.

Naipaul es el cronista de las culturas desplazadas. Sus artículos muestran algo que hemos ido sintiendo cada vez más: que a partir de los años 30 la Argentina ha vivido en un sueño irreal. Naipaul es hasta la fecha el mejor cronista de estas décadas de ideas grotescas donde el país se divide en facciones y todos los grupos de poder sólo quieren imponer planes inviables y destructivos, incompatibles con la civilización, cuyo motivo común es la violación del otro, situación que se ve en nuestro primer cuento -El matadero-, escrito por Esteban Echeverría.

Ideologías excluyentes

La mirada de Naipaul es la de alguien que muestra la realidad sumergida, que él ve sin anestesia. Guillermo Cabrera Infante lo defendió en alguna ocasión: “Dice las verdades” y por ello “le han negado la sal y el agua por todas partes”. El hombre no cejó, a veces anticipando debates que se globalizarían más tarde (como en Among the Believers, 1981, reporte que denuncia al Islam radical). Sobre este tema quisiera agregar que al igual que Alberdi, Naipaul nos hace ver que las ideologías del subdesarrollo son excluyentes; se sostienen sobre la deificación de una doctrina o de un hombre quien pasa a poseer todos los derechos de los ciudadanos que están inermes contra algo monstruosamente mayor que ellos. Y bajo este falso amparo descubre una flaqueza moral: una falta de convicción en las posibilidades humanas. No sólo porque la ideología dominante es siempre más que el individuo sino porque niega –tanto el comunismo como el Islam y el peronismo tal como está expuesto en los escritos de Perón- la libertad humana y para negarla hay que basarse obligatoriamente en la existencia de un techo inalterable donde el pasado va a ser siempre igual que el presente por el simple hecho de que esa doctrina, ya sea religiosa o política nos presenta un mundo ideal, que excluye lo que sea diferente a su doctrina.

Los escritores más importantes son los que viven a contrapelo de las ideas recibidas de su época. Naipaul ha viajado por La India, Pakistán Malasia, Indonesia, Argentina. Como gran observador que es, puede mostrarnos la aplicación fáctica de las ideologías dominantes que aparecen en las situaciones humanas concretas. ¿No habrá, me pregunto, alguna relación como de parentesco entre el islamismo, el comunismo y el peronismo en sus distintas variantes? Quizás sea interesante leer estos libros de reportajes y observaciones de Naipaul como un material que contribuye a despejar el oscurantismo mental y una especie de inflación del lenguaje que ya denunció Orwell y que se da en los países subdesarrollados.

Molienda

Sobre esta intromisión del estado y de la ideología en las vidas de los hombres es instructivo ver una gran película, Cold War, casi intolerable por lo dura que es. Nos muestra a través de la historia de un romance que se transforma en una gran pasión cómo el estado y sus pequeños funcionarios arrollan la vida de una joven pareja, gracias a la prepotencia del nacionalismo masificado que provoca el desplazamiento y las fracturas de sus destinos personales que al fin de la historia pagan con sus vidas.

Porque lo peor, nos dicen Naipaul y esta película, son los costos y errores del sistema, que no se asumen, que parecen cosa del destino, siempre el mismo, siempre inevitable, y que se desprenden de que el hombre es menos importante que el Estado o la Ideología, sea cual fuera. Ese costo debe ser pagado alegremente para demostrar que esa ideología no es monstruosa sino razonable. Pero en esa especie de molienda muchas vidas humanas, encauzadas hacia lo colectivo, pierden sus posibilidades más sólidas y reales, aliadas de la imaginación y el deseo y que representan siempre lo más profundo del hombre,

Yo creo que los libros de Naipaul nos cuentan acerca de los peligros de las ideologías y confusiones de sistemas que se apartan de la razón humana y que en Cold War su director -Pawel Pawlikowski- escenifica de una manera contundente esta tragedia en la Polonia de la post guerra.

© LA GACETA

Jorge Torres Zavaleta - Escritor. Acaba de publicar El dueño anterior.

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