“Como empresario debo sembrar esperanza, ver la realidad, renunciar al beneficio aparente del momento; ser un puente entre quienes conocen el problema y el sumergido, que piensa en su problema inmediato”. Son palabras de Enrique Shaw, el argentino candidato a santo (hoy ya siervo de Dios). También dijo: “ser patrón no es un privilegio, sino una función”.
Ya en agosto de 2017 LA GACETA daba cuenta de que en Tucumán había un movimiento importante en pro de la beatificación. Como dice el administrador de la causa, Fernán de Elizalde, puede llegar a ser difícil imaginar un “santo empresario”; o al revés: un laico, casado, con hijos y empresario que, sin dejar de serlo y de producir ganancias, esté ocupado en asegurar el derrame de esas ganancias en sus trabajadores y en la sociedad. “Hasta hace poco hubiera sido imposible hasta imaginarlo”, añade.
Elizalde vendrá el lunes a Tucumán, invitado por la filial tucumana de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), a cerrar el ciclo de reflexión que, sobre la obra de Shaw, se está llevando a cabo desde junio en la provincia. Junto a él trabaja la nieta de Shaw, Sara Critto de Eiras, autora del libro “Un empresario en plenitud”.
Quién fue Shaw
El futuro -literalmente, si Dios quiere- san Enrique provenía de una familia de empresarios pero eligió ser marino. Dice una de sus biografías que en 1939 un libro del cardenal Emmanuel Suhard (promotor en 1944, en París, del movimiento de curas obreros) sobre el rol y las responsabilidades del hombre cristiano lo acercó a la Doctrina Social de la Iglesia, y que Shaw siempre llamó a eso su “conversión definitiva”.
Pero -agrega el texto biográfico- fue en 1945, cuando enviado por la Marina a la Universidad Estatal de Chicago (Estados Unidos) para estudiar Meteorología comprendió definitivamente que Dios le pedía un apostolado específico.
“En un principio creyó que debía hacerse obrero, pero un sacerdote, al ver su perfil, lo persuadió para que llevase el Evangelio al mundo empresario”, dice la biografía. Más contundente y menos académico, en diálogo telefónico con LA GACETA, Elizalde acota: “no era un chupacirios; era un empresario, pero lo bueno fue que apareciera uno que hiciera las cosas bien”.
En 1952, desde Shaw ACDE lanza una intensa acción evangelizadora dirigida a la clase empresaria del país y del resto de América latina, hacia donde extendió el movimiento empresarial de la UNIAPAC, nacida en Europa pocos años antes. Y su acción, hasta su prematura muerte a los 41 años, demuestra que los postulados de la doctrina social de la Iglesia no son sólo teóricos, sino también operativos y absolutamente aplicables.
Un largo camino
Casi 35 años después de su muerte, la ACDE solicita ser considerada “actor de la causa”, y se inician formalmente las gestiones de la etapa preliminar a la apertura del proceso de canonización (las primeras reuniones datan de 1996, y en 2001, el entonces cardenal Bergoglio designa la comisión que iniciría la causa).
“Esas gestiones administrativas son las que están terminado en Roma. Llevaron mucho tiempo, como un proceso judicial, con ‘abogado del diablo’ y defensor, y mucho, mucho material de prueba, incluido el del posible milagro”, cuenta Elizalde. En esta instancia todo el material (unas 70.000 páginas de archivos) está siendo analizado por teólogos y se está a la espera de que Roma valide todo lo actuado, y Shaw sea nombrado “Venerable”, cuenta Elizalde, que -reconoce- al principio era un poco escéptico.
“Mi antecesor como administrador me decía ‘es que no sabés nada de él’. Yo sí sabía, pero me doy cuenta de que era muy poco; de que en realidad tenía razón -indicó-. Y él murió cuando apenas habíamos empezado el trabajo. Entonces la cosa quedó en mis manos (es el responsable de la búsqueda de testigos, de la recopilación de datos, del control de gastos, etc.) y hoy puedo decir que es mucho más lo que me ha enriquecido a mí, que lo que yo pude aportar al proceso”.